Diario de León

Paso a paso

El comercio no se suelta el pelo

Apenas uno de cada diez negocios que podían abrir ayer opta por levantar la trapa y el resto se prepara para «la normalidad» el próximo lunes

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

El resultado del día 1 de la fase 0 para el comercio se resolvió con poner los números seguidos y prescindir de los conceptos. Apenas un 10% de los comerciantes a los que se concedía permiso para levantar la trapa decidió abrir sus puertas en la jornada inaugural de transición hacia la bautizada como «nueva normalidad». Por ahora, el escenario se puebla apenas con la entrada de las peluquerías como negocios más demandados por aclamación popular, la suma de los ferreteros al ejército de la primera línea de servicio, en la que han aguantado las tiendas de alimentación durante todas estas semanas de confinamiento, y la aventura a la que se animan los versos sueltos las librerías, las tiendas de deporte para equipar a tanto deportistas florecido, los establecimientos de arreglos de calzado y los talleres de automoción, cambio de ruedas y bicicletas. El textil, por el momento, trabaja en la trastienda para cambiar la temporada de invierno que se había quedado en los escaparates por el verano que se anuncia, pero con el próximo lunes, 11 de mayo, como fecha para poder contar con una apertura «normal».

Mariló Diez, en su tienda del Ejido. MARCIANO PÉREZ

La mudanza no es fácil. Que se lo cuenten a Ignacio Álvarez. A primera hora de la mañana espera con el camión de Mudanzas Navarro aparcado y las puertas traseras abiertas en San Agustín. Después de siete semanas parados, han vuelto los ocho operarios al trabajo y tienen «15 encargos pendientes», como consecuencia de las «llamadas a punta pala» que se han sucedido porque «había gente a la que se le acababa el mes de alquiler y tenía que salir». Pero «hay mucho que no se puede hacer porque en comunidades de vecinos no están dejando entrar». «Estamos trabajando con todas las medidas de protección y dentro de las casas solo entra una persona», advierte mientras empuja la mesita que le acaba de pasar uno de los compañeros de trabajo.

Sin respuesta

Los comerciantes optan por las citas testimoniales en el textil o las labores de cambio de temporada

La cola del Banco Santander de Ordoño II y las esperas de los supermercados, que han acumulado distancias de atletismo de mediofondo en las pasadas semanas, tienen competencia a la puerta de la ferretería Hispanoamericana de la calle del Carmen. Paquita Alonso espera turno para comprar «un embudo, cinta de embalaje para las cajas» en las que guarda «la leña» y un apaño para que «no gotee el grifo». Desde la mesa atrampada en la puerta la atiende Cándido Soto. Sólo si «necesitan ver» entran los clientes en el local al mostrador del fondo o al que queda a la derecha, sin riesgo de cruzarse. «Tenemos una afluencia de gente que no esperábamos. Ya está el teléfono otra vez», avisa, con el ring ring incesante como música de fondo para contrastar sus declaraciones.

Una de las peluquerías de Ponferrada que ayer reabrió con cita previa. L. DE LA MATA

A quien no le suena el teléfono es a Francisco Mateos. Se le ha «bloqueado», y eso que empezó a «coger citas» para la peluquería de caballeros Roma este mismo lunes. Tiene ya ocupado «hasta el jueves», con intervalos entre cliente y cliente de 20 minutos. A cada uno que entra le cambia de sillón y desinfecta el lugar que queda libre. Fuera se le empieza a hacer cola para pedir cita. «Al compañero le tengo en el Erte y estoy dándome cuenta de que me hace falta. No me esperaba esta acumulación», concede sin que se acalle el siseo de las tijeras sobre la cabeza de Pedro Redondo. «Llevo dos meses sin cortarme el pelo y eso que estoy acostumbrado hacerlo cada 15 o 20 días como mucho. Encima me tocaba cuando cerraron», bromea.

Leo y Jonathan. MARCIANO PÉREZ

Por aquellas fechas estaba a punto de salir de cuentas Lucía Llamazares. Le ha dado tiempo a dar a luz antes de que le toque el turno para que Yasmina Gutiérrez le corte el pelo. La peluquería de Nicolás Arcilla, en la calle González de Lama, suma ya una lista de espera de un centenar de personas. Por ahora, crece más rápido de lo que mengua. El negocio, en el que antes se podían atender a once clientes a la vez se restringe por ahora a tres al mismo tiempo, pero sin que «ni siquiera se vean», como explica el profesional. La fórmula pasa por la creación de tres espacios separados, una para cada persona, «al menos en este primer mes». Después, espera que puedan ampliarse a cinco personas con la entrada de dos más en la sala principal, donde ha partido los tocadores para aumentar la distancia. Las medidas no se quedan en la separación. La adecuación abarca una reforma en la que eliminará la zona de espera, porque todo irá con cita previa, e incluso la recepción, en la que habrá un terminal de punto de venta para atender a los que entren, enlazada con la agenda de citación por internet. La actuación se completa con un nuevo ropero en el que los usuarios meterán sus «prendas dentro de una funda de lavandería». Cuando acaban, se desechan junto a la percha, al igual que «las batas que vienen precintadas y son de un solo uso». El servicio se finiquita con la desinfección del espacio «con agua y lejía», reseña Arcilla. El profesional ha resuelto incluso el inconveniente de la prohibición de las revistas, que acompañan la espera del tinte, con la incorporación de «tabletas electrónicas, con un plástico protector que se quita tras el uso». «Por ahora estamos trabajando tres y, a partir de la tercera semana, veremos cómo podemos ir incorporando a los demás trabajadores», concede el estilista, asomado a la puerta desde la que se ve el ábside de la Catedral.

La vista la comparte con Isidro Pastor. El domingo ya atendió encargos y ahora recoloca el almacén de la floristería Babia para atender los pedidos que le llegan por teléfono. En estas semanas de cierre ha tenido que «tirar 3.000 euros en flores» y el Día de la Madre lo cerró con «apenas un 20% de las ventas de otros años». «¿Tiene geranios?», se acerca a preguntar un cliente que ha visto la trapa levantada.

Cándido Soto. MARCIANO PÉREZ

La puerta abierta hace de reclamo. En Batalla de Clavijo se han enterado así los que pasan de que la tienda de reparación de calzado y llaves Rojess vuelve a abrir. Detrás del mostrador, Mariló Diez admite que no han cogido avisos por teléfono, pero sí que han tenido ajetreo de «trabajos pendiente de antes». En la trastienda aguardan «una veintena de pares de zapatos». La caja cuenta ya también con el pago de «alguna copia de llave» y «la venta de muchas semillas para plantar». «Además, un señor que había visto una cartera que le gustaba el día que se cerró y que no traía dinero se ha acordado y vino por ella», relata, sin que haya mucho más movimiento que las tiendas de alimentación en el barrio del Ejido.

El esquema se repite en el resto de barrios, con algún negocio suelto diferente. En el Polígono 10, son Leo da Silva y Jonathan Chacón los que han levantado la trapa del establecimiento de limpieza de vehículos Camaleón Detail. Llevaban «dos meses sin ningún ingreso», pero han tenido que atender «el alquiler, la luz y los autónomos», aunque esperan que ahora que acaban de cumplimentar la petición de las ayudas se las paguen con carácter retroactivo. Pero, por si acaso, que no se fían mucho, han optado por «abrir porque un negocio cerrado no funciona». «Ahora que nos dejan hay que ir al ataque», recalcan los dos jóvenes, que han empezado a recibir encargos por teléfono y apuntar a otros gracias a la puerta abierta en la calle Bordadores. La mayoría de los clientes se acerca para preguntar por «la desinfección con ozono que, al menos este primer mes», van a «regalar con cada servicio». «A ver si remontamos», apuntan antes de volver con el coche que tienen a medias y que deben entregar en un ratín para dar paso a otra cita.

Sin respuesta

Los comerciantes optan por las citas testimoniales en el textil o las labores de cambio de temporada

Sin cita no atiende Juan José López. Cuando sale la clienta de la joyería Santo Domingo, en el arranque de Gran Vía de San Marcos, activa el botón para que se abra la puerta. Los turnos los reparte cada 15 minutos «porque raro es el caso de alguien que esté más tiempo en una tienda como estas». En el último mes ha recibido «llamadas para piezas y arreglos de joyas» y ahora ha empezado a cumplir con la lista pendiente. No venden ni enseñan «género para que no se toque». Sólo hacen «arreglos y empeños». «Miedo no tengo, pero si tensión», confiesa. resguardado tras la mampara de cristal a la espera del siguiente cliente al que dar la vez.

No puede entrar nadie en Dewe. En la tienda, que pertenece al grupo que forman Capitán América y Siroco, se escucha el trajín dentro, pero la verja está bajada. No abren porque «la gente todavía no se ha mentalizado», como razona el responsable del negocio, José Ángel de Cabo. Han optado por «aprovechare aprovechar para limpiar e ir colocando las cosas», pero no levantarán la trapa hasta el día 11». Su caso está en el 90% de los negocios que han optado por «la preparación: limpiar, adaptarse a las medidas de la guía práctica del Ministerio, comprar equipos de protección mascarillas y guantes, decidir si ponen o no mamparas, si colocan o no puertas automáticas», como calculan desde el grupo de la Cámara de Comercio que coordina a las asociaciones de comerciantes. «Apenas están dando citas testimonialmente para ver si el 11 pueden abrir de manera normal», detallan.

En los barrios

Las ferreterías y tiendas sueltas en los barrios, así como alguna joyería, se sumaron a la apertura

Más valiente se muestra Marian Fernández. El domingo lanzó un aviso en su página de Facebook y ayer «como ya se podía» colocó «un cartelín en la tienda de Joma de la avenida de la Facultad, junto a Guzmán. Ya están listos para poder desinfectar los probadores y las prendas que se prueban los clientes. En la primera mañana, las ventas se han centrado en «las zapatillas para correr». «Así, sin andar a carreras, nos preparamos para abrir el día 11 con normalidad», justifica.

tracking