Diario de León

Sólo en las palabras tiene ahínco el corazón

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León

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josé enrique martínez

Antonio Lucas es el director de La Esfera de papel en El Mundo, donde mantiene una columna de opinión. Periodista lúcido y agudo, no resulta menos brillante como poeta en Los mundos contrarios (2004) y Los desengaños (2014). En 2016 reunió toda su obra en Fuera de sitio (Poesía, 1995-2015). Destacaba entonces en mi reseña una veta reflexiva y un moderado irracionalismo que en el nuevo libro, Los desnudos, no es ajeno a piezas referidas a García Lorca y Leopoldo María Panero.

Si hacemos caso al primer poema, Los desnudos del título son los desprotegidos, los marginados, los periféricos, «los desconvocados, / los sin templo, / los ajenos»; pero el «nosotros» del poema nos incluye a todos, que somos «los del borde de una fe que ya no abriga», pero sin perder la esperanza pues algún día «ganaremos el mar». El poemario es, en palabras del poeta, «una expedición por la vida hilando los pequeños momentos que la hacen grande, que la agitan, que la encienden, que la desarman». Esos pequeños momentos dan sucesión al vivir, porque los grandes son las guerras, la violencia, los odios... «Vivir se concreta en lo pequeño», enuncia un poema, aunque no sean cosa menor los asuntos a los que se acerca el poeta, como el amor y la amistad, que es uno de los motivos. A su lado, el viaje o la propia poesía, porque «solo en las palabras tiene ahínco el corazón». Otro motivo se concreta en una pieza formidable, «Alfarero», que poetiza la magia de los cotidiano y repetitivo, la «gloria de la monotonía». Quiero destacar también el tema de «España» en el poema así titulado. No hace tanto que la revista Ínsula dedicó un monográfico a tal asunto en la poesía contemporánea: Vilas, Trapiello, D’Ors, Cuenca, Juaristi... La España de Lucas es un país de contrarios: leyes contra leyes, herido de sí mismo, etc. Antonio Lucas poetiza desde un yo potente que formalmente origina versos taxativos, abundando en definiciones poéticas inobjetables: «Recordar es un huésped despiadado», «El hombre es una prórroga de muchos seres previos»... El lenguaje brillante, la capacidad visionaria, las imágenes fulgurantes pueden hacer recordar a novísimos como Carnero o Gimferrer. De hecho ya en su libro Lucernario (1999) había poetizado a la Venecia decadente, mito que, a fuerza de reiterarlo, dio el nombre de «venecianos» a los de aquella generación. Y significativamente la ciudad reaparece en Los desnudos en el poema «Venecia, como entonces».

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