Diario de León

Una crisis sin precedentes

El covid tiñe de negro el futuro de una provincia que sigue a la cola de la recuperación económica tras los meses más duros de la pandemia. Hay más parados, menos empresas y, de momento, casi ninguna ayuda.

León

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La pandemia ha teñido de negro el futuro de la provincia, que arrastraba ya una condena importante por la desidia de las administraciones públicas, que acumulan en su conciencia demasiados proyectos sin ejecutar a pesar de las reiteradas promesas de reindustrialización. Si antes era difícil encontrar un trabajo digno, ahora, tras el huracán que ha desatado el coronavirus, resulta prácticamente imposible, como acreditan todos los indicadores, que, además, colocan al noroeste muy lejos de la recuperación económica que apenas se vislumbró en verano.

Los efectos del covid sobre el mercado laboral son notables. Hay menos afiliados a la Seguridad Social, más parados, principalmente del sector servicios, miles de trabajadores en Erte y otros tantos autónomos que cobraron el cese de actividad porque sus negocios perdieron un 75% de los ingresos. Apenas 500 euros de prestación. Desolador.

No hay un solo dato positivo en los diez primeros meses de coronavirus, que devoró hasta diciembre casi 12.000 empleos, según reveló la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2020. Enero, el último mes con cifras, sumó mil desempleados, hasta alcanzar los 34.648 leoneses apuntados a la lista del Sepe. Cinco meses de subidas consecutivas que amortiguaron los miles de Erte que aprobaron las empresas de la provincia para sobrevivir al virus. Diciembre también dejó 458 parados, noviembre otros 1.274, octubre añadió 834 y septiembre arrojó un saldo de 574 más. Agosto fue el último mes que se cerró en positivo debido a la temporada estival y a que se suavizaron las medidas.

Pero el cierre del interior de la hostelería, el endurecimiento de las restricciones y el toque de queda, no exento de polémica, devolvieron a León a una crisis sin precedentes. En un año el paro se desbocó y añadió casi cinco mil leoneses a las listas. La mayoría son mujeres (19.920).

Tampoco invita al optimismo la precariedad que desprende el mercado laboral. Apenas se firmaron 6.448 contratos en enero. Únicamente 787 fueron indefinidos. Eso mismo se repitió en los meses anteriores, incluso antes de que apareciera la pandemia. La temporalidad afecta principalmente a los jóvenes, que también fueron los primeros en perder sus trabajos cuando se decretó el estado de alarma. La tasa de paro entre los menores de 25 años se disparó hasta el 37,7% en los primeros 30 días de 2021, trece puntos más que en el mismo periodo de 2020 y muy encima del índice de desempleo que asoma en el resto de edades (17,2%).

Más de la mitad de los desempleados trabajaba en el sector servicios. En las listas suman 22.403. El segundo bloque con mayor desempleo es el grupo de personas que no han trabajado nunca. Son 3.662, frente a las 3.055 que desemplea la industria. Otros 2.500 parados son de la construcción y 2.026 de la agricultura.

Otro pilar por el que se puede medir la fortaleza de ese mercado es el de las prestaciones y su porcentaje respecto al número de personas sin empleo. Pues bien, solo uno de cada tres parados la cobraba en diciembre. De los 33.648 desempleados, 13.922 recibieron una contributiva, un subsidio o una renta activa de inserción. El número de solicitudes de prestaciones registrado en el mes de noviembre de 2020 ascendió a 15.203 en un contexto en el que a nivel nacional crecieron un 217,8% más que el mismo periodo del año precedente. Las altas tramitadas fueron en total 13.922. Si a eso se le suman las pensiones —más de 144.000—, el ingreso mínimo vital, el sueldo de los funcionarios o el cese de actividad el resultado es demoledor. Hay ya más gente subsidiada o cobrando un sueldo público que trabajadores en activo, lo que pone en jaque el futuro de esta tierra.

De todas formas, si no hubiera sido por los Erte, en vigor hasta el 31 de mayo, aunque no está descartada una nueva prórroga, las cifras que arrojaría el Sepe serían inasumibles. Solo en los primeros meses de pandemia 5.792 empresas suspendieron parcial o totalmente la jornada de 24.173 trabajadores. Las oficinas públicas llegaron, incluso, a colapsarse por la cantidad ingente de expedientes que debían tramitar.

En verano la situación mejoró y muchos regresaron a sus puestos, pero el 1 de octubre, otra vez con las restricciones en marcha, y con el nuevo modelo de expedientes, volvieron a reactivarse. Desde entonces, otras 2.145 compañías y 7.001 personas se han visto afectadas. Casi la mitad —el 48,8%— pertenecen a la hostelería y algo más de una quinta parte —20,08%—, al comercio, los dos sectores más dañados por las medidas de contención frente al covid.

Tanto es así que muchos empresarios de ambos gremios no han sobrevivido a la pandemia y han tenido que cerrar las puertas de su negocio. Un auténtico drama.

La patronal calcula que solo en la ciudad se han perdido ya el 25% de las 1.600 licencias de bares y restaurantes que había antes de que la emergencia sanitaria lo cambiara todo. Son 400 familias. Con nombres y apellidos. Cada día que pasa hay más damnificados. En todo este tiempo apenas han recibido ayudas, más allá del cese de actividad, que apenas cobraron el 12% de los autónomos, lo créditos ICO, que tendrán que devolver, o el aplazamiento de algunos impuestos. El Gobierno acaba de prometer 11.000 millones en ayudas directas y la Junta tiene abierta una línea de 20 millones. Pero para muchos afectados ya es demasiado tarde. Por eso van a denunciar en tromba a las administraciones central y autonómica, a las que culpan de esta ruina sobrevenida por un virus y agravada por esa desidia que han mostrado los responsables públicos con un sector capital.

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