Diario de León
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León

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Llegar a Valdefuentes es meterse de lleno en el corazón del Páramo leonés con sus inmensos campos de maíz aún verdes pero comenzando ya a tornar a amarillo, señal de que el fruto está maduro a la espera de la cosecha que arrancará en un par de meses. Remolacha, todavía ganando riqueza bajo la tierra, y alubias ahora en proceso de recolección, salpican su territorio.

El campo, siempre el campo como base de una economía cimentada en el trabajo de los brazos de hombres y mujeres que desde tiempo inmemorial han labrado la tierra para salir adelante. El regadío es hoy la base de su sustento, pero mientras al resto de la comarca el llegó a mediados del siglo pasado, aquí lo hizo varios siglos antes con su Presa Cerrajera (año 1315), cauce histórico que bien merece una visita, que sirvió para nutrir de agua a los campos por los que pasaba, también estaba salpicada de molinos, de los que aún se conservan varios.

El municipio está formado por las localidades de Valdefuentes y Azares del Páramo, pequeños pueblos donde reina la tranquilidad que estos días apuran el bullicio del verano, aún en estos tiempos marcados por la pandemia del Coronavirus, pero que en apenas unos días volverán a su sosiego habitual, como el que desprende su senda peatonal que comunica ambas poblaciones. Un lugar alejado de los grandes centros urbanos y turísticos que bien merece una visita para quien busque las raíces de la cultura leonesa. Hablar con sus gentes, sin prisa, es uno de los grandes placeres. Gentes sabias y trabajadoras, testigos de los cambios de una sociedad cada vez más urbanita que, en muchas ocasiones, se ha olvidado de lo primordial, de lo auténtico.

Y es que, si algo ha caracterizado a los habitantes de Valdefuentes del Páramo es su carácter emprendedor y trabajador. No en vano, a pesar de su pequeño tamaño, el municipio cuenta con varias empresas de carpintería metálica e importantes talleres fabricantes de maquinaria agrícola con merecida fama en toda la provincia por sus excelentes trabajos.

A ello hay que sumar su hospitalidad demostrada año tras año, por ejemplo, siendo el punto de encuentro en la cita de caminantes que parten de Santa María del Páramo y La Bañeza, para seguir todos juntos en una u otra dirección.

Las siluetas de sus dos pueblos están marcadas por sus casas de dos alturas (planta y piso), construcción tradicional de la comarca, entre las que se alzan las espadañas de las torres de piedra de las respectivas iglesias.

En Azares destaca su templo dedicado a la advocación de Santa María, de raíces mozárabes con su campanario haciendo de vigía. Fue construida en 1675 y restaurada a finales de la década de los 90 del siglo pasado. En su interior destaca el artesonado de traza ochavada, ornado de estrellas, que cubre el presbiterio, emparejándose en tiempo y valor con el retablo mayor, de rico dorado, que data de del siglo XVIII.

En esta misma localidad aún quedan restos de una ermita.

Por su parte, en Valdefuentes también se alza su iglesia, dedicada a San Juan Bautista, en la que vuelve a destacar su torre-campanario de espadaña.

Además, en este mismo pueblo puede visitarse un museo etnográfico al aire libre donde se exponen maquinas agrícolas que hace décadas eran utilizadas para las labores del campo.

Calles, plazas y rincones en las que respira tranquilidad, en las que aún quedan los vestigios de su historia sin renunciar a haberse sabido adaptar al paso del tiempo. Una delicia.

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