Diario de León

Pasajeros de todas las angustias

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León

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josé enrique martínez

De Preparativos de un viaje (1994) a Salvamento de hormigas son ya ocho los poemarios de Ana Merino, situada en el centro mismo del canon de la poesía actual. Lo primero que llama la atención del nuevo libro es su título, «Salvamento de hormigas»; la poeta lo prologa con un poema de título homónimo que remite a aquella niña que en los veranos ponía todo su afán en rescatar las hormigas que caían en la piscina familiar, en las que admiraba su laboriosidad y trabajo en equipo. Se redondea la obra con un poema-epílogo, «¿Por qué la literatura?», que justifica el valor la misma: nos hace vivir otras vidas, crea una sociedad de amigos secretos, ilumina los recuerdos, conversa con nosotros, crea infinitas tramas que nos obligan a enfatizar con los seres que luchan contra el olvido, incrementa las fecundas aguas de la imaginación y reescribe los mitos para inmortalizarlos; la literatura resulta, al fin, «cobijo milenario / de todas las palabras». Es un poema extraordinario, a la vez reivindicativo y ponderativo. No hay poema que nos deje indiferentes, aunque traten sobre el cine (El despertar de Han Solo y Perdedores, este sobre los héroes del oeste americano) o sobre el cómic, un ámbito, el del cómic, que Ana Merino ha investigado en publicaciones indispensables como El cómic hispánico (2003) y Diez ensayos para pensar el cómic (2917). Pero trazar en verso la poética del cómic, como hace Ana en las composiciones de la primera parte, es algo nuevo y original, una celebración fervorosa del creador de la línea y la viñeta.

El poema Continuará…, por poner un caso, alude a esa impaciente espera semanal por las viñetas de trama abierta en busca de un desenlace; el cómic es la imagen misma de la vida: «Es verdad, / vendrán otras viñetas/ a fabricar esencia de tiempo, / la continuidad / como el lazo invisible que nos arrastra». Lo que nos arrastra en la segunda sección es la derrota, la maldad que nos convierte en «pasajeros de todas las angustias», de las derrotas de la niñez a las de los que sufren la crueldad de las guerras o del desplazamiento. Son algunos de los naufragios que anuncia la parte tercera, la cual predice un planeta tierra que el hombre ha dejado «lleno de huesos / y ruinas carcomidas / por la lluvia ácida». No es muy reconfortante ese futuro distópico que verbaliza la poeta. Frente a ello, el sueño de la utopía: bosques, selvas, valles, riberas, una melodía de pájaros que nos devuelva al paraíso.

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