Diario de León

EL SUPERVIVIENTE DE TIANNANMEN

El señor Bao, Bao Tong, ha sido purgado en China tres veces. La última durante la revuelta de la Plaza de Tiannamen, de la que 32 años después se desconoce aún el número de víctimas. No importa que sea un anciano de 89 años, casi ciego. Pekín lo vigila las 24 horas del día

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Lleva bajo estrecha vigilancia desde 1989 y está acostumbrado a las trabas, así que cuando a los periodistas se les impide acceder a su vivienda, no tiene inconveniente en salir a la calle y sentarse a charlar en un cercano restaurante de comida rápida.

Bao Tong (Haining, 1932), el más alto cargo en ser encarcelado en relación con las manifestaciones de Tiananmen del 89 por su apoyo a una solución dialogada, comenta que en la calle es más fácil para las autoridades estar al corriente de lo que dice a la prensa internacional.

Su agudeza mental suple con creces su parcial ceguera, a pesar de la cual se empeña en demostrar la autonomía física de la que goza a sus 88 años. Cuando quiere recalcar una afirmación, se toca la punta de la nariz con el índice derecho.

En 1989, Bao Tong era el primer secretario del secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), el malparado Zhao Ziyang, depuesto por su predisposición al diálogo con los manifestantes y quien vivió bajo arresto domiciliario hasta su muerte, en 2005.

Bao Tong también era entonces miembro del Comité Central del PCCh y director de la Oficina de Investigación y Reforma del Sistema Político. Bao Tong es una excepción al mutismo de la cúpula china. Bao Tong es quizá el mayor disidente del país.

«Me vigilan las 24 horas del día», afirma. «No sólo personas, sino también coches, porque tienen miedo de que tome un taxi». Luego matiza que no es porque un anciano de hablar pausado tenga en jaque al todopoderoso Gobierno chino: «No tienen miedo de mí o de lo que yo diga, sino de que lo sepan otras personas».

El señor Bao fue purgado en 1957 durante la campaña antiderechista, durante la Revolución Cultural (1966-76) y, por último, días antes de que comenzara la masacre del 4 de junio de 1989, cuyo número de manifestantes muertos a manos del Ejército sigue siendo desconocido 32 años después.

Le arrestaron el 28 de mayo de ese año y hasta 1992 no le juzgaron y condenaron a siete años de cárcel, acusado de «revelar secretos de Estado» y de «propaganda contrarrevolucionaria». Le liberaron en 1996, pero pasó dos años más internado en un alojamiento militar.

La China actual, dice, dista mucho de la de 1989, cuanto cientos de miles de personas —y algunos días hasta millones y no sólo universitarios— se echaron a las calles de Pekín y de otras ciudades chinas a reclamar el fin de la corrupción y apertura política.

Bao cree que aquel 4 de junio en el que descarriló la reforma política china fue un punto de inflexión en el país asiático: «Desde entonces, la gente tiene miedo a luchar».

En aquel momento, fueron muchos quienes expresaron sus opiniones, y hasta quedó patente que dentro del propio Gobierno y del PCCh también había distintas concepciones, de entre las cuales —y para el pesar de Bao y otros tantos— terminó imponiéndose la más reaccionaria.

No obstante, y a pesar de la percepción de un liderazgo monolítico en la China actual, Bao sostiene que sigue habiendo «diferentes voces tanto en el país como en el Partido», sólo que «en algunos países está prohibido expresarla».

Si se le pregunta por los cambios necesarios para la China actual, la mayor víctima política de Tiananmen lo tiene claro: «Primero, libertad de prensa. Es lo que más necesitamos. Hay muchos cambios necesarios pero para eso es imprescindible que haya libertad de prensa».

A partir de ahí, opina Bao, «habría que deshacerse de las ‘características chinas’», un recurrente giro dialéctico utilizado por Pekín para justificar la adaptación a sus propias necesidades de sistemas extranjeros.

—¿Cree que el Gobierno va a permitir esos cambios?

—«Ahora mismo, no lo veo, pero tal vez porque tengo mala vista».

Su deseo es que «todo el mundo cuente lo que sepa sobre el 4 de junio, pero la gente cada vez habla menos y muchos líderes fallecieron». Y en las escuelas, en la prensa, en las redes sociales, ese funesto episodio histórico está fuertemente censurado.

Bao Tong defiende que cuando los colegios chinos puedan educar sobre Tiananmen, los niños aprenderán «libertad». Una libertad mayor de la que él nunca pudo gozar, y que le ha sido limada de varias formas distintas a lo largo de su vida.

—Con tantos años de desdicha y entre rejas, bajo vigilancia y objeto de críticas simplemente por pensar como piensa, ¿se arrepiente de algo?

—«Es muy normal que en China te persigan por tus ideas. No puedo decir que me arrepienta. Y hay mucha gente que ha sufrido más que yo. Muchos murieron, y yo sigo vivo».

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