Diario de León

Diario de una confinada | Día 4

Feliz cuarentena

lote

lote

León

Creado:

Actualizado:

Todo eran señales. El lunes nevó. La nevera a tope. Los niños sin cole. Hay mensaje del rey. Por la mañana, han tocado unas campanillas en la casa. Música divina. Como si fuera al cielo. Una manzana más allá, alguien ha colgado en la ventana un mensaje: «Estamos bien».  Solo nos falta el árbol.

En el súper, volvía a haber cola. Paciente, muy ordenada. Daba la vuelta a la esquina. Todos con sus carritos, sus guantes, las bocas tapadas. Como si fuera Navidad. Solo que en vez de lana, los guantes son de látex. Y no son bufandas, son mascarillas.

Hace frío. O me ha parecido. Tal vez porque todo está desangelado a la hora del Ángelus y el resto de las horas. O quizá esté yo destemplada. No, no tengo fiebre, tranquilos. Es que da repelús lo que pasa. Pero esto no lo decimos. Ponemos nuestra mejor sonrisa y deseamos a todos salud. Como en Navidad. Como el día del sorteo de la lotería, solo que ahora es que no te toque. Que no te toque el virus.

Hasta había pensado en sacar la ropa interior roja, que dicen que trae suerte, aunque no se sabe si buena o mala, y busqué una fórmula para meter en la copa las monedas esas que llaman a la fortuna, que ahora al parecer es en forma de erte, pero luego pensé que el gel de hidroalcohol con el champán _bueno, con cava_ no iba a hacer buen combinado.

Por la tarde, los grupos de wasap se pusieron como locos a mandarme la foto esa, sí, la que habéis visto todos, la de la Inmaculada, la de la Virgen de la Plaza Circular flotando en el cielo. Seguro que tiene autor (y explicación) pero de tanto reenviarla se ha perdido. El autor, digo.

Y encima, que iba a hablar el rey. Del coronavirus. Yo lo entiendo, por la situación. Y él, por partida doble. Porque en su casa tiene otro virus, el Corinnavirus. Así que saqué las galas de armario, que lo tengo ordenadísimo desde que comenzó el confinamiento porque he preferido eso que contar los granos blancos y los azules que tiene el tambor de Dixán, descongelé el cordero asado que me habían obligado en casa de mi madre a llevarme en un táper hace un par de meses (¿os acordáis de aquel entonces?) y puse la mesa con el mantel bordado y la vajilla de las grandes ocasiones.

No he tenido casi tiempo de nada más. Ni de desmentir los bulos que a su vez dicen que es un bulo y resulta que lo que es un bulo es el desmentido del bulo _que es peor que desenredar las luces para el árbol de Navidad_ ni de pensar en llamar yo a Jazztel por la tarde, justo a la hora de la siesta. Sobre todo, porque donde tienen que estar los del call center es en su casa.

Antes de cenar, me he sentado delante de la televisión para analizar bien qué objetos ponía el rey para dar su mensaje de Cuarentena que, al parecer, dicen más que el propio mensaje. Cerré los ojos y brindé porque lleguen pronto los 27 grados. No por mi, que también, sino por mandar al virus este de vacaciones. Bueno, os dejo. Cuidaros mucho, hoy con erre otra vez porque Alfonso García, que me sirve de RAE a domicilio en estos tiempos de cuarentena, me ha dicho que está permitido. Debe de ser casi lo único. Hoy es 19, como el sufijo de Covid. Hasta mañana. Feliz confinamiento. Y feliz Día del Padre. No os tiréis por la ventana.

tracking