Diario de León

Vuelve Simenon, un eterno seductor

l Anagrama y Acantilado se alían para publicar al padre de Maigret

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miguel lorenci

Tres décadas después de su muerte, las novelas de Georges Simenon (Lieja, Bélgica, 1903-Lausana, Suiza, 1989) siguen seduciendo a legiones de lectores. Un filón que quieren aprovechar las editoriales Acantilado y Anagrama, aliadas para reivindicar y reeditar al prolífico padre del comisario Maigret, controvertido autor de casi trescientas novelas de las que se han vendido 500 millones de ejemplares y al que nadie apea ahora del altar al que ascendió como genio de la intriga policíaca.

Tres habitaciones en Manhattan, El fondo de la botella y Maigret duda son los tres primeros títulos de esta ‘operación Simenon’ que prevé publicar ocho títulos al año del considerado hoy como uno de los mayores escritores del siglo XX. Acantilado publicaba sus títulos desde 2012, alternando lo policíaco con lo psicológico. Una década después sella su alianza con Anagrama para continuar una misión imposible hasta ahora: publicar la obra integral del escritor belga, al que la editorial Gallimard consagró al incluirlo en la colección La Pléiade, junto a otros grandes autores como Gide, Camus, Sartre, Malraux, o Mauriac.

Gracias a su comisario Jules Maigret, Simenon se hizo inmensamente popular y rico. Pero el éxito del personaje de la pipa y el sombrero que colgaba al llegar a casa preguntando indefectiblemente a madame Maigret «¿qué hay de comer?», le cerró el paso al premio Goncourt y la Academia francesa, ya que el género policíaco era considerado como menor.

Cada día Simenon se levantaba al alba y empezaba una estajanovista jornada en la que alumbraba un mínimo de veinte páginas y un máximo de ochenta. Escribía una media de tres o cuatro novelas al mes, según su propia leyenda. «A veces, escribía ocho relatos en un día», confiesa en sus memorias este dotado narrador de tecla fácil y mente ágil. Firmó con su nombre 191 novelas. Con alguno de sus treinta seudónimos, un número impreciso, en torno a otro centenar, y un millar de relatos, libros de memorias y textos misceláneos. Maigret protagoniza 72 de sus novelas y 31 relatos, publicados todos entre 1931 y 1972. Sus mejores ficciones fueron adaptadas al cine y la televisión.

El también escritor policíaco Andrea Camilleri cuenta que tal era la fama del joven Simenon que su editor francés le puso mesa, silla y máquina de escribir en un escaparate de las Galerías Lafayette en París. Se pasó el día tecleando como un poseso, colgando del vidrio cada página escrita para que el transeúnte-comprador siguiera su novela por entregas. Su leyenda humana es pareja a la literaria.

Confesó Simenon a Federico Fellini en 1977 que se había acostado con 10.000 mujeres —sus biógrafos rebajan la cifra a 2.000, muchas de pago— y aseguró que no quiso casarse con Joséphine Baker. Tuvo un turbia relación con su hija Marie-Jo, que estaba loca por él y que se suicidó con 25 años. Cuando se pegó un tiro, llevaba el anillo de oro que le pidió a su padre que le comprara cuando tenía ocho años. Sus cenizas se esparcieron en el jardín de la casa familiar de Lausana.

Oportunista

Otro capítulo espinoso es su postura política. Le achacaron artículos antisemitas y fue sospechoso de colaborar con los nazis durante la ocupación de Francia (1941-1944). Pierre Assouline, su biógrafo, sostiene que Simenon no fue ni un colaboracionista ni un resistente claro. Sugiere que coqueteó con ambas tendencias y que, fiel a su máxima, «fue un oportunista».

No en vano, presumía de haber bebido tanto con trabajadores como con magnates para conocer al ser humano, y de visitar burdeles tanto como de «releer muchas veces la Biblia y los Evangelios». En sus memoria refiere su bachillerato en los Jesuitas en Lieja, su trabajo como dependiente en una librería, sus inicios como reportero en varios periódicos, su llegada a París y su determinante amistad con Colette. «Demasiado literario, mi pequeño Sim... Más sencillo, siempre más sencillo», cuenta Simenon que le aconsejó la escritora a la que haría caso. Faulkner, Cocteau, Gide, Vázquez Montalbán, Cortázar, García Márquez o Muñoz Molina han elogiado la prosa adictiva de novelas como La nieve estaba sucia o El testamento.

Culo de mal asiento, residió en París, Charente, Nueva York, Arizona, Connecticut y Lausana. Con los años, limitó sus aficiones y necesidades hasta reducirlas a una cama, una chimenea, una butaca de cuero, un escritorio y sus pipas. «Es lo único que necesito para ser feliz», decía. En 1972 comunicó a sus millones de lectores que dejaba de escribir por motivos de salud. Pero no lo hizo. Dictó nuevos relatos a una grabadora y, tras el suicidio de su hija, volvió a la máquina de escribir para teclear sus Memorias íntimas.

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