Diario de León

La vida ‘queer’ de Julio César

l Andrea Frediani recrea el talento militar del dictador romano

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antonio paniagua

El tiempo le dio la oportunidad de demostrar ser un alumno aventajado del macedonio. Venció en tres guerras civiles, entregó a Cleopatra el trono de Egipto e impuso un poder absoluto que le costó la vida, aunque en su asesinato pudo haber motivaciones no tan nobles.

Acuñó la famosa frase que aún se sigue pronunciando siglos después de su muerte: Veni, vidi, vici (llegué, vi, vencí), expresión que habla de la rapidez con que se libran algunas batallas. Este orador y político que ganó todas las guerras, pese a perder algunas batallas, es el protagonista de La sombra de Julio César (Espasa), novela del italiano Andrea Frediani, que exhibe destreza y brío en la descripción de contiendas. Para Frediani, Julio César pasará a la historia porque fue capaz de crear un imperio que, al cabo de los siglos, pudo contener en algunos momentos las ambiciones territoriales de turcos, árabes y germanos. Por ende, es el artífice de que el imperio no se fragmentara en pequeños estados tras su muerte. Llegada a Hispania Del talento militar de César habla el hecho de que desafió a toda la República Romana con una sola legión, apenas cinco mil hombres. A pesar de la parquedad de sus tropas, César logró que la coalición enemiga huyera. Comenzó su carrera como cuestor en Hispania, territorio al que llegó para costear sus numerosas deudas.

Si peleó contra los lusitanos no fue porque fueran enemigos encarnizados, sino para acumular un suculento botín y satisfacer así a sus acreedores, que habían financiado sus juegos y luchas de gladiadores con los que ganarse el favor del pueblo. Parece que fue un gran seductor con las mujeres, que holgó con Servilia, madre de Bruto, y que se acostó con las mujeres de sus socios políticos, Craso y Pompeyo. Esta fama no fue óbice para que se propagara la especie de un joven César con inclinaciones homosexuales. En su viaje a Bitinia, un reino aliado de la República en la costa de la actual Turquía, conoció al rey Nicomedes IV. César se demoró en aquella travesía más de lo debido y sus enemigos atribuyeron la larga estancia a que había yacido con el monarca, que le prodigó agasajos por ser amigo de su padre. Verdad o bulo, Frediani no le da importancia a este rumor. «No me lo creo, pero aunque fuera verdad no le perjudicó particularmente. Bien pudo haber sido una treta de sus enemigos, porque es el único episodio de este cariz que se difunde de su vida», asegura Andrea Frediani. César fue un adelantado en el manejo de la información, hasta el punto de que para enviar sus mensajes confidenciales creó un código encriptado. Orador convincente, fue además un prolífico escritor, capaz de dictar simultáneamente a varios escribas sus cartas y crónicas en el campo de batalla. Frediani dice no ser un «revisionista» y no acaba de creerse las nuevas teorías sobre el asesinato de Julio César, ocurrido en la Curia de Pompeyo, el 15 de marzo del 44 antes de nuestra era. Si tradicionalmente se ha atribuido a Bruto y Casio ser los instigadores de la conjura, el historiador Barry Straus concede a Décimo Bruto un papel relevante en la conspiración. «Creo que no fue una iniciativa suya ni que pueda ser considerado un muñidor del asesinato. Pese a acompañar a César en la Galia, Décimo Bruto se rebeló, quizá por ambición, quizá por fidelidad a los principios republicanos. Pero en mi opinión se limitó a seguir a Bruto y a Casio en la conjura». Si bien Casio y Bruto defendían los ideales republicanos contra la tiranía, no menos cierto es que César dictó normas contra la especulación, negocio con el que hicieron fortuna los dos conjurados. «Expresaban la voluntad popular, porque los romanos ya no querían saber nada de reyes. Pero también es verdad que Casio y Bruto cimentaban sus riquezas en la usura, y contra ella había legislado César severamente».

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