Diario de León
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Y puesto que se sienten amenazados, ambos movimientos extremistas se esfuerzan por «demostrar tanto su legitimidad como la necesidad de la violencia para proteger a los miembros del grupo y sus intereses», inciden los autores.

En este sentido, «ambos buscan participar, o ser el catalizador, de un conflicto violento», en el caso de los yihadistas una guerra santa y en el de los supremacistas blancos una guerra racial. De ahí el que consideren que aquellos miembros de su grupo social que optan «por el activismo no violento son, como mínimo, cobardes y como mucho traidores».

Ambos sostienen que la lucha es válida no solo para salvar y proteger a los amenazados, sino que «además sirve como un medio para un glorioso final en el que la Humanidad vivirá en paz y prosperidad». Los actos de violencia que comenten se entienden pues como una elección «racional y necesaria» por parte de algunos de sus miembros.

Así, «mediante su activismo y sus actos de terrorismo, ambos esperan alcanzar el establecimiento de sociedades utópicas» dominadas por su grupo «a costa de la mayoría, sino todos, los demás».

Ambos tienen su inspiración en el pasado, en una «civilización o sociedad que fue destruida o desmantelada a manos de fuerzas perversas que seguían una conspiración para debilitarles y subyugarles». La utopía yihadista sería un califato como el logrado por Estado Islamico mientras que los supremacistas aspiran a instaurar un etnoestado.

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