Diario de León

Stassi pasa ‘Nada’ a la novela gráfica

l El dibujante italiano convierte en viñetas la obra de Carmen Laforet

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sergio andreu

El dibujante italiano Claudio Stassi se ha especializado, casi por casualidad, dice él, en convertir en novela gráfica obras literarias emblemáticas ambientadas en Barcelona, primero con su versión de «La ciudad de los prodigios», de Eduardo Mendoza, y ahora con la amarga Nada, de Carmen Laforet. Fue Stassi quien le propuso a David Hernando, editor de Planeta, donde estaban muy satisfechos con su adaptación de las vicisitudes del pícaro Onofre Bouvila, convertir Nada en cómic, después de que su esposa le pusiera sobre la pista de que allí había buen material para otra novela gráfica. «Planeta abrió la posibilidad de seguir trabajando juntos y me preguntaron si quería hacer otra adaptación. Acababa de leer ‘Nada’, que le había regalado a mi mujer, a la que le había encantado. Se lo propuse a David, me dijo que sí y empecé a trabajar en el guión», explica Stassi.

El dibujante tenía el reto de recrear la oscura y derrotada Barcelona de postguerra, una ciudad postrada por el franquismo, a la que llega la joven Andrea para vivir en el piso que su abuela y sus tíos tienen en la calle Aribau, un asfixiante infierno doméstico del que sólo se evade en sus clases en la universidad, una historia que Laforet escribió con 23 años y que le valió el premio Nadal en 1945. «Fue un flechazo increíble, Nada es una obra magnífica, muy representativa. Al leer cada página, te imaginas cada escena, cada momento, cada rostro, y eso es un lujo cuando luego tienes que representarlo en novela gráfica porque te da las herramientas necesarias para dibujarlo correctamente, no sólo las ambientaciones, sino lo que es cada protagonista», afirma el historietista siciliano.

Volver a recrear Barcelona pocos años después de donde la dejó en La ciudad de los prodigios, tras la segunda exposición de 1929, ha sido una experiencia gratificante para Stassi, que se documentó a través de fotos y películas sobre cómo era la capital catalana en los cuarenta y el interior de los laberínticos pisos del Eixample. «Me gusta contar la realidad que vivo; residir en Barcelona me ayuda a representar el día a día que veo, aunque sea de épocas anteriores, me permite descubrir un poco mejor la ciudad que me ha acogido y saber cómo era antes», comenta el autor, que consultó con personas que vivieron aquella época sobre los usos y herramientas habituales en las casas de entonces.

En lo narrativo, el dibujante italiano destaca la forma en que la jovencísima Laforet logró gracias a la definición de sus personajes, en un ambiente claustrofóbico, marcado por la violencia de los tíos de Andrea hacia las mujeres, sortear la censura de su evidente critica social. «Poder publicar una novela que es claramente una obra feminista, que critica abiertamente al machismo cotidiano y doméstico, que en aquella época era enormemente fuerte en las familias y que todavía sigue perjudicando la sociedad», se sorprende Stassi sobre la audacia y la modernidad de la voz femenina de la escritora.

La novela original de Nada ofrece una estructura lineal, sin saltos temporales ni complicaciones narrativas, aunque el dibujante se permita algunos trucos gráficos para hacer avanzar la historia, con flashbacks sobre la vida de la familia durante la Guerra Civil, o al recrear las pesadillas que alteran las noches de Andrea. El texto, los diálogos, tienen en esta adaptación tanto protagonismo como las tenebrosas viñetas, que parecen cubiertas por una capa de hollín, como si el sol no existiera. «Quería jugar más con la expresividad de los personajes que con la gestualidad, que el texto sirviera para mostrar la personalidad de cada uno; éste es un libro que te deja preguntas más que respuestas, es lo más bonito de la novela, te hace pensar, no te da las soluciones en bandeja, hace que las busques en cada rincón de la historia», desvela el dibujante.

Un tratamiento del color que refleja el efecto de ese ambiente opresivo en la vida de los protagonistas, seres devastados por la guerra, por los secretos, las medias verdades, en quienes ha anidado la locura y el desaliento moral, y donde Andrea, a la que Stassi dota en ocasiones de una luz propia que ilumina su rostro, «es un poco la esperanza».

Su experiencia con estas dos adaptaciones consecutivas ha servido al historietista italiano para delimitar los estilos bien diferenciados de los dos escritores barceloneses. «Laforet me recuerda a Ibsen en Casa de muñecas, y la escritura de Mendoza es más grotesca, irónica, aunque utilice un lenguaje clásico del género negro, del polar. Son dos tipologías bien diferentes de narrar, pero las dos, al mismo tiempo, te cogen y te meten dentro de la historia, y hacen que vivas con los personajes esas aventuras», disecciona el dibujante.

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