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La derecha desbanca a Carmena y Ada Colau pierde la inocencia

Vuelve a impedir que el independentismo gobierne en Barcelona.

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A. azpiroz | madrid

Madrid tendrá un gobierno conservador durante los próximos cuatro años. Tras una maratón de negociaciones a última hora, el PP logró torcer el brazo a Ciudadanos para situar en la Alcaldía a José Luis Martínez-Almeida. A cambio, la liberal Begoña Villacís -que ambicionaba el puesto que a partir de ahora ocupará su jefe- se convierte en vicealcaldesa. En la pelea por los sillones entre una y otra fuerza política ha terminado por pesar más el empeño del centro-derecha en echar a Manuela Carmena que las ambiciones por acaparar poder de cada opción política, que dadas las negociaciones no han parecido pocas.

El tercero en la ecuación es Vox, cuyo papel en el Ayuntamiento no ha quedado claro este sábado. Hay nuevo alcalde, pero los de Abascal insisten en entrar en el equipo de Gobierno, algo a lo que no está dispuesto aceptar Ciudadanos y su vicealcaldesa. Más aún cuando el propio presidente francés, Emmanuel Macrón, advirtió este viernes a los de Albert Rivera sobre las consecuencias que pueden sus coqueteos con la extrema derecha. Como en tantos otros lugares, el PP ha debido hacer malabarismos para negociar y pactar a uno y otro lado. Ha firmado dos documentos con coincidencias programáticas, pero también con diferencias que se deberán aclarar a partir del momento, más que inmediato, en que toque gestionar. Como fruto a su esfuerzo, el PP ha recogido la Alcaldía de la capital, pero aún tiene que resolver cómo compone el equipo de Gobierno ante las exigencias de Vox. Es un asunto que Javier Ortega Smith, concejal de la formación ultraderechista, puso ayer sobre la mesa. «Somos el gobierno de la ciudad», dijo tras la elección del popular Martínez-Almeida. El pacto entre conservadores y liberales contempla un reparto de concejalías en el que no está incluido Vox. Según lo estampado sobre el papel, el PP se hará cargo de las áreas de Hacienda, Seguridad, Movilidad, Obras o Salud. Para Ciudadanos quedan Economía, Desarrollo Sostenible, Familia o Igualdad. Estas dos últimas competencias son, precisamente, algunas en las que la formación de Santiago Abascal desea dejar su impronta. El conflicto está servido.

Hace tres años, en el primer aniversario de la victoria electoral de 2015, el diario británico ‘The Guardian’, se preguntó: «¿Es Colau la alcaldesa más radical del mundo?». Se refería, por supuesto, a la dirigente de una de las más grandes urbes internacionales. Tras la llegada de Ada Colau, de hecho, las élites barcelonesas y los poderes fácticos de la ciudad se echaron las manos a la cabeza. Al final no ha sido para tanto. Ayer tuvo que escuchar gritos de «vendida», «fraude» y manifestantes secesionistas hasta lanzaron monedas a los simpatizantes de la alcaldesa. «Os habéis vendido a los represores para retener la alcaldía», vociferaban unos exaltados secesionistas en la plaza de Sant Jaume.

Aceptando los votos de Valls, Colau recibe el respaldo de aquellas élites que temían que con su llegada Barcelona se convirtiera en una especie de sucursal de Venezuela. «Os la hemos ‘colau’», gritaban sus simpatizantes hace cuatro años cuando ganó las elecciones por sorpresa. La izquierda alternativa llegaba al poder. Pero la vida ha cambiado. Y la política catalana ha dado un tumbo en estos últimos cuatro años. Con su investidura apoyada en el PSC y en Valls, la alcaldesa pierde la inocencia. Entra de golpe en la política pura y dura, aquella que hace extraños compañeros de cama.

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