Diario de León

La pandemia tritura a los menores

El confinamiento registró un incremento de llamadas por maltrato físico infantil en el teléfono

Dos niños jugando en el parque al trasluz de sus siluetas mientras saborean un chupachups. ANDREU DALMAU

Dos niños jugando en el parque al trasluz de sus siluetas mientras saborean un chupachups. ANDREU DALMAU

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EFE

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Hace menos de un mes fueron los pediatras españoles quienes lanzaron un SOS a las autoridades sanitarias. Hoy es la Fundación Anar. La organización que gestiona los principales teléfonos de ayuda y de primera intervención ante cualquier tipo de problema o violencia contra la infancia ha activado la misma señal de alerta. Los diagnósticos, ambos basados en datos y un conocimiento de primera mano, son prácticamente coincidentes: los efectos de la pandemia han triturado a niños y adolescentes y han disparado todo tipo de trastornos de salud mental. El aviso de Benjamín Ballesteros a los responsables sanitarios es claro. «Hay que actuar ya por la gravedad de las tendencias», indica el director de Programas de Anar. La radiografía compuesta con el informe elaborado con las peticiones de ayuda de los menores a los teléfonos y chat de Anar, tanto durante el confinamiento como en las distintas etapas del estado de alarma, es negra como el carbón. Como resumen se puede decir que recibieron 166.433 comunicaciones en 2020, de las cuales 11.761 son casos graves y hasta 2.277 (unas seis al día) exigieron intervenciones de emergencia de servicios sanitarios, sociales, psicólogos, policías o fiscales. Los casos graves fueron un 39% más que los de 2019 y las actuaciones de emergencia, un 55% más. El balance habla por sí mismo. Trastornos alimentarios, episodios de autolesiones, ideaciones suicidas, ansiedad y depresión por las nubes y aumentos enormes del maltrato físico y de los agresiones a través de la tecnología, como las extorsiones sexuales o la pornografía infantil.

Los tres meses de confinamiento fueron, según la descripción de Ballesteros, «un ‘cóctel molotov’ en los hogares» que impactó de lleno en los más jóvenes. Una situación de espacio mínimo, agravada por los problemas laborales de los adultos —teletrabajo, ertes, despidos—, el miedo por el virus y el duelo por los seres queridos, la ausencia de relaciones sociales y la falta de lugares protectores como la escuela o el médico, fue una fuente de enorme frustración, indefensión y desesperación.

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