Diario de León

LOS OTROS ‘ROYALS’ QUE RENUNCIARON POR AMOR

Antes que el príncipe Harry, Friso de Holanda, Sayako de Japón y Alexandra de Dinamarca renunciaron a sus derechos sucesorios por sus amores plebeyos

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Los duques de Sussex no son los primeros ni los únicos en renunciar por amor a los privilegios de la realeza. En Japón, Holanda, Rumanía o Rusia, otros ‘royals’ decidieron o se vieron forzados a dejar títulos, privilegios y algunas de sus obligaciones. La historia de Eduardo VIII y Wallis Simpson, estadounidense como Meghan Markle, fue en la primera mitad del siglo XX un escándalo mayúsculo. Eduardo heredó el trono de su padre, Jorge V, en enero de 1936. En diciembre, sin haber sido coronado, abdicó a favor de su hermano menor, Jorge VI, padre de Isabel II. Cuando Wallis Simpson se divorció de su segundo marido, le propuso un matrimonio que el Parlamento británico no aceptó. «Me resulta imposible reinar sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo», dijo Eduardo al abdicar. La pareja se casó en 1937 y vivió en París.

Friso de Holanda, hermano del Rey Guillermo, se enfrentó a su madre, la reina Beatriz, y al Gobierno, que se negó a solicitar permiso al Parlamento para que se casara con su prometida, Mabel Wisse-Smith, presunta espía de los servicios secretos holandeses en los 90 y relacionaba con el mafioso Klaass Bruinsma. Friso renunció en 2004 a la sucesión y vivió su amor hasta que falleció en 2013 por un accidente de esquí. Sayako, la hija menor de los emperadores de Japón, Akihito y Michiko, hizo lo propio en 2005. Renunció al comprometerse con Yoshiki Kuroda, funcionario municipal y urbanista, por quien abandonó la casa imperial. No fue única en la familia. La joven Mako, sobrina de Sayako y del actual emperador, Naruhito, está prometida con un plebeyo al que conoció en la universidad. La ley nipona establece que las mujeres pierden sus privilegios si contraen matrimonio con alguien sin sangre azul, algo que no sucede con los varones. La monarquía danesa vivía su terremoto en 2007. Alexandra renunció al título de Alteza Real al casarse en segundas nupcias con el fotógrafo Martin Jörgesen. Con la boda perdía el privilegio de no pagar impuestos, pero conservó el condado de Frederiksborg.

En la primera mitad del siglo XX el vividor y casanova Carol de Rumanía se casó dos veces con sendas plebeyas. Con la primera tuvo un hijo que nunca formó parte de la Familia Real, y con Elena, una princesa griega y danesa, tuvo otro hijo que se convertiría en el rey Mihai I. Pero cinco años después del enlace Carol dejó el país junto a su amante, Magda Lupescu, también sin sangre azul. Su padre le privó de su derecho sucesorio, pero el destino le permitió regresar tras la muerte de su progenitor, e incluso reinar como Carol II de Rumanía tras apartar a su hijo de solo ocho años.

El gran duque Mikhail Alexanodrovich Romanov, hermano del último zar ruso, Nicolay II, tuvo un hijo con la mujer de un subordinado, Natalia Serguéyevna, con quien se casó en secreto en Viena. El zar le prohibió volver a Rusia pero los hermanos se reconciliaron, el matrimonio fue reconocido y Natalia recibió el título de condesa.

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