Diario de León

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El rastro de la soledad

La provincia dispone aún de un buen número de conventos, especialmente femeninos, con personas que optan voluntariamente por aislarse del mundo. Las raíces milenarias de esta opción de vida permiten excursiones para conocer lugares tan espectaculares como la Cueva de San Genadio en Peñalba o las Cuevas Menudas de Villasabariego

León

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El confinamiento voluntario tiene raíces milenarias en muchas culturas. En el cristianismo surge poco tiempo después de la muerte de Jesús. Anacoretas y eremitas se buscaban a sí mismos en el silencio. Y para ello elegían parajes tan especiales y aislados como el Valle del Silencio, en la zona berciana del río Oza, que ha recibido el sobrenombre de la Tebaida berciana. Hay que remontarse al siglo IV para encontrar el origen de esta palabra. En una época tan temprana, un hombre conocido como Pablo de Tebas se estableció en un paraje denominado el desierto de La Tebaida, dentro del territorio de Egipto, para transformar su vida en un permanente retiro espiritual. Se convirtió en un ejemplo que fue seguido por incontables personas y que muy pronto llegó a España, antes incluso de la invasión musulmana del siglo VIII. En esas fórmulas están las raíces remotas de los monasterios, cuyo recuento en la provincia es complicado ya que sólo dentro del Bierzo se han localizado restos de hasta 37 cenobios. Hoy continúan con vida un elevado número de recintos sacros que siguen las reglas del ‘ora et labora’.

Personajes como San Valerio, San Genadio, San Fortis o San Fructuoso han marcado la milenaria historia de la Tebaida berciana, de la que se conservan interesantes restos culturales y patrimoniales, como la iglesia prerrománica de Peñalba de Santiago o el monasterio de San Pedro de Montes, que ahora intenta recuperar su vitalidad tras décadas de abandono después de la ruina dejada por las desamortizaciones del siglo XIX.

Pero sin duda el lugar más emblemático de esta zona desde el punto de vista paisajístico es el Valle del Silencio, que ofrece una ruta muy especial para adentrarse en las estribaciones de la Aquiana y conocer la Cueva de San Genadio, en la que no se escucha el sonido del arroyo, porque según la leyenda fue el propio santo el que le reclamó con un grito que se callase para que le dejase meditar más tranquilo.

Peñalba y Montes son un buen ejemplo de esa España vaciada, donde la vida fue dura hasta el extremo, pero que hoy mantienen la actividad entremezclando a los últimos habitantes, con los oriundos que conservan sus casas para regresar periódicamente, y un turismo que se adentra por ese valle del Oza que corona su Peña Alba, y que ofrece otras localidades como San Esteban de Valdueza, San Adrián, Villanueva, Valdefrancos y San Clemente.

La zona fue pasto de un pavoroso incendio que dejó notables daños en abril de 2017 pero su capacidad de regeneración natural ha sorprendido a los expertos hasta el punto de superar todas las previsiones. Ahora la Tebaida pendiente tiene en marcha el procedimiento para convertirse en Patrimonio de la Humanidad, a través de una propuesta que avanza lentamente hacia la Unesco, entidad que decide sobre estas catalogaciones.

MUY VISIBLES DESDE LEJOS

En otro punto de la provincia se conserva otro resto de la milenaria cultura de los eremitas que también merece la pena conocer. Cerca de la capital, en las proximidades del yacimiento romano de Lancia, se encuentran las denominadas Cuevas Menudas de Villasabariego. A escasos kilómetros de la capital leonesa se pueden contemplar fácilmente desde la carretera o desde la autovía de Valladolid, entre Puente Villarente y Mansilla de las Mulas. Tradicionalmente se había interpretado que tenían raíces prehistóricas, pero recientemente se ha podido comprobar que todo era producto de un error. Ese fallo de interpretación incluso acabó influyendo en su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), que se merece el recinto pero por razones bien distintas.

En los últimos años el Ayuntamiento de Villasabariego ha trabajado en un proyecto para restaurarlas y hacerlas visitables. Tras meses de desacuerdos, la Comisión Territorial de Patrimonio autorizó finalmente la modificación del proyecto básico de consolidación y puesta en valor de este yacimiento de cuevas de eremitas.

Ahora ya podrán poner en marcha unas obras que facilitarán el acondicionado del camino de acceso a las Cuevas Menudas, con labores concretas como las de desbroce y limpieza de la senda, y se permite la pavimentación y la colocación de peldaños formados por traviesa de madera de pino silvestre para que sea más fácil circular por el yacimiento. Además, serán instalados paneles informativos, y en el exterior de las cuevas se construirá una pasarela con rejilla, barandilla y pasamanos. En el interior de las Cuevas Menudas se habilitará un drenaje de los niveles superiores para el alivio de cuevas, y se actuará en el recinto desescombrando los derrumbes y cosiendo las grietas de las bóvedas para ganar seguridad.

Este legado singular aúna esos yacimientos excavados en arcilla en esa colina que mira hacia las llanuras de la vega en la que se funden el Porma y el Esla. Cuenta la leyenda que esas cuevas conectaban sus ramificaciones con lejanas localidades, por lo que eran utilizadas por los habitantes de los pueblos de la comarca para esconderse cuando llegaban los ataques del bando musulmán durante la Reconquista. El nombre de Los Ojos del Moro o Los Ojos de la Mora muestran el rastro de aquellos tiempos en un paraje en el que algunos quieren ver desde lejos la forma de un cráneo con sus cavidades transformadas en la Cuevas Menudas que aspiran a su pronta musealización.

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