Diario de León
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León

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josé enrique martínez

Un mentido color, de Benítez Reyes, es título que procede de unos versos de Meléndez Valdés que figuran como lema. «Mentido» alude a algo fingido, simulado, irreal o aparente, palabras que se reiteran a lo largo del poemario. En ocasiones apuntan a ese ser extraño que se confunde con el propio yo, un tema que dio título a un libro anterior del poeta, Las identidades (2021). De la lectura de Un mentido color emerge una suerte de melancolía, a veces imperceptible, aunque poco a poco vamos atisbando entre la niebla alguna luz débil que alumbra «un fluir sin un orden ni un sentido: / apenas un vagar en vuelo libre / por dentro de la nada y de uno mismo». Son los versos concluyentes del poemario, y aunque en boca de un supuesto navegante, ¿a quién pueden representar sino a cualquiera de nosotros, los que navegamos o vagamos por el tiempo? La impregnación temporal es uno de los rasgos de la poesía de Benítez Reyes, rasgo que brota de su sensibilidad elegíaca. Son aspectos que reaparecen, por ejemplo, cuando el poeta cumple sesenta años y cavila: «En el tiempo nos somos y no somos / sino una sucesión de irrealidades»; o cuando celebra la permanencia del amor «ante la fuga inmoderada del tiempo y la memoria». Esa fuga conduce a la muerte y a la nada, algo cada vez más acuciante en los versos del poeta, como vemos en «Las artes y las ciencias», poema en el que plantea que todos los trabajos y saberes de los hombres concluyen «ante esa muerte que viene / con su grande cabalgata».

Mencionaré los poemas inspirados en la lectura, el arte y la canción. Es otro modo de dar nueva vida a figuras y textos del pasado. Comparecen en diferentes poemas D. H. Lawrence, Laforgue, Pound y Pessoa en un largo poema que pone en boca de uno de sus heterónimos, Bernardo Soares, y en Pessoana, título de tres poemas, uno en inglés, basados en sendos versos de los 35 Sonetos Ingleses que el portugués publicó en 1918; más interesantes resultan para mí Venus de Itálica sobre una estatua de la antigüedad oculta durante siglos, símbolo ahora de «el pulso inmóvil de la perpetuidad» y «simulación exacta de la vida», y Remember…, canción de Passenger cuya letra insiste en la fugacidad de la vida cuando uno deja de ser joven y que acelera en el poema de Benítez Reyes la faz temporal y melancólica, pues «todo es avanzar / no hacia quien eres, / sino hacia quien vas dejando de ser, / para al fin encontrarte / con las manos vacías de ti mismo».

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