Diario de León

«Hay que recuperar formas afectivas»

l Manuel Rivas reivindica en ‘Zona a defender’ «poner fin a la guerra contra la naturaleza»

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elena sierra

Si a Manuel Rivas se le dice que su libro es revolucionario, se ríe y lo agradece. Habrá quien tire piedras y esconda la mano, habrá quien diga que nunca tira piedras y hasta quien señale a los que sí lo hacen —piedras de palabras contra un sistema, se entiende; ideas para combatir otras ideas muy asentadas— y les llame «comprometidos», panfletarios. A Rivas que lo señalen no le importa, podría decirse que hasta lo busca. Se reconoce «comprometido». Ya escribió hace un par de años Contra todo esto. Un manifiesto rebelde y ahora publica Zona a defender (ambos en Alfaguara). Porque quiere mostrar los errores de una manera de estar en el mundo que le hace muy poco bien al mismo mundo, y al estar también. El llamado «capitalismo impaciente», esa especie de «excitación de aceleración de la codicia», ha demostrado su «ineficacia» y ahora, dice el autor gallego, «en esta situación límite», hay muchas personas planteándose nuevos horizontes. «Caos o comunidad», resume Rivas.

Hay en el libro muchísimas referencias a la naturaleza, a la protección del planeta en su conjunto, porque, aunque a veces «miremos por encima del hombro» a todo aquello que no es fruto de nuestro trabajo y que no elabora, fabrica o produce como nosotros, los humanos, es el único escenario en el que podemos vivir. Entre caos y comunidad, media un «cambio de mirada» para el que los animales también sirven de ejemplo. «Lo peor es achicar la mirada, cerrar las puertas, que es lo que hace un pensamiento bruto, ese mirar en corto que tienen los depredadores. El águila, el lobo, el ser humano mismo, miran para cazar, para destruir, para depredar», explica. «Luego está el otro ángulo, el de los 360º, que es el de la becada o la liebre, esa es su defensa. Pueden ver el plano general». Y en ese plano general, hoy por hoy —y dice Rivas que «algo ya olfateábamos, porque en los últimos tiempos se hablaba mucho de distopía, ¿no?»—, lo que se aprecia es «una situación límite» en la que «tendríamos que replantearnos» muchas cosas. Él lo hace recurriendo a palabras en desuso, ‘palabras vintage’, las llama; «decoro, decencia común que decía Orwell, ayuda mutua, compromiso, vanguardia, que no es solo una corriente artística y por lo tanto algo que hay en un museo», se ríe. «Una zona a defender es el lenguaje, las palabras, porque las palabras comprometen, vibran, quieren decir. Y hay muchas palabras que parecían anacrónicas y estaban anestesiadas».

Imaginar otros horizontes El escritor gallego ha querido recuperarlas, reutilizarlas y darles otra vida para invitar a imaginar otros horizontes. «Para poner fin a la guerra contra la naturaleza, para recuperar formas afectivas y no solo efectivas de relacionarnos entre nosotros, para poner énfasis en la comunidad, para aprender a vivir en el desequilibrio, con un pie en la luz y otro en la sombra, uno en el pasado y otro en el presente, uno en la esperanza y otro en el desasosiego», pero sin caer nunca en el «esto es lo que hay, sino al contrario: para mirar al horizonte y ser capaces de ver también lo invisible».

Hay «utopías posibles», reivindica desde su «rebeldía afectiva y efectiva». «Pero el pensamiento autoritario, el que desarrolla una didáctica de amigo-enemigo y relaciones de dominio y no de ayuda mutua, nos hace creer que no lo son». Contra eso, lanza sus ‘maydays’, sus mensajes gritando peligro y pidiendo ayuda. «Es que eso sí que es un virus, como otra cepa: que la fábrica de odio esté produciendo a tope cuando lo que se necesita es solidaridad». Lo dicho, «caos o comunidad», he ahí la cuestión en «época de colapso y apocalipsis». Y, si la reflexión se hace con humor, mejor que mejor. «Ya lo dijo Dario Fo, que ante la injusticia hay que echar una carcajada».

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