Diario de León

Posteguillo: «Roma hizo el brexit inverso»

El escritor cierra una saga con ‘Y Julia retó a los dioses’

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miguel lorenci

El escritor elige la antigua Britania romana para presentar Y Julia retó a los dioses (Planeta), segunda y última entrega del ciclo que inició con Yo, Julia, ganadora del Planeta en 2018.

Vuelve a la todopoderosa, inteligente y tozuda emperatriz Julia Domna, «capaz de reinar después de morir» y «hacer del incesto una razón de Estado». La retoma al final de su días. En el año 218, en la cúspide de su poder, cuando afronta a la muerte acosada por el cáncer que mina su cuerpo. Mitiga Julia los terribles dolores con el opio que le receta Elio Galeno, padre de la medicina y narrador de esta novela trufada de asesinatos, traiciones y tóxicas pasiones en la que no falta el incesto. Julia no teme a la muerte, que ella misma se administrará, y el lector puede seguirla «hasta el inframundo, el reino de los muertos desde donde seguirá controlando el imperio».

«Sí, Julia reina después de morir. Su dinastía seguirá en el poder 20 años tras su muerte. Fue deificada y se acuñaron monedas con su efigie», explica Posteguillo sobre la primera emperatriz «que ejerció el poder real en Roma». Algo que hoy sería imposible. «En Estados Unidos, el imperio actual, no se puede ser presidente sin haber nacido allí, y Julia era siria, extranjera e inmigrante», destaca.

Desafió la emperatriz a los poderes divinos y terrenales para perpetuar su estirpe, «pero pagó un alto precio», dice Posteguillo, quien, como su maestro Robert Graves, autor de Yo Claudio, mezcla historia y mitología en una novela «salpicada de guiños a la Odisea y la Ilíada, donde los dioses intervienen en los eventos históricos». Lo explica ante los vestigios del muro que alzó el emperador Adriano, al norte de Inglaterra, «el fin del mundo para Roma», la frontera entre la tierra de los bárbaros y el imperio cuya división evitó Julia. Ante sus ruinas recuerda cómo Severo Augusto y Caracalla, esposo e hijo de Julia, conquistaron toda Britania para retirarse luego «haciendo el ‘brexit’ al revés». «El territorio no les compensó el esfuerzo militar. No había mucho que ganar; Britania no tenía las minas de oro y plata más ricas del imperio, que estaban en León», explica.

Enemigos colosales

Si la importancia de alguien se mide por la calidad de sus enemigos, los de Julia fueron colosales. «Se enfrentó antes a cinco emperadores, y se los desayunó. Ahora se enfrenta a las traiciones internas, a una plaga de viruela, y a su enfermedad». Pero el peor, «su gran drama», fue el odio que se tenían sus hijos, Geta y Antonino, llamado Caracalla. Una inquina brutal que acrecentó la muerte de su padre, el emperador Severo Augusto, en Britania, en febrero de 211. La familia imperial hacía la guerra en un territorio ingobernable, con tribus locales como los irreductibles pictos que les disputaban cada palmo de terreno. Y allí murió Severo advirtiendo a Julia que sus hijos se matarían entre sí. Y acertó. Geta murió acuchillado por su hermano, pero una Julia «tremendamente pragmática» antepuso a todo las necesidades del Estado. Cuando Caracalla mata a su hermano, Julia estará al lado del asesino: «Si creemos que los políticos de hoy son pragmáticos, al lado de Julia son aficionados. Estaba dispuesta a transgredir cualquier tabú, incluso el incesto, para perpetuar su dinastía en el poder».

Guerra biológica

Entre crímenes e intrigas, la novela se tiñe del negro de la peste. «Galeno, que frenará la viruela, hace autopsias en plan ‘CSI’», dice Posteguillo. En el imperio se sabía ya lo suyo de venenos, ponzoñas y pestes, que los romanos utilizaron a menudo como un arma de guerra. «Usaban lo que llamaban la peste, el virus de la viruela más agresiva, para eliminar enemigos. Sabían que la ropa del soldado enfermo la contagiaba, como los cadáveres, y se los lanzaban a los enemigos», explica Posteguillo. «Los romanos fueron pioneros en la guerra biológica», concluye.

Habían logrado frenar la peste en el sur del Imperio gracias a la pericia de Galeno. «Roma ganó esa batalla y detuvo el brote porque las autoridades imperiales se sometieron a las sanitarias», dice en plena epidemia del coronavirus. «Las crisis sanitarias deben liderarlas las autoridades sanitarias», reivindica el autor, que lamenta «no tener hoy en día a un Galeno con su capacidad de observación: a él el coronavirus le hubiera durado dos tardes».

Si las cosas no se tuercen, veremos la historia de Julia en una serie de televisión, una adaptación en marcha «pero que aún está muy verde», admite Posteguillo, que piensa en Ursula Corberó como Julia.

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