Diario de León

«Mi vida es con signos de exclamación»

La periodista Pilar Eyre fue semifinalista del premio Planeta

La periodista Pilar Eyre fue semifinalista del premio Planeta

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rosa palo

Pilar Eyre vive inmersa en su nueva novela, de la que solo puede decir que va de amor y guerra. Hace un alto en la escritura para charlar, y su voz característica, capaz de imitar a la reina Sofía cuando se lo piden («al principio me daba mucha vergüenza, que yo no soy Latre, pero ahora ya me da igual»), suena entusiasta. Esta animalista convencida, que luchó por la erradicación de las corridas de toros en Cataluña, es periodista, novelista, tuitera y, desde hace unos meses, también ‘youtuber’, ya que quiere poner a disposición de la gente joven «todo lo que he aprendido para que no muera conmigo».

—¿Con quién se iría de aperitivo un domingo?

—Me lo pones difícil porque siempre estoy escribiendo. El domingo es el día en el que entrego mi artículo a Lecturas y solo salgo para sacar a mi perro Brody. En plan hipotético, me lo tomaría con grandes escritores a los que admiro (la mayoría muertos, por cierto). Me encantaría, por ejemplo, tomar el aperitivo con Pérez Galdós. Sería la típica alumna coñazo que estaría haciéndole preguntas: cómo resuelve problemas narrativos, qué técnicas utiliza, cómo se documenta. Me alucina que una persona sola tenga esa cultura enciclopédica.

—¿Con alguien de la Casa Real no iría?

—No, no voy nunca a ningún sitio donde estén ellos. No me gusta estar en posición subalterna. Cuando veo fotografías de los Reyes o de la gente de la Familia Real, más que en las caras de ellos, me fijo en las caras de los que están alrededor. Y ya sean de izquierdas o de derechas, políticos o intelectuales, dan vergüenza ajena. Todo son sonrisas halagadoras y la lectura física de sus cuerpos es de sumisión. La presencia de las personas de la Familia Real convierte a la gente en gilipollas. Y yo no quiero, me niego, porque a lo mejor haría lo mismo y prefiero no tener trato con ellos. Para mí son material de estudio, de trabajo.

—Usted fue una de las pocas periodistas que, en su momento, se atrevió a contar los desmanes del rey Juan Carlos y otros miembros de la Familia Real. ¿Cómo ve que, ahora, se hable de ello sin cortapisas?

—No veo, por ejemplo, la serie sobre Bárbara Rey. Me da mucha rabia, no veo cosas que se hacen sobre los Reyes porque lo paso mal, igual que un arqueólogo experto que ve un reportaje ligero sobre las excavaciones de Egipto. Sé que muchas cosas están tergiversadas y, otras veces, solo se hacen eco de rumores. Tampoco quiero participar en esos programas, aunque ahora me han comprado los derechos de tres de mis libros para hacer series.

—Con Julio Iglesias sí se tomó el aperitivo y algo más. Cito textualmente: «Estuvimos una semana comiendo, cenando, haciéndolo todo. menos lo último». Y añade: «No era por falta de ganas mías».

—[Risas]. Tengo una extraña fascinación por Julio. Cuando dicen que es uno de los cantantes latinos más escuchados en Spotify, seguro que es por mis reproducciones, lo tengo puesto todo el día. Me encanta, leo sus entrevistas, aunque muchas de sus afirmaciones, ahora, resultan machistas: si las hiciera hoy me darían vergüenza ajena, seguramente; soy feminista y lo era también entonces. Pero es una forma de ser que me retrotrae a mi juventud, porque los chicos de mi época te conocían y te decían «tú serás la madre de mis hijos». Supongo que por eso me encanta, por lo que me recuerda, y lo encuentro muy gracioso, muy atractivo.

—Esa era la forma de ligar típica de su generación hasta que, tal y como cuenta en ‘Cuando éramos ayer’, su última novela, las mujeres se liberaron sexualmente.

—Claro. Yo siempre era un poco la rara, porque todas las niñas de mi generación, lo único que querían hacer era casarse y tener hijos, y yo siempre decía «no, no, yo lo que quiero es escribir». Y los demás pensaban «pobre, como es feíta, siempre tendrá esta salida».

—Pues usted ha ligado mucho.

—Bueno, las redacciones han sido siempre el caldo de cultivo de muchísimas relaciones.

—Y su entusiasmo por escribir sigue intacto.

—Todo me gusta, me interesa, me divierte. Estoy en la recta final de un libro del que me quedan aún tres o cuatro meses de trabajo, pero me llama mi correctora, que es nueva, y me dice: «Pones demasiados signos de exclamación, Pilar». ¿Pero cómo voy a transmitir el entusiasmo, si no es así? Mi vida es con signos de exclamación.

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