Diario de León
La imágenes, tomadas ayer mismo, muestran distintos espacios del municipio de Regueras de Arriba, con las iglesias de los dos pueblos, plazas, una canalización de riego... En la foto central se ve, en primer plano, un campo de maíz con su color dorado señal de que ya casi está listo para la cosecha, con la silueta de una de las dos localidades al fondo, en la que sobresale la iglesia; imagen típica de los pueblos del páramo.

La imágenes, tomadas ayer mismo, muestran distintos espacios del municipio de Regueras de Arriba, con las iglesias de los dos pueblos, plazas, una canalización de riego... En la foto central se ve, en primer plano, un campo de maíz con su color dorado señal de que ya casi está listo para la cosecha, con la silueta de una de las dos localidades al fondo, en la que sobresale la iglesia; imagen típica de los pueblos del páramo.

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En el suroeste de la comarca del Páramo, bañado por las aguas del río Órbigo, se encuentra el municipio de Regueras de Arriba, formado por la localidad del mismo nombre y por la de Regueras de Abajo, apenas separadas por unos cientos de metros. Juntas pero no revueltas. Una tierra cargada de historia y de historias como la que habla del ‘Campo a medias’, esa franja que divide los términos de los dos pueblos que no es de uno ni de otro, sino de los dos. O quien sabe...

El municipio cuenta hoy con algo menos de 300 habitantes. Su economía, desde tiempo inmemorial, está ligada, como en toda la zona, a las labores del campo. El maíz aquí es amo y señor en las amplias parcelas de regadío, donde también se siembra remolacha, alubias, trigo...

Sus pueblos son un claro ejemplo de la arquitectura rural tradicional del sur de la provincia con calles generalmente amplias, casas de dos plantas organizadas a línea de fachada, plazas y rincones, parques y espacios de ocio... Como no podía ser de otro modo, cada pueblo cuenta con un rico patrimonio, muchas veces poco reconocido por los propios vecinos. Las propias iglesias son un buen ejemplo de ello, cada una con sus propias características y circunstancias. Con sus torres de espadaña, símbolo de una forma de hacer en toda la comarca.

Sus fiestas locales, que consiguen atraer a cientos de vecinos de localidades cercanas en torno a las actividades y a las verbenas con orquestas de primera fila, son otro de sus grandes atractivos.

Pero si algo tiene de especial visitar las decenas de pequeños pueblos que salpican la provincia de León, es el encanto de recorrer sus calles, todas similares, pero todas diferentes, hablar con sus gentes, rebosantes de la sabiduría que les ha dado la universidad de la vida; una vida llena de sacrificios y abnegado trabajo, pero también salpicada de historias, de alegrías, de acontecimientos que sólo hay que sentarse al lado de sus mayores para que rápidamente empiecen a salir a borbotones. Historias sin los artificios que impone hoy el pensamiento urbano, historias reales y, sobre todo, vividas.

Y si uno se sale de los cascos urbanos, aquí el campo se muestra como espacio de trabajo marcado por el regadío que sirve de sustento a sus habitantes. Pero también como espacio de ocio y de otro tipo de recursos como pueden ser la caza menor de liebres, perdices o codornices o la pesca en el río Órbigo.

Otro de los grandes recursos es el sector maderero en las riberas del río que proporciona importantes ingresos.

Regueras de Arriba y de Regueras de Abajo son dos localidades y un sólo municipio con identidad propia, un lugar al que escaparse en busca de la tranquilidad en cualquier época del año: primavera, verano, otoño o invierno; cada estación con su propia peculiaridad, con su propio atractivo. Pasear por sus caminos, por las veredas y choperas, oír el canto de los pájaros, ser sorprendidos por un águila persiguiendo una presa, oler una flor o descubrir una zarzamora a orillas del camino; ver correr una liebre o escuchar la llamada de una perdiz. Cosas simples, en definitiva, pero llenas de verdad, de contacto con el entorno, con un entorno que aún hoy se ofrece al visitante en todo su esplendor.

Y todo ello apenas a cincuenta kilómetros de la capital leonesa, a cinco de La Bañeza o a unos quince de Santa María del Páramo. No hay, pues, excusas para no hacer una visita. Regueras recibirá a todos con los brazos abiertos.

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