Diario de León
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doménico chiappe

El testimonio femenino de los campos de concentración surgió, poco a poco, como si no hubiera urgencia, de los labios y la escritura de las supervivientes. Una de ellas, Charlotte Delbo, comenzó a redactar lo que vivió en Auschwitz y Ravensbrück, mientras se recuperaba. Pero tardó dos décadas en publicar el primero de una trilogía. En 1965 se publicó Ninguno de nosotros volverá y, cinco años después, Un conocimiento inútil, los dos primeros tomos que ahora se reeditan en España, de manos de Libros del Asteroide y con traducción de Regina López Múñoz. Delbo no era judía. Era miembro de la resistencia francesa. En las primeras páginas de su obra. «Vosotras podéis tener esperanza, pero nosotras...», cuenta que le responde una prisionera judía que con la mano hace un gesto que «alude al humo que asciende». El humo de las chimeneas del crematorio donde se reducían a cenizas los cuerpos de los que morían en las cámaras de gas.

Los relatos más urgentes del genocidio nazi se escribieron en primera persona. Memorias sin artificios de ficción que intentaban abarcar el horror desde el detalle de lo personal. No son demasiados y destaca Si esto es un hombre, de Primo Levi.

Con el tiempo, otros grandes autores han abordado la cuestión desde distintas perspectivas, recurriendo en ocasiones a la novela, como Imre Kertész, que también fue deportado a Auschwitz en 1944, con quince años; o Patrick Modiano, cuya obra ronda los campos de concentración, de los que su padre escapó, escondido en París.

La voz de Delbo, sin embargo, se desmarca de estos acercamientos, con formalidad literaria. Ensaya la difícil tarea de describir el horror con hermosas composiciones de la palabra. Con el uso indistinto de poesía y prosa, recurre a la belleza literaria para contar el dolor, la supervivencia, la amistad y la indiferencia. Lo bueno y lo malo del ser humano enfrentado a extremas condiciones de crueldad, que no simula ni disfraza. Es su humanidad descarnada durante los 27 meses de cautiverio, entre 1943 y 1945. Auschwitz no tiene una literatura femenina y otra masculina. No hay forma de separar en géneros los límites de la infamia y la tortura. En la crudeza transmitida a sus lectores, la obra de Delbo es comparable a la de Levi. El sadismo de los nazis, el invierno, la insalubridad del barracón era la misma para unas y otros. También la locura.

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