Diario de León

LA VIDA SECRETA DEL PARACETAMOL

Se quedan olvidados en los botiquines de las casas, caducados pero no inservibles. Porque el paracetamol y el ibuprofeno tienen una segunda vida. Se convierten en energía. Y, tras ser reciclados en una planta en Tudela de Duero, la única que hay en España, sirven como combustible alternativo para las cementeras

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Paracetamol, ibuprofeno, jarabe para la tos o antigripales. Estos son algunos de los medicamentos que se acumulan en el botiquín doméstico de los españoles. Allí se caducan, olvidados, aunque cada vez más so los ciudadanos que reciclan los fármacos y los entregan en el punto Sigre de las farmacias.

Y es que los medicamentos caducados valen para mucho. El ciclo vital de los fármacos llega a su punto final en el momento que vuelve a la farmacia. En 2001, la Organización Mundial de la Salud (OMS) obligó a todos los países a destruir todos los medicamentos que hayan salido del circuito comercial, es decir, «no se pueden donar esos productos a países no desarrollados», señala Mampaso. «Ni tampoco tirar por el desagüe, es una locura».

En su vuelta a la farmacia, los medicamentos regresan a su origen. «Los distribuidores recogen las bolsas llenas de los 21.958 puntos Sigre activos y los llevan a sus almacenes», apostilla el director general del proyecto.

La siguiente parada ya es Tudela del Duero, a poco más de 15 kilómetros de Valladolid. En estos terrenos se levanta la única planta de tratamiento de envases y residuos de medicamentos de España. «Tiene ya 12 años y está casi automatizada, contamos con inteligencia artificial para la separación de residuos».

Durante 2020, esta factoría recibió 4,3 millones de residuos. «Aquí empieza la nueva vida», comenta Mampaso. Desde su llegada, los residuos pasan por diferentes fases para separar los envases y los restos de medicamentos que contienen.

El reciclaje de envases de fármacos ha evitado la tala de 165.000 árboles en las dos décadas de vida del proyecto Sigre

«Es importante que los envases también vayan al Sigre», recuerda. «Cualquier ciudadano reciclador puede pensar que al ser cartón o plástico puede ir al contenedor azul o amarillo, pero no», aclara el director general del proyecto. Estos envases pueden contener trazas de fármacos o medicamentos que, en algunos casos, pueden ser tóxicos. «Nuestro objetivo es separar el envase del medicamento y recuperar al máximo el envase para reciclarlo», responde Mampaso.

Según datos de la industria, el reciclaje de envases de fármacos ha evitado la tala de 165.000 árboles en las dos décadas de vida del proyecto Sigre. ¿Y los medicamentos?

«Ya sean sólidos o líquidos se reciclan», afirma tajante Juan Carlos Mampaso. Los paracetamoles o ibuprofenos se convierten en energía. «Aprovechamos toda su capacidad energética en la destrucción de los fármacos», revela.

Es ya en la propia planta donde estos medicamentos «no peligrosos» comienzan su nueva vida. «Junto con los residuos de envases que no pueden ser reciclados son sometidos a un proceso de elaboración de Combustible Derivado de Residuos (CDR) para su posterior valorización energética, principalmente mediante su uso en procesos de co-incineración en hornos industriales», apunta Mampaso a Antropía.

A través de varios procesos de trituración «conseguimos obtener un combustible apto por sus características físicas y químicas para poder ser utilizado como combustible alternativo en cementeras, por ejemplo», añade. «Esta es su segunda vida y tiene una contribución positiva, porque así la industria ahorra en combustibles fósiles», apostilla Mampaso.

Toda acción humana tiene su repercusión en la naturaleza. Desde los años 70, los investigadores han encontrado pequeñas trazas de medicamentos en las aguas de los países. Desde antibióticos hasta betabloqueantes para la hipertensión. Así hasta cerca de 630 principios activos en más de 70 países. Medicamentos que se encuentran en ríos y lagos, pero también llegan a los mares, aguas subterráneas y al agua potable.

Las aguas residuales de los núcleos urbanos son las principales fuentes de origen de esta «contaminación», es decir, los fármacos desechados o expulsados con la orina. Sólo en los alrededores de la ciudad de Melbourne (Australia) se encontraron trazas de más de 60 fármacos distintos en 190 invertebrados. En India, el diclofenaco, un potente antiinflamatorio, llevó al borde de la extinción a distintas especies de buitres.

Casos lejanos con Europa, pero que ya han tenido su réplica en el Viejo Continente y más concretamente en España. En el mes de abril, investigadores españoles confirmaron la muerte de un pollo de buitre negro por intoxicación con este medicamento en la colonia de Boumort en Lleida.

Pero lo más preocupante es la creciente presencia de antibióticos en las aguas del planeta, cuya excreción al medio, según varios estudios, puede llegar a sumar unas 125.000 toneladas al año. Estas trazas fomentan la aparición de superbacterias resistentes, una amenaza que los expertos contemplan como la posible próxima gran pandemia.

«Recomendamos revisar el botiquín de casa periódicamente, cada seis meses», explica Juan Carlos Mampaso, director general de Sigre.

En el primer semestre de este año, el Sistema Nacional de Salud (SNS) facturó 56.583.370 de envases, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Millones de medicamentos que, en muchas ocasiones, se acumulan en cajones de baño o botiquines y ahí quedan olvidados con el paso del tiempo, incluso, llegan a caducar sin que sus propietarios se acuerden de ellos.

Cada vez más, el olvido se queda en lo anecdótico y lo cotidiano es ya reciclar estos fármacos. «Ahora se hace una buena gestión de los medicamentos», detalla Mampaso.

El pasado ejercicio, cada español recicló 91,92 gramos de residuos procedentes de medicamentos.

Esta es la cifra total blísteres, medicamentos caducados, prospectos o, simplemente, cajas vacías que se depositaron en 2020 en los puntos Sigre de las farmacias españolas. Así comienza el viaje de la nueva vida de los medicamentos.

Este 2021, el Proyecto Sigre cumple dos décadas, «estamos muy contentos», revela Juan Carlos Mampaso. Desde abril de 1997, la Ley 11/1997, más conocida como Ley de Envases y Residuos de Envases establece qué segunda vida hay que dar a los medicamentos y quién se encarga de ello.

En el articulado de esta normativa se establece que los vigilantes son sus creadores, las farmacéuticas, que son los encargados de asumir la gestión de éstos. Este es el origen de la Sociedad Integrada de Gestión y Recogida de Envases (Sigre).

Sigre fue el verdadero ‘Efecto 2000’ en el mundo farmacéutico. Con la llegada del nuevo milenio, el reciclaje de los fármacos se ha expandido hasta alcanzar 22.000 farmacias. Todo comenzó en Galicia con la llegada del nuevo siglo.

«Elegimos la provincia de Orense, porque tenía farmacias en grandes, medianas y pequeñas poblaciones», recuerda. Sigre echó a andar con 176 farmacias y dos almacenes de distribución entre junio y octubre de 2001 y «fue algo rudimentario, pero muy contentos».

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