Diario de León
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León

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josé enrique martínez

Presente y decisivo en el devenir de la poesía española desde hace más de cuarenta años, no solo con sus poemarios, sino con sus ensayos y entrevistas varias, Luis García Montero acaba de publicar No puedes ser así, poemario de rico contenido con un ambicioso subtítulo, Breve historia del mundo, que no formula un relato, sino que, como indica la solapa, «busca en los hechos históricos el rumor de vida y muerte, de amor y odio, de soledades e ilusiones colectivas, que define nuestra intimidad». No menos interesante resulta la cita juanramoniana que abre el libro y que manifiesta que «la vida sin amor no se comprende», extendiendo el aserto a la vida social, que «sin amor, sin comprensión mutua, no debía comprenderse tampoco».

Estas palabras resuenan, cerrando el círculo, en el poema final del libro, «El virus», asunto recurrente en la poesía del presente, puesto que si a todos preocupa la infame pandemia, inquieta también a los poetas y a la propia poesía. García Montero se dirige al viejo maestro: «Querido Juan Ramón», al que no se atreve a pedir «el nombre exacto de las cosas», pues las palabras en boca de todos, referentes a la epidemia vírica, han cobrado nuevos sentidos y usos sociales: virus, mascarilla, higiene, confinar...; todo lo ha trastornado este «regreso a la peste medieval», también la transparencia de las palabras y «las fronteras entre lo mío y lo nuestro»; pero las palabras, sentidas con amor, deben seguir sirviendo a «mi voluntad poética», al sentimiento de las cosas.

Poemas como «La casa» pueden resumir esa breve historia del mundo, esa historia en la que el ser humano fue descubriendo lo que lo rodea, cielo y tierra, aprendiendo a nombrar las cosas, fundando la casa y el hogar bajo el signo del amor y buscando una respuesta al «misterio casual» que somos; a ese misterio, a esa respuesta es «a lo que llamo poesía», el hogar del poeta.

El hecho histórico concreto se trasciende hacia significados que atañen al hombre en general. Por ejemplo, el poema «Magallanes», en el que se poetiza -pues la ambición lo llevó a la muerte- «el poder humano y su fragilidad»; o el poema «1789», en el que la casa ruinosa sirve de alegoría al deterioro del famoso lema de libertad, igualdad, fraternidad.

Entre tantos estímulos como propicia la lectura, solo me cabe añadir la fuerte presencia del yo, de su memoria personal, familiar, histórica y colectiva, movida por «el viento de los días».

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