Diario de León
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Uno de los últimos enigmas sobre Federico García Lorca es encontrar sus restos, afirma Carlos Mayoral, autor de la novela Yo no maté a Federico (Espasa) sobre la muerte del poeta en Granada, en 1936 al poco de comenzar la Guerra Civil. Mayoral es pesimista y teme que no se encontrarán, porque como explica en una entrevista, «hay quien dice que la familia debió saber algo cuando llegó a un acuerdo con el régimen franquista para recuperar la obra de Federico. Es decir, que no debe ser imposible encontrarlos si se pone la voluntad necesaria». «Si hemos localizado a Cervantes, enterrado tres siglos antes, ¿cómo no vamos a encontrar a Lorca? Su cráneo era bastante particular, se sabe el cinturón que llevaba. En la novela hay dos líneas narrativas complementarias, el asesinato del poeta y la historia del joven pianista Germán Monteverde, al que García Lorca ayuda en sus inicios cuando es un humilde repartidor y se acerca hasta La Huerta de San Vicente para recoger el jornal. «Escucha entonces las notas de piano de Claro de Luna de Debussy tocadas por Lorca, y en ese momento cambia su vida. Creo que es el leitmotiv de la novela, que se extenderá por toda la narración: hasta en los momentos más oscuros de posguerra, cuando todo te ha abandonado, quedan esas notas, esa cultura a la que agarrarse», explica el novelista. Otro personaje importante es el del capitán Nestares, basado en un personaje real, y al que le caracteriza una ambigüedad moral y política. «Cuando uno observa la historia de lejos, claro, Nestares es «el malo». Se levantó contra un régimen democrático y además está involucrado en el asesinato del mejor poeta del siglo XX, pero cuando acercas la lupa y ves que intentó salvar a decenas de gentes «de izquierdas» escondiéndolos en su regimiento, que dio cobijo a muchos durante la posguerra, encuentras la ambigüedad que marca a todos.

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