Diario de León
L. de la mata

L. de la mata

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U na larga y dura pendiente dirige a los peregrinos desde la Cruz de Ferro hasta Molinaseca, ya en la comarca del Bierzo. Allí su verdor y la piscina fluvial abren ante su mirada y sus cansados pies un remanso de frescor y un oasis con agua. «Algunos caminantes no sólo se quedan el día que llegan, también al siguiente para recuperar fuerzas y seguir ruta», asegura el alcalde, Alfonso Arias. Antes de cruzar el puente de los peregrinos, la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias ofrece una impresionante vista del pueblo. El día 15, la patona recibirá la procesión que la homenajea cada año en agosto. «Cuando los segadores gallegos volvían de Castilla tenían por costumbre levantar un pequeña astilla de la puerta principal de esta iglesia y realizaban la ofrenda a la Virgen y como la puerta se desmoronaba, hubo que cubrirla con placas metálicas», resalta Arias.

Desde allí, en la otra orilla del río Meruelo, saluda a la Iglesia de San Roque —otro de los patronos del pueblo— alzada sobre una cima que dibuja una bella estampa de todo el conjunto histórico. Atravesar el puente románico adentra al caminante en el casco viejo, con la calle Real como epicentro del viajero jacobeo, una vía salpicada por albergues, restaurantes, casas rurales, bodegas y establecimientos de alimentación. En las fiestas, el agua corre por esta calle desde la piscina fluvial con la apertura de las compuertas y desde hace medio siglo protagoniza una batalla con calderos después del chocolate de la madrugada.

El alcalde reseña que desde 1975 el Ayuntamiento tiene incoado el expediente para conseguir la Declaración de Bien de Interés Cultural, un trámite en vías de próxima aprobación, que permitirá a su zona más antigua contar con el título de Conjunto Histórico Villa de Molinaseca. El reconocimiento se unirá al que acaba de recibir como uno de los pueblos más bonitos de España y cuyo cartel ya luce desde el día 30 de julio, tras su inclusión en la red en enero. Llama la atención también en la Calle Real su patrimonio arquitectónico con las casas más antiguas: pizarra, piedra, madera y los típicos corredores en sus fachadas. «Somos un pueblo eminentemente turístico; más allá de los cuatro o cinco meses del Camino de Santiago, recibimos visitantes nacionales y el título de pueblo bonito nos ha dado mucho auge; tenemos muchos atractivos naturales para desestacionalizar el turismo», apostilla Arias.

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