Diario de León

León

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Sacó el negro del luto, enterró los corsés y la vestimenta incómoda de la Belle Epoque que tenía prisioneras a la mujeres y llevó lo que se llevaba a las clases sociales que quedaban por debajo de las más altas. Creía que todas las mujeres tenían derecho a la moda. A vestir de manera apropiada para ir a trabajar. Creó ropa informal, sencilla, cómoda y elegante. Y un traje sastre que ha traspasado generaciones y es historia de la moda, con su tweed ribeteado. A Coco Chanel, nacida Gabrielle Chanel en un orfanato, criada en la necesidad y el abandono, crecida en la determinación y la firmeza, rodeada su vida de polémica, triunfadora por decisión, le han dado un Oscar. Este año. Casi medio siglo después de su muerte.

No lo hizo la Academia, lo hizo una actriz española. Sobre la alfombra apareció Penélope Cruz con un homenaje a la mítica diseñadora que convirtió las perlas en necesidad y el número de un perfume en icono. Un vestido lleno de señales, una ofrenda a la diosa de la moda.

Puso sus pies Pé sobre la alfombra roja de los Oscar y la noche se volvió nostalgia. La maison en todo su esplendor. En un traje asimétrico, negro y blanco, la seña de identidad de Chanel, los colores que ella sacó del armario de viudas, curas y sirvientas para vestir de elegancia a todas las mujeres, enmarcada la cintura con una tira de perlas, con la camelia fetiche de Coco en el pecho y los zapatos Mary Jane en dos texturas.

Moda para dar poderío a la mujer. Mando, autoridad, pujanza y señorío. Nada más alejado de un mundo de frivolidad con el que se desdeña una seña de identidad. Ropa. Fue una forma de control histórica sobre las mujeres. Por eso, el homenaje de Pé a Coco sonó a libertad.

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