Diario de León

UN DÍA MÁS QUE YA SON 115 AÑOS

Crear cada día un periódico como el Diario de León supone un esfuerzo titánico y una gran satisfacción que requiere sumar las mentes de los redactores para amasar las palabras con la labor de los maquetistas, fotógrafos e infógrafos bajo la batuta de la dirección

En el área técnica se tratan las fotos, anuncios y esquelas

En el área técnica se tratan las fotos, anuncios y esquelas

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León

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Un periódico no caduca, por mucho que el tópico lo repita, pero sí que se encuentra obligado a renovarse cada día. A primera hora, se borra el ejemplar anterior y se comienza de nuevo. Una jornada tras otra hasta contabilizar 115 años. El producto que tiene en las manos acumula toda la historia y sintetiza el trabajo de muchas personas que, desde primera hora, consiguen ponerlo en la calle. De ahí salen sus noticias y ahí vuelven fruto de una cadena que no se rompe. El relato comienza aquí.

El primer sonido no depende de un teclado. El Diario de León madruga con la presencia del personal que ha entregado el periódico. El relevo se toma en las oficinas centrales de La Virgen del Camino, en la sede comercial de la calle Fajeros, en las dependencias de Ponferrada, donde personas como Mari Luz, José Luis, Pilar, Mila, Virginia o Asun se han encargado de abrir la puerta y atender a quienes se acercan. El contacto con el exterior se prolonga con la presencia de los redactores en la calle. La hora de comienzo se ajusta a la noticia. No hay reloj en el que se contabilice porque la actualidad no atiende a horarios. El trasiego se sujeta a las convocatorias de actos que haya programadas, pero sobre todo a la llamada de la realidad que apremia para cubrir un suceso, un evento o un partido de fútbol; completar una investigación; o resolver la pregunta que surge en cualquiera de los acontecimientos que trascienden la normalidad. La suma de estos empeños hace avanzar la jornada y define los páginas del día siguiente que todavía están en blanco, a la vez que nutren la demanda continua de información de la edición digital del decano de la prensa leonesa, donde no hay un minuto al descubierto, ni una pausa, sino un canal continuo en el que se renuevan los contenidos de la edición impresa con la última hora que no frena.

Aunque el torrente de la información necesita su contexto. El marco se encuentra en la reunión matinal donde tienen voz la dirección y los jefes de sección. En medio de la corriente de actualidad, la cita encuentra un espacio de reflexión para analizar el trabajo de la tinta todavía por secar de la edición impresa. El objetivo de pasar revista a lo que ya queda por enlazar con la actualidad. El encuentro sirve para hacer una programación de lo que hay en agenda y un esbozo de lo que en ese mismo momento avanzan las intenciones de los redactores. Aunque la realidad tiene su propia programación. El tema que se destaca a mediodía para abrir el diario de mañana, a media tarde puede quedar relegada a un además en un lateral e, incluso, a buscar su protagonismo fuera del escaparate con el que se venderá el rotativo en los estantes de los quioscos, en los hogares de los suscriptores o en la barra de los bares donde las noticias hayan pedestal para ser compartidas por los clientes.

Ninguno de los periódicos son iguales, como no hay un día que se calque con el anterior aunque se quieran parecer. Las diferencias hallan espacio en la labor de los redactores y en el ojo avezado de los fotoperiodistas que miran desde un ángulo inédito. Pero hay mucho más trabajo que se mueve alrededor de la información. La noticia necesita un escenario atractivo en el periódico, como se encargan de dibujar los maquetistas; un contexto en el que enriquecerse, como el infógrafo; un auxilio informático; un marco en el que desenvolverse, como construyen el resto de los integrantes del área técnica, en la que se agrupa el tratamiento de imagen y los encargados de las esquelas, el tiempo y los sorteos, la programación y los anuncios. En estas páginas se ensambla la labor de los comerciales, que invitan al protagonismo de los anunciantes, y se condensa el trajín de la plantilla de administración a la que se encomienda la configuración del esqueleto numérico que sustenta un cuerpo informativo plagado de letras.

La definición del sentido que persigue cada número no tiene reposo hasta final de la tarde. Antes, todavía queda por poner en limpio todo el acopio de información de la jornada. El tamiz vuelve a fijarse en la reunión que a media tarde, con los mismos miembros de la mañana, asienta lo que antes se avanzaba como propósito y muestra lo que ha surgido. De este foro sale la portada, enseñoreada bajo la tipografía gótica del Diario de León, y los temas sobre los que se centrarán los editoriales que defienden la visión con la que el periódico interviene en la realidad. Aunque todo es provisional todavía. Nada se puede dar por definitivo ante la aparición de un suceso o una noticia que cambie la jerarquía informativa. Sólo el cierre sacraliza, ya en la medianoche, que el periódico está listo.

Y es que alumbrar cada día un periódico como el Diario de León supone un esfuerzo titánico y una enorme satisfacción. Tras amasar las palabras para dar contenido a las noticias, cortar las fotografías para que hablen por ellas mismas y pulir las maquetas para que la forma sea atractiva, cada página debe pasar el filtro de la corrección. Una tarea de varias horas que efectúa Carlos Frá y en sus descansos, Roberto Arias y María Carnero. En realidad, toda la plantilla de redactores pone de forma rotatoria sus ojos a favor del cierre varias jornadas al año. Con el último golpe de tecla del periodista que efectúa cada noche el Cierre del Diario de León, letras e instantáneas viajan de forma virtual hasta los ordenadores de la empresa Calprint, en Medina del Campo, donde trabajan 55 personas en turnos. Todas ellas inician la labor desde la irrupción de la pandemia con el santo y seña del hidrogel, guantes y mascarilla protectora. Las botoneras de las máquinas y las superficies de las mesas también se higienizan y toda la manipulación posterior se prosigue con guantes, según explica el responsable Eugenio Sánchez. Página a página se van grabando con láser en una plancha de aluminio en la que se vierte una emulsión que coge la tinta. También se necesita presión del papel contra la plancha gracias a la acción de un rodillo de caucho.

Como singularidad, la rotativa «es enorme», admite, de más de 100 metros de longitud. El proceso mecánico, sin intervención humana, deja listos en una hora todos los ejemplares, que se agrupan con cintas para su mejor traslado con carretillas elevadoras. El papel con el que se fabrica un periódico llega en rollos gigantes que pesan 850 kilos cada uno. Los operarios introducen varios rollos en la pre-bobinadora que hay bajo la rotativa. Cuando el producto está listo sobre la una de la madrugada, se traslada en una furgoneta desde la sede de Medina del Campo a una nave almacén en la localidad leonesa de Onzonilla que gestiona la empresa Boyaca. Allí se descargan los paquetes y se redistribuyen entre los quince repartidores que los entregan en todos los puntos de la provincia y en más de 230 quioscos, según matiza el encargado de la distribución, Álvaro García.

Las suscripciones del Diario de León llegan de la rotativa plegadas mecánicamente y de forma individual para su entrega. El manipulado del resto se efectúa en formato de paquetes con tiras de plástico. Recepción y entrega.

Como lo escrito perdura y sólo es actualidad lo que llegamos a conocer, la información diaria que contienen las páginas del periódico juega un papel esencial para saber qué ocurre, qué pasa y en qué punto estamos. Así que después de que los periodistas rumien cada contenido, se pase todo ese torrente de noticias a un soporte tangible en la rotativa y los ejemplares lleguen al almacén para distribuirse a la provincia, el último paso es la venta al público, que se efectúa en los quioscos, librerías y gasolineras. Parte también de los periódicos se depositan en la estafeta de Correos de León para que los carteros los lleven hasta los domicilios de los suscriptores. Lo que el tiempo ha demostrado es que, a pesar de tener que competir con internet, la televisión o la radio, los periódicos tienen la capacidad de informar en profundidad.

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