El rostro de las PCR

ANA GAITERO

LEÓN

Cuando nadie qué era una PCR ni que en pocos días el país acabaría confinado por el covid-19, este enfermero luso afincado en León se entrenaba con las primeras. «Empezamos el 29 de febrero con la Gerencia de Atención Primaria de León», comenta.

Es uno de los rostros rostro que se asoma cada mañana a las ventanillas de los coches que desfilan por el Palacio de Exposiciones de León para saber si tienen o no tienen el virus o que acuden a la llamada de residencias de mayores ante una alerta por posible brote.

Envuelto en una epi de cuerpo entero, con gafas de plástico y doble mascarilla, el enfermero obtiene la muestra casi al mismo tiempo que pronuncia las palabras mágicas: ‘Marcarilla abajo, boca grande’. Cuando menos te lo esperas, ya ha introducido el bastoncillo en la garganta y en los dos orificios de la nariz.

En diez meses ha extraído muestras para cerca de 70.000 PCR. Y no cree que la misión se acabe pronto. Tres equipos siguen activos en el área de salud de León a cargo de la Gerencia de Atención Primaria. «La colaboración y la paciencia de la gente» es lo que más destaca Luis Ferreira. Contento del trabajo cumplido —«la gente valoró el esfuerzo que hacíamos, dándolo todo»— destaca que las condiciones para los equipos y la ciudadanía «mejoraron mucho las condiciones cuando pasamos al Palacio de Exposiciones», desde el aparcamiento de Clarés. Durante el confinamiento y hasta el verano estuvieron en el CHF, aguantando el final del invierno y los días invernales de la primavera. Y viendo el miedo dibujado en las caras de las personas. A la vuelta del verano, el semblante de las personas que iban a dejar su muestra para la PCR había cambiado. Y el perfil: mucha gente joven, muchas familias con criaturas.

La pandemia avanzaba y las PCR aumentaban su positividad de forma alarmante. La segunda ola la vieron llegar entre las colas de coches en Clarés y la demanda que llegaba desde los pueblos. Sahagún, Mansilla, Benavides, Valencia de Don Juan... Las jornadas se alargaban desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde sin descanso y bajo un calor abrasador, chorreando dentro del buzo.

Con la segunda ola medio doblegada la demanda de pruebas ha bajado de casi mil u ochocientas al día a unas 300. «No creo que se acabe pronto. Estamos esperando la tercera ola», apunta.

La familia —está casado con una enfermera y tiene dos hijos— y las abejas —produce miel en El Bierzo, su tierra consorte— son su vía de escape, además de la lectura y los paseos. La experiencia como apicultor fue una ventaja para soportar el buzo que al principio no todos los sanitarios toleraban. A Luis Ferreira le interesan los libros de autoayuda. Recomienda ‘La paradoja del chimpancé’, de Steve Peters, el famoso psiquiatra que apoyó con sus secretos al equipo ciclista inglés en las Olimpiadas de Londres.

Diez meses en primera línea y no se ha contagiado de la enfermedad. «Hay que seguir. Cuidándonos y con paciencia... y esperar mejores tiempos», afirma Ferreira. La labor que desempeñan estos equipos en la pandemia debe servir para «que valoremos el papel que tiene la Atención Primaria» en el sistema sanitaria como pilar de la prevención.

Agradece la colaboración que día a día reciben de la Policía Local, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía y de todas las personas que, como él, han estado en el frente de batalla más cercano al virus y a cubrir las necesidades básicas.