Diario de León

un viaje en el tiempo | La Cabrera ya no es las Hurdes

La Cabrera, 50 años después de Carnicer

Los municipios cabreireses impulsan la ruta turístico-literaria del viaje que el escritor villafranquino hizo hace medio siglo y del que resultó «Donde las Hurdes se llaman Cabrera» .

Un corredor de Losadilla mitad antiguo, mitad restaurado, que mira a las aguas del río Cabrera, por donde pasó Carnicer.

Un corredor de Losadilla mitad antiguo, mitad restaurado, que mira a las aguas del río Cabrera, por donde pasó Carnicer.

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ana gaitero | león
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—«Usted bien que se ve que viene de capital.

—Sí, de Barcelona.

—¡Oh, Barcelona! Aquí vivimos como el ganado, como cerdos. Eche un trago».

La conversación transcurre hace 50 años en Llamas de Cabrera entre un vecino anónimo, un hombre que juega a los bolos en una tarde de verano, y Ramón Carnicer, el escritor villafranquino que acaba de iniciar un viaje por La Cabrera Baja.

Sin duda, este diálogo del libro Donde las Hurdes se llaman Cabrera , fue uno de los que más enfadó a los poderes fácticos de León en 1964, cuando salió a la luz el resultado de aquel viaje. La voz de Ramón Carnicer se alzó en el silencio de abandono y marginación de la comarca.

«Salvo esto (dice en referencia a la carretera en construcción de La Cabrera Alta) y lo poco que los cabreireses han podido hacer por sus propios medios, todo sigue igual que en tiempos de Don Alfonso» (por el rey Alfonso XIII). La visita de este monarca a las Hurdes extremeñas sacó a relucir en los años 20 la pobreza de otras comarcas como La Cabrera.

El libro de Carnicer deja patente la apatía de los gobiernos hacia La Cabrera en numerosos episodios: «En Santalavilla hay luz eléctrica. La mayoría de los pueblos de La Cabrera la tienen pero, salvo dos o tres, deben este lujo a su propia iniciativa». En concreto, en Santalavilla talaron «los montes comunales para abrir un cauce y comprar una turbina».

Ramón Carnicer no hizo sólo un libro de denuncia. Su viaje da cuenta de la belleza del paisaje, la gracia de las gentes sencillas y la generosidad con que es recibido en todos los pueblos. A los ocho días de iniciar aquel periplo en Puente de Domingo Flórez, el viajero regresaba sobre sus pasos cargado de historias, experiencias e imágenes en su «máquina de retratar». Como cuenta su viuda, Doireann McDermott, Carnicer «se lanzó solo, con su sombrero de paja, su mochila y sus alpargatas. No supimos más de él durante ocho días que duró el viaje».

Llegó a Castroquilame a la puesta de sol y le sorprendió una visión: «Visto el pueblo así, a contraluz, con su puente y sus casas fundidas en una ligerísima bruma, creí contemplar Florencia a la misma hora, desde el Piazzale Michelangelo».

Medio siglo después los municipios cabreireses impulsan una ruta turístico-literaria tras los pasos de Ramón Carnicer. Puente de Domingo Flórez, Benuza, Castrillo de Cabrera, Encinedo e incluso Truchas, en La Cabrera Alta, a donde no llegó el viajero Carnicer en aquella su primera incursión en La Cabrera, esperan que la Diputación y la Junta se involucren en este proyecto cuyo coste se estima en 40.000 euros.

Pasos viejos y nuevos

Se pretende que los viajeros que sigan esta ruta «conozcan también La Cabrera actual», señala Jesús Courel, jefe del servicio territorial de la Junta, que colabora con los municipios en el diseño de la ruta. El alcalde de Puente de Domingo Flórez, Julio Arias, subraya que se ofrecerá información útil sobre alojamientos y lugares de interés tanto cultural como paisajístico. El barrio viejo con sus calles estrechas y las casas que conservan las fábricas de barrollo , piedra que se utilizaba antiguamente, es lo más destacado de Puente.

En los lugares más señeros del viaje se colocarán paneles informativos con textos del libro y alguna fotografía tomada por el autor. La iglesia de Llamas donde se encuentra con el cura don Manuel y Joaquín el tamborilero; la iglesia de Odollo, a cuya torre se conoce como la Pisa de la Cabrera; el pueblo de Castrillo de Cabrera, donde retrató a las niñas Luzdivina, Doralina, Basilisa, Aurelia y Enedina y también conoció a Laureano y Justina.

«Aquí se vive bien»

Pocos de los personajes que aparecen en el libro viven aún en La Cabrera. Basilisa, la niña que corría descalza y se escondía con sus amigas de la cámara de Carnicer, es una excepción. De joven emigró, pero al cabo regresó con la plaza de cartera bajo el brazo, heredando la profesión paterna. «Mi padre dice que por ese libro se dio a conocer La Cabrera», apunta. Y ella asegura que «ahora en la Cabrera se vive bien». Eso sí, falta gente y cada vez se reciben menos cartas. Su hijo mayor se hizo ingeniero aeronáutico. Siguió los pasos de otro cabreirés, Amable Liñán, oriundo de Noceda, científico reconocido internacionalmente y considerado una autoridad en el campo de la combustión.

Noceda, con su Fraga, el tejo y la ermita, y Saceda, con sus casas encaramadas sobre las peñas, son otros de los lugares más destacados del viaje. La figura de la maestra, Virginia, una mujer que procedía de Zamora, también dejó huella en el libro, aunque la primera persona con la que se topó fue una mujer haciendo mantequilla en un boto a la que Carnicer retrató en plena faena.

El viajero penetró en estos pueblos a través de antiguas sendas. Aún no existía la carretera. «Castrillo, Noceda, Saceda y Marrubio, cuatro lugares en los que Cristo no anduvo», le dijeron a Ramón Carnicer al salir de Odollo. La historia se repite. La actual carretera LE-7311 lleva 30 años sin renovarse, apunta el alcalde de Castrillo de Cabrera, Tomás Blanco. «Se ampliaron tres curvas porque la empresa pizarrera de Marrubio puso la maquinaria», lamenta cansado de enviar escritos a la Diputación. Con todo, Castrillo de Cabrera está entusiasmado con la ruta: «Estamos preparando el camino antiguo de Saceda a Nogar y desde Castrillo a Saceda por el carril romano», subraya.

Carriles romanos

Los canales romanos van a ser uno de los principales reclamos turísticos de la ruta. Los romanos también tienen su sitio en el libro de Carnicer, como se ve en esta conversación entre Laureano y el viajero: «Mire, allá arriba está el castro. El señor cura dice que era de los pequeños y que por eso le pusieron al pueblo Castrillo. ¿Y no ha visto los carriles?

—«¿Qué es eso?».

—«Son los canales romanos».

Laureano mostró a Carnicer el recorrido de estos carriles por las faldas de las montañas en dirección a Las Médulas. Al terminar el viaje por La Cabrera, se fue a visitar las célebres minas de oro de las que también tuvo noticia en La Baña. Allí subió a contemplar el espectacular lago glaciar al que ahora se llega tras atravesar las canteras de pizarra que lo rodean.

El alcalde de Benuza, Rafael Blanco, apunta que los canales y las majadas de la trashumancia, junto con la ermita de la Virgen del Valle son los principales atractivos que el viajero se encontrará en su término municipal. El Consejo Comarcal del Bierzo tiene en proyecto la limpieza de un canal completo desde Las Médulas hasta Llamas de Cabrera.

En Castrillo de Cabrera se puede disfrutar, además del paisaje y la arquitectura tradicional, del museo etnográfico creado por un particular en Odollo y del centro de interpretación de la Casa Cabreiresa de Marrubio.

Desde Peña Aguda

Entre Saceda y Nogar está el cruce de la carretera que comunica con Corporales, en La Cabrera Alta, tras superar el Alto de Peña Aguda. Hasta aquí ha llegado el arte urbano del siglo XXI con el sello de la imagen y la firma de Mr. T Rules. Siguiendo por La Cabrera Baja el primer pueblo que se encuentra es Nogar. Aquí el paisaje cambia totalmente y el río se pone de nuevo a la altura del viajero después de haberse perdido por los precipicios y barrancos.

El caserío de Nogar, que se mira en las aguas del Cabrera, es otro de los hitos de la ruta . En el camino a Nogar fue donde Carnicer se topó con un médico. «Pues es el primero que veo en La Cabrera», le dice el viajero. Pero al médico le presta más hablar de literatura que de enfermedades. No en vano se presenta como el fundador y único redactor de El Catalejo , el primer periódico de La Cabrera. Un tipo singular que andaba por los caminos con la chaqueta del pijama y una cantimplora de café.

Siguiendo los pasos de Carnicer y de la carretera se llega a a Robledo de Losada, donde hoy llaman la atención las huertas y los palomares circulares e inmaculados. A unos pasos está Quintanilla de Losada, donde Carnicer tiene ahora una plaza y una escultura en reconocimiento a la aportación que su libro hizo a la comarca. Ramón Carnicer es Hijo Adoptivo de La Cabrera, un reconocimiento que impulsó el Ayuntamiento de Encinedo en 1999. En Quintanilla de Losada, un maestro hizo pasar al viajero por inspector de enseñanza ante las maestras de Castrohinojo y Losadilla. La Noche anterior le nombró director general ante otro colega. Las escuelas de Quintanilla son las únicas que perviven en La Cabrera Baja junto a las de La Baña y Silván.

«La gente no ha cambiado»

El alcalde de Encinedo y diputado provincial, José Manuel Moro, también apuesta por la ruta turístico-literaria. El museo etnográfico de Encinedo, Ambasaguas y el barrio viejo de Forna figuran en su lista de lugares de interés. Y también el paseo a la orilla del río en Losadilla, donde se conservan casas de corredor. «Y la gente», subraya el edil. «La gente no ha cambiado, somos gente humilde pero cercana». Lo único que ha mermado es el padrón cabreirés, de 11.000 almas que figuran en el censo de 1960 a las menos de 4.000 actuales, incluyendo las dos Cabrera y Puente. La agricultura es testimonial y las canteras de pizarra han transformado el paisaje. El turismo rural es todavía una actividad marginal. Con la ruta, los municipios quieren incrementar el conocimiento y las visitas a la comarca.

Del puente colgante de Ramiro, el que llevó a Ramón Carnicer de la estación de Quereño a Puente de Domingo Flórez por una peseta, quedan las huellas de las pilastras y la leyenda de un emprendedor nato, que ante la pasividad del Gobierno puso dos veces solución para que las gentes de La Cabrera cruzaran el río Sil en busca del tren. Primero ideó una balsa de maroma en la que pasaban también caballerías y carros y luego la tablilla colgante.

Ramón Carnicer regresó de este viaje «felicísimo, bronceado, contento... Se encontró con gente muy generosa a pesar de la pobreza», constata Doireann McDermott. El viaje, que muchos ya han hecho guiados por Donde las Hurdes se llaman Cabrera, ahora espera señales para evocar sobre el paisaje y los pueblos aquella ruta literaria. Y viajeros con ganas de disfrutar de La Cabrera de hoy, 50 años después de Carnicer.

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