Diario de León
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León

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alfonso garcía

«… ya no quedan hombres en el pueblo, tan solo ancianos, mujeres y niños». Pero, a veces, las historias se escriben desde los recuerdos y los silencios. Ante un pueblo en la plaza un militar con medallas «habla del final de la guerra y de la necesidad de encontrar a los que no quieren la paz». Sobraría el dato para darnos cuenta por dónde discurre la narración de esta estupenda novela. La guerra y los años sucesivos en un «pequeño pueblo, en un país «pequeño y asfixiante», donde los que a su pesar recuerdan «esperan que las risas de los niños operen su milagro y borren el pasado». Porque ese pasado está lleno de recuerdos familiares, de penurias, enemistades, miedos, precauciones, abusos, huidos, muertos… a través de una muy atractiva galería de personajes —y de formas de vida del lugar—, algunos difíciles de olvidar, caso, para mí, de Andrés y su madre. Y del protagonista, Pedro, un anciano «tan generoso como lo fueran su madre y su padre». Él, sin embargo, guarda muchos secretos.

Ariadna, por su parte, llega al pueblo desde la ciudad. No tiene cuentas pendientes con nadie y se integra rápidamente a la vida del lugar. «El encuentro entre pasado y presente, entre Pedro y Ariadna, da pie a una novela en la que la autora indaga sobre una violencia que si bien trastoca para siempre la vida de personajes, genera la posibilidad de crear un espacio de convivencia y solidaridad». El hecho de intercalar, por otra parte, la historia de la pareja de Ariadna y Eloy enriquece el relato principal.

El texto, propuesto en breves capítulos —algunos, deliciosos— y refiriendo tiempos diferentes, responde a los parámetros de una escritura muy personal, con una plasticidad única en casos, apoyado en la exquisitez de una prosa esquemática, precisa, impresionista diría. Desde luego, rotunda, directa, fresca, con dobles sentidos, símbolos, metáforas vibrantes… La exquisitez de una lectura.

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