Diario de León

El paraíso que dejó huella poética

l José Enrique Martínez publica con Eolas ‘La huella de la herida’, sobre la poesía de José Luis Puerto

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León

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cristina fanjul

José Enrique Martínez es el autor de La huella de la herida, un análisis sobre la poesía de José Luis Puerto en la que el crítico aborda el conjunto de la obra del escritor con una información honda y ajustada de la obra de uno de los poetas de mayor rango de nuestro tiempo.

Destaca Martínez que, desde su primer libro de poemas, El tiempo que nos teje, José Luis Puerto ha desarrollado una obra creativa y de pensamiento que se implican mutuamente. ««En 1999 apareció El animal del tiempo, un libro de fragmentos en prosa a manera de un diario íntimo o diario del alma en el que el poeta, en soledad, registra sensaciones, emociones y meditaciones con una actitud de sosiego reflexivo, de humanismo entrañable, de capacidad de asombro ante lo humilde y desvalido y de afán de trascendencia, en una linea de pensamiento que acoge, entre otros nombres, los de María Zambrano, Paul Celan, José Ángel Valente y Antonio Colinas», destaca.

Agradece José Luis Puerto el trabajo de José Enrique Martínez, al que califica de «sagaz, con dominio técnico y humanístico y conocimiento profundo de la poesía contemporáneo». «A lo largo de ya muchos años, ha ido leyendo y reseñando mi creación poética, tarea que culmina ahora con la publicación del libro La huella de la herida, coeditado por Eolas y por las Ediciones Universidad de Salamanca».

Destaca el catedrático de Literatura de la Universidad que en la poesía de Puerto hay cuatro núcleos significativos: tiempo y memoria; transcurso vital, desamparo, y esencialidad y retracción. Y destaca al tiempo diferentes imágenes en las que el poeta alberga los significados de su poesía. Es el caso de los motivos del jardín-paraíso, las estelas y señales, la renuncia y la intemperie, y la poesía y otras artes. Recalca José Enrique Martínez que José Luis Puerto entiende la poesía como revelación y rtascendencia. «En la actualidad parece dominar un sentido de la poesía demasiado explícita, que pretende narrar —poéticamente— una experiencia común; la mayoría de las veces se queda en eso, sin lograr levantar el vuelo, pues lo que nos cuenta es lo que ya de antemano sabemos y esperamos, sin crear expectativas ni apertura hacia nuevos horizontes: se le ha dado en llamar poesía de la experencia». El crítico literario abunda que en el frente opuesto se alza una poesía relativa y voluntariamente hermética, de discurso fragmentario muchas veces, que no quiere traer al poema experiencias ordinarias sino crearlas en el poema.

Concreta y lo hace a través de Señales, uno de los poemarios de Puerto, que divide en cinco partes y 19 composiciones sin título aunque numeradas. Ninguna de ellas termina en punto final «La ausencia de puntuación en el último verso denota que nos hallamos ante un único poema, ante un poema-libro, por más que el lector, en su libertad co-creativa, pueda leerlo como tal o fragmentarlo en las distintas composiciones numeradas», manifiesta.

Añade José Enrique Martínez que «nombrar el poseer» y reflexiona sobre el hecho de que la letanía no es sólo nombrar para poseer porque añade un sentido religioso de súplica o invocación; no se puede obviar esta significación en el caso de la poesía de Puerto, que si no es explícitamente religiosa, presenta una impregnación de un sentido tal de la existencia; «hay una religación con lo divino que forma parte de esa concepción trascendenre de la poesía, al fina, y en lo más hondo, la poesía podría ser la manifestación de la verdad revelada».

Los grandes temas del libro son el paso del tiempo y la muerte, dice Martínez que destacq que si se redujera a una frase , habría que decir que todo lo que se poetiza son los «intersticios de la muerte»: el dolor, el tiempo, la agonía la progresiva desposesión de todo, los espacios que van quedando vacíos, espacios de la dicha, de la entrega, de la memoria..., espacios que el tiempo y la muerte van ocupando... «El paso del tiempo origina estas pérdidas que se poetizan como renuncia, despojamiento, orfandad y exilio. Orfandad vital y existencial, pues lo es también ante la divinidad, que oculta su rostro y no responde a las palabras de invocación y súplica», incide José Enrique Martínez.

En cuanto a Memoria del jardín, el catedrático echa mano de la presentación de la obra que realizó en 2006 en Salamanca y resalta que el contenido simbólico que adquiere en la poesía de Puerto es, primeramente, el ámbito de la niñez, el original, por lo tanto, el espacio primordial al que aspirar siempre. «Aparece ya con fuerza en el poemario Un jardín al olvido, centrado en las vivencias de la niñez poetizadas y teñidas de un intenso sentido temporal, pues se poetizan desde la memoria», dice.

El colaborador de Diario de León añade que el jardín es el espacio que resume el mundo.. «De aquel jardín primero, el jardín de la niñez paraiso, espacio intemporal y de inocencia, fue expulsado el hombre por el tiempo, por la conciencia del tiempo, por la edad», destaca. José Enrique recuerda el poema La casa —Fue la casa el primer/espacio del que fui desposeiso/La marca del exilo allí estaba presente/Del lugar primordialfui despojado— para reconocer que a partir de ese momento, la vida se convierte tan sólo en un peregrinaje «de lugar en lugar y en una sola dirección».

También cita el crítico el invierno como uno de los exponentes de la poética de José Luis Puerto y destaca que se trata del tiempo de la espera, de la esperanza, un tiempo de latencia en que todo permanece oculto y escondido a la espera de germinar, de renacer. Y las estelas, los monumentos en los que los hombres antiguos depositaban su pervivencia en la eternidad y que es el símbolo del paso del tiempo. Por eso, José Luis Puerto pide que queden las estelas que recuerden «lo que de humano hubo y hay en el fluir del tiempo: amor y dolor humanos». «En este contexto —destaca Martínez— me gustaría señalar la importancia que cobran las ruinas en la poesía de Puerto (iglesias, castros, monasterios, etc). Las ruinas como piedras derruidas que recuerdan la labor horadadora del tiempo, la derrota. Pero a Puerto le atrae lo que las ruinas de un castro o de un monasterio tienen de lugar fundacional. Y de igual manera, las ruinas son espejo o correlato de las ruinas interiores del hombre...».

Por todo ello, la poesía de Puerto es, según el catedrático, una palabra interior, despojada de oropeles, para catntar las realidades que vivió desde la inocencia o lo que requiere. «Puerto opta por la emoción, la polisemia, la intensidad, por la palabra limpia que acoja el rumor de la vida, pero de una vida que no es sólo la de fuera, sino también la de dentro de uno mismo, impregnada de inquietudes y expectativas que van más allá de lo aparente; plenitud e intensidad son palabras que pueden resumir la poética que sustenta la poesía toda de José Luis Puerto, ahora reunida en forma de antología».

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