Diario de León

DIEGO SEGURA. ARTISTA Y NATURISTA

«El despoblamiento rural pretende liberar recursos para grandes ‘trust’»

Cosmopolita en Genicera. Diego Segura (Ceuta. 1943) invita a una pletórica explosión de color y un paseo por el universo en la sala Provincia del Instituto Leonés de Cultura. De pequeño quería ser arquitecto o músico. Enraizado en su Ceuta natal voló de Marruecos a Barcelona y de Cataluña a la montaña leonesa. Es un precursor del naturismo y del ecologismo

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ANA GAITERO | TEXTO

RAMIRO LÓPEZ | FOTO

De pequeño quería ser arquitecto o músico. Ahora es un hombre construido de «sal y arena» que trajo el mar a la montaña leonesa y ha llevado León a al sur con su mirada reflexiva y su hacer sensible. Hace 35 años llegó a León y revolucionó las mentalidades locales, con un soplo, o un silbo, como llama a algunas de sus obras, de aire fresco. En 1978 publicó un monográfico sobre naturismo en Ajoblanco, que fue el germen de la actual revista Integral. Influido por figuras como Ghandi, Christa Murti yVicente Ferrer, conoció y trajo a España a Lanza del Vasto, fundador de la comunidad El Arca que inspiró su Taller 7 en Genicera. Universalidad y laicismo son su santo y seña de este hombre nacido en el sur y formado en el norte.

—La exposición se titula ‘Diego Segura 1987-2017. Miradas sensibles’. ¿Genicera le ha marcado como artista?

—Absolutamente, pero no solamente Genicera. También Ceuta, Asilah, Marruecos, donde me he criado. Todo eso va fermentando con la experiencia vital y precisamente en Genicera, en los años 80, la prolongación del silencio de los inviernos ya me permitió que todo aquello que estaba dentro fuese saliendo. El contacto con la montaña me dio las formas de los pulsos. Pero en toda mi obra está la memoria genética y la memoria del sur aderezada, como una buena ensalada, con todos los buenos olores y sabores de Genicera.

—Llegó con aquel Taller 7, de naturismo y nudismo. ¿Cómo recaló aquí?

—En 1982, cuando mi hija tenía cuatro años, fuimos a Asturias a que la conociera su abuela materna. Vivíamos en Cataluña —yo me crié en el Marruecos español hasta los 20 años— y nos acababan de echar de una masía por presiones del Opus Dei. En el pueblo de la que era mi mujer, Pola de Laviana, un ganadero me dijo que iba a visitar a unos parientes en Genicera y me invitó a ir. Era por Navidad. Le acompañé y vi una casa que me pareció óptima.

—«El mundo rural ya no existe», dice en el homenaje a Gewnicera en la sala Provincia.

—Es lo que percibo. El medio que se llama rural, que ya no es rural, no es autosuficiente. La gente ya no se construye sus casas, no produce sus alimentos, ya no cultiva las tierras y viven dependientes de las tiendas de las ciudades y de los subsidios.

—¿Cree que la despoblación está programada?

—Se ha promocionado la ciudad por el comercio y la concentración de los votos. Pero todos los recursos naturales están en el medio extraurbano, que ya no se puede llamar rural: las tierras, los bosques, los minerales... las grandes riquezas. Cuando tiene propietario es más complicado expropiarlo. La programación del despoblamiento, que no despoblación, es intencionada política y economicamente para liberar los recursos y ponerlos a disposición de los grandes trust económicos.

—¿Puede poner un ejemplo cercano en León?

—Lo percibo en la experiencia de mis 35 años en Genicera. Cuando llegué era un pueblo vivo: la gente construía sus casas, fabricaba sus alimentos, cuidaba a las personas mayores... Todo eso se ha perdido. Las políticas europeas lo han propiciado: quitar las vacas, colegios, centros sociales, centros de salud, transportes... Internet llega muy mal. Todo es intencionado. Hay recursos suficientes y baratos para que la cobertura fuera total.

—Su obra está fuertemente conectada con la naturaleza. ¿Es una tabla de salvación?

—La naturaleza, la luz, es el origen de todo. La vida, la expresión de los seres animados, las combinaciones de las formas y los colores, los ciclos otoñales... La sensibilidad del ser humano ha generado el concepto de belleza que es casi terapéutico. Cuando contemplas algo bello el sistema nervioso se relaja y te entra una sensación de placer y placidez.

—¿El arte también ha entrado en la espiral del consumismo?

—Hay que distinguir entre el mercado del arte y el arte. El uso político, comercial y expositivo de las obras de arte muchas veces no tiene nada que ver con el arte en sí. El arte es una herramienta de evolución del ser humano, que transformando su mirada es capaz de transformar su conciencia. El mercado tiene otras leyes: se exalta o se minusvalora una obra según los intereses del mercado. Es absurdo que una obra cueste miles de millones. Se puede comprar el sexo, pero no el amor. En el arte, se puede comprar la obra, pero no la emoción.

—Pero todo tiene un precio, aunque solo sea por los materiales. Su obra La Ola de Ceuta lleva 23 toneladas de hierro.

—Y casi dos años de trabajo. Eso supone un coste económico, pero no es el valor de la obra de arte.

—El arte al servicio de causas sociales, como las piezas de la Sama-Velilla o a Riaño, ¿pierde libertad?

—Puede perder un valor, pero se convierte en otra historia. Se convierte en un grito. Si la obra tiene gran contenido artístico puede ser interesante, pero a veces no hace falta, basta con que tenga el mensaje.

— «De vacas a peces por estupideces» es el título de su homenaje a Riaño, de 1988. ¿Qué sensación tiene 30 años después del cierre del pantano?

—Triste porque no se ha conseguido nada de lo que se pretendía. Y se podía haber evitado con otras alternativas.

—No es fácil ser aceptado en un pueblo y menos cuando se traen ideas nuevas ¿Cómo vivió los comienzos en Genicera?

—Fue una etapa agridulce. Tuvimos denuncias, algunas de gente del pueblo, pero no de nacidos allí. Eran instituciones, como la iglesia o el Opus Dei

—¿Les escandalizaron las prácticas nudistas?

—Tomábamos el sol dentro de casa en un recinto privado y a cubierto de las miradas de los demás y también para protegerlos a ellos de sus propias ideas perniciosas sobre el desnudo. Por razones terapéuticas, el agua, el sol y el aire tienen grandes dosis de beneficios.

—¿Necesitó mucho tiempo para ser aceptado?

—Precisamente en 2015, la Asociación Cultural La Mediana me hizo un homenaje en reconocimiento a mi labor.

—¿Qué huella ha dejado allí?

—No lo sé. Pero que el día de la inauguración viniera todo el pueblo a arropar la exposición es señal de que soy un vecino más y querido. Como lo son ellos para mí.

—¿Cómo es su relación con el mundo artístico de León?

—Me he movido, aparte de en León, entre Barcelona, Ceuta, Madrid y un poco el mundo internacional. No le ha dado especial interés y no he trabajado comercialmente porque no soy artista comercial.

—¿Y cómo ve a León en relación con el arte?

—León es un sitio muy especial. A pesar de ser un lugar con ideas conservadoras muy fuertes, está lleno de pensadores, escritores, poetas, escultores... Desafortunadamente la mayor parte de ellos para triunfar y ser reconocidos han tenido que emigrar. Es un lugar difícil. Cuando ya son reconocidos León les acoge.

—¿Cómo le trata a usted?

—León me ha enriquecido mucho. Reconozco los enormes valores y su enorme belleza a pesar de su dureza. Estoy muy agradecido y me siento muy de León. Ha habido momentos difíciles, como en todas las partes donde he vivido, por mi sensibilidad, pero en todos me he enriquecido.

—Es curioso que el único homenaje a Durruti lo haya hecho alguien de fuera de León. ¿También es anarquista?

—Mi padre era anarquista. Yo no. Pero he vivido ese ambiente en casa desde pequeño. Admiro la cualidad humana de todas las gentes que han pululado alrededor de mi familia y que me han inculcado las ideas de entrega, de bondad, de servicio, de enseñar al que no sabe. En cuanto al Hálito Durruti, no es un monumeto a Durruti, es el aliento, el espíritu y la fuerza que le animó, que es el de miles de personas que dieron su vida, su trabajo y su esfuerzo por mejorar el estado de la sociedad.

—¿Qué queda del espíritu naturista en una democracia supuestamente abierta?

—En aquellos años salíamos de una sociedad opresiva y había ansias de libertad. En 1978 hice un número monográfico de Ajoblanco dedicado al naturismo. Luego, la democracia no ha sido tal. Los poderes políticos se han puesto al servicio de los poderes económicos y se ha ido hacia atrás en las ideas. Afortunadamente, las ideas naturistas han ido fermentando por la propia necesidad de la tecnificación y artificiosidad de la vida. Antes, el 80% de los alimentos eran naturales; hoy son el 20%. La agricultura está industrializada y todo es artificial. El siguiente paso es apropiarse del agua y el aire para que el ser humano no pueda ser libre. Quieren convertirnos a todos en enfermos crónicos para estar enganchados. La gente vive más, pero no sé si se vive mejor.

—¿Hay algún resquicio por el que recuperar libertad?

—Desgraciadamente, no. A fuerza de Cherboniles, Fukisimas, gripes aviares... Hasta que no haya un crack del sistema, no. Por eso surgen movimientos de biodinámica, bioconstrucción, bioagricultura... Aunque también se mercantiliza, todo es bio, el sistema lo engulle.

—Como padre, ¿le angustia este mundo que les queda a las nuevas generaciones?

—No me siento culpable de lo que está ocurriendo. Creo que puedo dormir tranquilo porque hago todo lo que está a mi alcance para trabajar en contra de esa locura.

—Experimenta con la escultura, la pintura, la fotografía. ¿Ha encontrado su registro?

—Soy un artista multidisciplinar. Todos me van. Algunos son más cómodos. Otros requieren ir a talleres ajenos o colaborar con expertos, como en el caso de La Ola o los Silbos.

—¿Fue duro trabajar con hierro una ola o fue una forma de doblegar el material?

—No. No se trata de doblegar a nadie, sino de utilizar la ductubilidad del hierro para conseguir el efecto volátil del movimiento de la ola y la espuma. Es un desafío inteligente y apasionante.

—«El arte de ver» lo ha sintetizado en una serie fotográfica con cuatro temas y mucha luz.

—La luz es fundamental. Es la manera de crear la visión.

—Silbos, Pulsos... ¿Qué son?

—Tienes que expresar lo que haces. Cuando te llega el amor, no te enteras. Pero cuando eres consciente del amor, el placer es doble. Con el arte pasa lo mismo. Recibes el impulso, la emoción y no sabes por qué hasta que lo entiendes. Cuando lo entiendes pasa a la conciencia. Entonces es doblemente saboreado. Sabiduría viene de saborear, tomar conciencia de los sabores, de las experiencias. La erudición es solo información. Una persona erudita no necesariamente es sensible.

—Pasar por una cirugía ¿Ha significado dejar su credo naturista? .

—Yo no reniego de la medicina moderna. Hay que utilizarla con sentido común. La cirugía resuelve muchas cosas. Una forma de vida natural no predispone a la enfermedad, pero eso prácticamente ya no existe. Estamos rodeados de electromagnetismo, contaminación... No existe el medio armónico natural donde se puede desarrollar una vida saludable. Ni toda la medicina natural es verdad, ni toda la medicina química es mala.

—Brexit, Trump, corrupción en España... ¿Qué le sugieren?

—Son anécdotas en un momento histórico de fuertes cambios que está fermentando y no tardará mucho en llegar. Son las resistencias de los sistemas antiguos que ya no se sostienen.

—¿Un cambio de era?

—Sí.

—¿Con más protagonismo femenino?

—Sí, creo lo está alcanzando poco a poco. La mujer tiene queponerse las pilas en saber cuál es su sitio como mujer. Sólo una décima parte de las mujeres que conozco tienen conciencia de mujer, de la misma manera que muchos hombres no la tienen de hombre.

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