Diario de León
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Acaballo entre la montaña y la ribera. Pueblo que aúna las choperas del bajo Porma con los robledales del monte leonés al que aún se aferra. Ese olor es el que caracteriza las casas de Cerezales del Condado, con chimeneas a las que se les echan troncos de chopo y de roble para conseguir una combustión óptima con la que combatir el frío invierno leonés. Como también una buena olla ferroviaria o cualquier plato de cuchara hecho a fuego lento, como unos callos con garbanzos.

Un pueblo con bar es hoy un privilegio. Cerezales lo tiene y bien surtido de lo leonés. Y faltan calificativos para describir la intensa vida cultural y formativa que tiene este rincón de la provincia que se ha convertido en la joya de la ‘Corona’, la marca de esa cerveza mexicana promovida por Pablo Díez y sus herederos, que en Cerezales tiene nombre propio, Antonino Fernández.

Emigrado a México nunca olvidó su pueblo. De la mano de la junta vecinal quiso dar nueva vida a las escuelas en las que había aprendido las primeras letras muchos años atrás. Fue el germen de una fundación en la que las cosas se hacen sin prisas pero con tesón. Ahora, en el nuevo edificio se trabaja para la puesta en marcha del auditorio. Con toda la cautela necesaria para que no falte ningún detalle. La perfección es lo exigía siempre don Antonino a sus colaboradores y hoy la fundación que creó hereda de algún modo ese espíritu, como se comprueba con ese edificio plurifuncional de grandes dimensiones que ha sido concebido para que se integre en el paisaje a golpe de madera y de cristales con efecto espejo.

El imán de la fundación ha tenido un efecto multiplicador en todo el pueblo. Pocas localidades de la provincia presentan tanto trasiego de grúas y ladrillos, con edificios en rehabilitación o incluso casas de nueva planta. Todo es vida en un pueblo que cada verano se llena de veraneantes y de personas a las que atrae el intenso programa de la fundación. O una de las joyas de este pueblo, un Belén de grandes dimensiones que desde hace décadas consigue que cada invierno acudan cientos de personas a Cerezales.

La calle principal, con sus árboles y su presa encauzada es hoy una imagen que forma parte del catálogo fotográfico imprescindible de la provincia. Como la imagen de ese edificio que hoy es la sede de la Fundación y que reproduce reflejado al propio pueblo en sus cristaleras. Con sus vacas, sus bueyes, su arte contemporáneo, su biblioteca, sus proyectos innovadores... una fundación que atrae e impulsa ideas, con tanta rigurosidad como discreción.

Si don Antonino, en unión al recuerdo de doña Cinia, quería dar nueva vida a Cerezales su objetivo se ha cumplido con creces. Nada es igual en Cerezales. Mientras los pueblos sufren una merma en el número de visitantes y veraneantes con cada nuevo calendario en la ribera del Porma existe un pueblo ‘Modelo’ y auténtica ‘Corona’, que se resiste a perder vitalidad gracias al empeño de una fundación que supondría la envidia no sólo de cualquier pueblo, sería deseable para cualquier ciudad, porque su programación no admite muchas comparaciones.

El efecto Cerezales se comprueba con las dificultades para conseguir una reserva en el centro de turismo rural que tiene la localidad. Y en este paraíso de lo rural existe incluso un pacto tácito compartido por los vecinos. Para que haya calidad de vida se precisa ante todo tranquilidad. Que los niños puedan jugar por las calles como se hizo siempre. Todos los conductores circulan despacio. En esta pequeña localidad las cosas han decidido hacerlas de otro modo. Entre todos, como debe ser.

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