Diario de León

La idea de erigir un Sagrado Corazón en Peña Ramiro se urdió la festividad de San Esteban en Villar del Monte, el 26 de diciembre de 1954. Así lo contó a Diario de León José Luis Santos, quien una década después asumió la titánica tarea de subir a Peña Ramiro la estatua olvidada en una casa deTruchas.

Un camión de legumbres trajo la estatua de Larrea desde Bilbao

Un soldado ayuda en las obrs que dirigió personalmente el sacerdote José Luis Santos.

Un soldado ayuda en las obrs que dirigió personalmente el sacerdote José Luis Santos.

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La erección de la estatua del Sagrado Corazón en Peña Ramiro se fraguó la Navidad de 1954. Corría el 26 de diciembre, festividad de San Esteban, en Villar del Monte. El cura Emilio Gordo, de Quintanilla de Yuso, fue el artífice de la idea y enseguida se organizó una cuestación popular que llegó hasta la Casa de León en Madrid. En 1957 la estatuta llegó desde Bilbao, pues fue encargada al escultor Larrea, a Truchas en un camión de Alubias Luengo, según el sacerdote José Luis Santos. Él se encontró la escultura en una casa del pueblo. Nadie había pensado en cómo subir la imponente figura de 8 metros de altura y 20 toneladas de peso. En 1965, él mismo afrontó la tarea «titánica» de subir el cristo a Peña Ramiro.

El agua y el cemento para la plataforma y los pilares que la sujetan en el castillo se transportaron en serones sobre un macho. Después contrató una carroceta que, con mucho rodeo, alcanzaba la explanada del castillo. La azucarera de La Bañeza prestó una polea gigantesca y se cargó en una especie de trineo el resto del material.

El viento que domina la cumbre dificultó la tarea. Adolfo Bayo, de La Baña, y un contratista de La Bañeza realizaron la obra civil. Consta la participación de soldados del Regimiento Lanzacohetes de Astorga. Se inaugura por fin el 5 de septiembre de 1965. El obispo Marcelo publicó una pastoral alentando a los habitantes de La Cabrera Alta con la contemplación del «símbolo externo y material del amor de Dios a los hombres», suerte que no tenían los de La Cabrera Baja pues, como dijo el prelado, vivían una «situación pavorosa». Perduraba el revuelo institucional por la publicación, en 1964, del libro de Ramón Carnicer Donde las Hurdes se llaman Cabrera, que aunque centrado en La Cabrera Baja, denunciaba la miseria en que vivía la comarca y suolvido oficial. Un informe de Cáritas, de 1965, corroboró el diagnóstico.

 

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