Diario de León

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León

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alfonso garcía

La muerte tiene múltiples aristas, entre otras cosas porque «es un concepto –escribe el autor- que solo puede enseñarte la propia vida». De ahí que esa práctica progresivamente extendida del necroturismo sea no solo una forma de normalizar el hecho, sino de aprendizaje, diversión incluso. Lo que se ve y escucha en muchos cementerios, por ejemplo, son epitafios curiosos, esculturas y monumentos de magnífica factura, referencias a personajes enigmáticos, leyendas fantasmales, mensajes cifrados, apariciones espectrales… Historia, dentro de su contexto, con lo que ello aporta al conocimiento, ficción, hipótesis con sus deslumbrantes anotaciones, enigmas sin fin son algunas de las propuestas de estas Tumbas misteriosas.

Los enigmas que ilustran la tumba de Julio Verne, la de tantos hombres ilustres del cementerio parisino de Père-Lachaise, las de Drácula, el Papa Inocencio VIII, Shakespeare o las múltiples curiosidades del «obispo insepulto de Jaén». Añádase el misterio que rodea la de Allan Poe y los numerosos que se dan cita en el cementerio londinense de Brompton o la maldición de la de Tuntakamón. Por si le parece poco, intente acercarse a la inquietante de Nostradamus, a la de las manos amorosas en Roermond (Países Bajos), que salvan la última dificultad después de la muerte o el personaje enigmático e interesante de Gustavo Adolfo Bécquer, acaso la tumba vertical de Alfaro, el secreto macabro de la de Goya o aquellas que llegan revestidas de un amor que supera límites y circunstancias (Amantes de Teruel o Macías «el enamorado»). ¿Conocía la inspiración de J. K. Rowling, la autora de Harry Potter, en el cementerio de Edimburgo, que aprovechó los nombres de sus lápidas? Un viaje diferente, en definitiva, pero un viaje que nos acerca a destinos poco habituales –desde la antigüedad a nuestros días-, donde no poca carga de misterio se convierte en protagonista, a sabiendas de que la muerte no es más que un proceso de la propia vida.

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