Diario de León

El coronavirus deja en cuarentena también las terapias contra el párkinson

Segunda enfermedad neurodegenerativa con mayor prevalencia en España tras el Alzhéimer

La pandemia cambia las rutinas de los pacientes. DL

La pandemia cambia las rutinas de los pacientes. DL

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Cuando cada día dan las ocho de la tarde Marcos Diéguez sale al balcón a aplaudir a los sanitarios que están en primera línea de batalla. Suena «Resistiré’, una de las canciones más famosas del Dúo Dinámico que ha pasado de convertirse en el himno de los enfermos de párkinson a la sintonía de un confinamiento a consecuencia del Covid-19, que se lleva «como mejor se puede». Marcos sufre esa patología, la segunda enfermedad neurodegenerativa con mayor prevalencia en España tras el alzhéimer, y desde que se decretó el estado de alarma ha dejado de recibir las terapias con las que trata de frenar el avance de una patología que este sábado celebra su día mundial, bajo el lema ‘ Conocerlo es el primer paso para combatirlo’ , y de la que este leonés fue diagnosticado en 2011.

Los enfermos de párkinson tienen una vida con poca sustancia negra. Así, la muerte de sus células, que segregan un neurotransmisor llamado dopamina, es la culpable de su llegada.

Insomnio, estreñimiento y una depresión de largo recorrido son los síntomas que Marcos arrastraba cuando un médico puso nombre a lo que le estaba sucediendo. «Dormimos poco y mal», asegura Marcos a Efe parafraseando a Miguel Ríos en El blues del autobús . Y es que la enfermedad, descrita en 1817 como ‘parálisis agitante’, les quita el sueño del mismo modo que lo hace la levodopa, el fármaco más recetado para plantarle cara.

El párkinson representa algo más que unas manos temblorosas y sus señales de alarma, además de pasar por la torpeza, la lentitud motora y la rigidez muscular, también engloban trastornos del ánimo y de la conducta, sin olvidar que la enfermedad acaba robando la mímica facial de quien la padece.

La pandemia ha cambiado sus rutinas y las terapias que habitualmente sigue Marcos en la Asociación de Párkinson de León han quedado suspendidas hasta nueva orden y los días pasan despacio. «Es bastante duro», confiesa un hombre de 75 años que ha visto comprometida su fluidez verbal y reducida su capacidad de memoria en los casi diez años que lleva padeciendo la enfermedad.

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