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«En todas mis novelas mi obsesión es una vuelta a la tierra»

Marta del Riego regresa a sus raíces leonesas en ‘Pájaro del Noroeste’

León

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Volvió a la naturaleza como Icia, la protagonista de Pájaro del Noroeste. Durante la larga pandemia la periodista y escritora Marta del Riego se refugió en La Bañeza —La Salgada en la novela— para pulir y corregir un texto que comenzó hace cuatro años. Tras publicar La biblia blanca: historia sagrada del Real Madrid, en su cuarta novela aborda la historia de una mujer que teme estar viviendo de prestado y decide retornar a la ciudad de su infancia.

—¿De qué va ‘Pájaro del Noroeste’?

—La novela la empecé hace cuatro años. Es la historia de Icia (Cecilia), que va a cumplir 40 años y ha intentado varias veces ser madre y no logra tener hijos. Cuando la despiden del trabajo y deja a su amante, decide entonces volver a su tierra, La Salgada —que es La Bañeza—, para poner en marcha las viñas de su familia. Si no puede tener hijos, tendrá uvas. Es, en principio, la última vendimia. Pero llega a una tierra dura y ni su familia ni el resto de la gente la reciben con los brazos abiertos. Tiene una madre que está obsesionada con los pájaros y un hermano que desapareció por las drogas. En definitiva, una familia conflictiva. Es una novela que habla de la maternidad, que ella sustituye por la fertilidad de la tierra; y es una novela que habla del regreso a las raíces, una especie de música lejana que nos hace querer volver a sembrar algo. Con el confinamiento, me fui a La Bañeza el 11 de marzo, cogí a mi hijo de 7 años y allí acabé la novela. Creo que a la gente ya no le gusta la ciudad. En el confinamiento me entraron ganas de sembrar, planté tomates, albahaca...

Portada del libro. DL

—¿La pandemia influyó de alguna manera en la novela?

—No. La novela ya estaba terminada. Lo que hice en los dos meses duros del confinamiento fue reescribir. Soy muy obsesiva con las correcciones.

«La pandemia me ha hecho ver las cosas importantes, que son la familia, los amigos, disfrutar del campo y la cultura»

—Has hecho el camino de vuelta como la protagonista, de Madrid a La Bañeza. ¿Hay más coincidencias?

—En todas mis novelas, mi obsesión es una vuelta a la tierra. Siempre hay una parte autobiográfica. Mi familia tenía viñas. Mi abuelo hablaba con reverencia de la prieto picudo; y mi padre, también. He oído sus historias. La novela describe esa uva y las bodegas del sur de León, que parecen iglús excavados en la tierra. Ahí están todos los paisajes de mi infancia. Un personaje que me encanta es el de la abuelastra de la protagonista, que es una especie de bruja que vive en una casa de tapial llena de gatos. Yo tenía una bisabuela, la segunda esposa de mi bisabuelo, muy parecida a ella. He cogido muchas referencias de mi infancia.

—En la novela hay otros paisajes de León...

—Sí. Están los Barrios de Luna, a los que yo iba mucho de pequeña, al pantano y a la fiesta del pastor, que a mi padre le encantaba, porque era vicepresidente de la Confederación Hidrográfica del Duero. También está el Teleno, que es el monte de referencia de La Bañeza; y los petroglifos de Peñafadiel. Son escenarios muy cinematográficos y literarios. Y el mundo del vino, que está renaciendo. La ficción se ha adelantado a la realidad. Hay una novelita muy curiosa de 1928, Vendimiario, que habla de la industria del vino en La Bañeza en aquella época. Tuvo una industria muy potente en los años treinta, que luego se arruinó. Ahora está renaciendo. Cuando empecé la novela conocí la bodega Fuentes del Silencio, hablé mucho con José Peñín, el de la guía de vinos, que me contó muchas cosas del prieto picudo; también en la novela sale Valdevimbre.... Es un homenaje a ese mundo.

—¿Te gusta el mundo vitivinícola?

—Sí. Es un mundo muy literario. He participado en varias vendimias, en el Bierzo, que también sale en el libro. Es increíble que en una tierra reseca y pedregosa, un páramo en el que no crecería el trigo, salgan las cepas. Me fascina el mundo del vino. He hecho varios cursos y me encantaría hacer uno de enología. Se están haciendo cosas estupendas con los vinos en León. También hay gente muy loca en ese mundo, que cree que las cepas hablan entre sí....

—¿Qué te parece La Bañeza después de haber vivido en Londres, Berlín y Madrid?

—Estos seis meses han sido estupendos, con la salvedad de que la pandemia ha sido terrible y ha muerto gente; pero en Madrid habría sido peor. En La Bañeza, en cinco minutos, estás en el campo; y en veinte minutos, en un paisaje salvaje... Los años que pasé fuera me encantaron, me gusta viajar, pero tengo unas raíces muy profundos y con los años me gusta más La Bañeza. Tengo un grupo de amigos, Los Vencejos, que hacen facenderas, compartimos comidas... Veo importante tener un pie en la tierra.

«Mi abuelo hablaba con reverencia de la uva prieto picudo. En la novela están todas esas historias»

—¿Ha sido una estancia temporal?

—Me planteé quedarme, porque me daba miedo y pereza volver a Madrid. En La Bañeza todo es más tranquilo y puedo teletrabajar, pero volví para darle una oportunidad a Madrid y porque mi hijo va aquí al colegio y tiene sus amigos. Es difícil cambiar de vida. Sin embargo, ahora trabajo de otra manera, me lo tomo con más filosofía. La pandemia me ha hecho ver las cosas importantes, que son la familia, los amigos, disfrutar del campo, la cultura y las lecturas. No necesito más.

—¿Has cambiado el periodismo por la literatura?

—En buena parte, sí. Hago comunicación desde hace tres años, desde que dejé Vanity Fair. El periodismo me encanta, me gusta hacer enterevistas. Mi parte de escribir la he volcado en los libros. También he publicado una guía de Berlín, quiero escribir un cuento para niños y estoy con un poemario. El periodismo me interesa menos. También escribo mucho en redes sociales, que me han ayudado mucho en la pandemia. Mi parte periodística igual la vuelco más en redes sociales, que son muy divertidas. Me ayudan a sentirme menos sola. Hices vídeos con mi hijo, al que llamo pequeño zar.

—En ‘Pájaro del Noroeste’ hay una trama policiaca, con asesinatos...

—Sí, es una novela con muchas capas. Siempre me planteo escribir algo sencillo, pero me supera la ficción. La novela tiene una parte negra. Mi editor me planteó venderla como novela negra, pero a los lectores de novela negra puede desilusionarles; es un cruce de géneros. Arranca con un muerto colgado de una viga en la vendimia. Hay más muertos y toda esa parte misteriosa que tiene León. La sangre es del mismo color que el vino. Hay un guardia civil que investiga las muertes y que se cruza con la protagonista.

—Es una novela con muchos términos leoneses....

—Sí, porque desde pequeña he oído esas palabras y me encantaban. Tenía un cuadernín en el que las escribía. Vamos a reivindicar nuestra lengua y cultura tan especiales. Si alguien escribe en Escocia o Irlanda y usa términos propios, a todo el mundo le parece bien. Es una riqueza que está a nuestro alcance. La abuelastra de Icia, que procede de La Cabrera, usa muchísimas palabras del llionés. Ella posee esa sabiduría ancestral. También hay leyendas que oía de pequeña, como la del renuveru y las culebras, que mamaban de los pechos de la mujer. O que la grulla si volaba sobre un tejado anunciaba que alguien había muerto. Me parece algo muy misterioro.

—¿Estás escribiendo una nueva novela?

—Quiero contar una historia de mi familia, sobre la Guerra Civil, cuando a mi abuela la raparon la cabeza; y también de los años posteriores, mezclado con mi propia vida. Se irá fraguando. Pero ahora estoy con un poemario, sobre historias de mujeres y sexo.

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