Diario de León
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León

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josé enrique martínez

Jesús Díez comenzó escribiendo poesía y, con el sentimiento lírico siempre a punto, ha derivado hacia el relato y el libro lujoso con textos y fotografías propias. Ha recogido su obra poética en Ser otoño del viento, con el subtítulo de Poesía 1980-2005. Ocho libros de poemas en total, de Pentagrama de neón, publicado en 1980, a Jazz del ángel caído, inédito solo en parte, pues a él han pasado los poemas de Antes de punto y aparte (1996). Quedan fuera las tentativas de Antología a oscuras (1982) y algunos libros se han rehecho, como los versos de Clepsidra de otoño (1995), ahora poemas en prosa. La poesía de Díez desarrolla un doble viaje, el real hacia las ciudades del mundo y el del retorno a los paisajes de la infancia, lo que origina una serie de dobletes correlacionados: ciudad y pueblo, asfalto y naturaleza, presente y pasado o memoria.

Los libros se suceden alternado uno y otro mundo. En el primer poemario, Pentagrama de neón, la fluidez verbal y la copiosa imaginería difumina la ciudad, mejor definida cuando se atiene a «la arcilla de la diaria realidad» que cuando fulgura en la incandescencia metafórica, por más que esta pueda servir para sobrepasar la materialidad de la urbe madrileña o de las poetizadas en Aldabas de otro mar y Cariátides del sur, Dubrovnik, Venecia, Corfú, Sarajevo, Florencia o la Lisboa de Velamen del poniente (2003). La metaforía parece transformar el mundo, alejar sus miserias en favor del fulgor y la luminosidad. El ámbito rural (el del Curueño natal del poeta), da pie a libros como Nogal de pergamino, Clepsidra de otoño o La nieve, ¿qué silencio? Aquí los núcleos temáticos son la infancia y el paisaje: un regreso imaginario, una recreación sin idealizaciones, la realidad del trabajo y el sudor, del bieldo y la rueca, del arado y el frío. Evocan el consabido enraizamiento de los poetas leoneses en su tierra de origen.

Formalmente destacan algunos aspectos llamativos: los ramalazos irracionalistas, sobre todo en los primeros libros, la reiteración de algunas palabras (neón, asfalto o jazz; rueca o levadura, más otras de prestigio como aldaba, góndola, aljibe, alféizar...); la proliferación metafórica es otro rasgo esencial, así como el uso del verso libre: no hay en la poesía de Jesús Díez medidas o esquemas rítmicos y estróficos de la tradición; por fin, el signo autobiográfico: su poesía refleja básicamente las vivencias de un yo identificable con el propio poeta.

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