Diario de León

50 AÑOS DEL BANCO INDUSTRIAL. LA FACTORÍA TEXTIL MODÉLICA PERO FALLIDA

La fábrica de los sueños rotos

La textil Tilsa, proyecto señero y fallido del Banco Industrial de León, liberó de ‘servir’ a cientos de leonesas y trajo a la ciudad a los mejores técnicos del punto. Se cumplen 50 años de la creación del Banco Industrial de León del que son hijas empresas señeras como la Vidriera Leonesa y Vinos de León. Su proyecto más ‘importante’, Textil Industrial Leonesa, fue un sueño que se rompió en menos de una década. Una fábrica que cambió el rumbo de la vida de muchas leonesas. Ellas ocupaban el 80% de los 500 puestos que llegó a tener de media.

Vicente y su esposa Adela se conocieron en La Fábrica, el germen de Tilsa. Ella todavía conserva alguna prenda original.

Vicente y su esposa Adela se conocieron en La Fábrica, el germen de Tilsa. Ella todavía conserva alguna prenda original.

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Ana Gaitero | León
León

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«En aquellos tiempos o ibas a La Fábrica o a servir», comenta Vicenta Lorenzana, una de las cientos de mujeres que trabajaron en la Textil Industrial Leonesa (Tilsa). Tenía 18 años y bajaba desde Puente Castro. «A la altura de lo que hoy es Carrefour nos recogía un autobús», recuerda. Antes había trabajado en una zapatería infantil, pero dejó ese empleo «por las horas que teníamos que hacer después de cerrar la tienda (íbamos con las cajas de zapatos a las casas de la gente bien para que se probaran los niños) y por el trato».

En 1967, La Fábrica de la calle La Serna, fundada por Manuel González, de Yálex, se trasladó a las afueras de León. La «modernísima» factoría a orillas del Bernesga, en la carretera de Vilecha, multiplicó por diez la plantilla, de medio centenar a más de 500 personas. «Más del 80% eran mujeres», apunta Vicente González, uno de los trabajadores que conoció el principio y el final de Tilsa. Llegó a tener 800 fichas, se trabajaba por encargo. «Querían crecer y ficharon a gente de Cataluña, ingenieros, encargados y diseñadores», agrega Manuel Ovalle, el veterano jugador de la Cultural y Deportiva Leonesa. «También daba trabajo a mucha gente en sus domicilios y conventos como Carrizo y San Miguel de las Dueñas, se les ponía la máquina», relata. Un sistema que se convirtió en norma para las siguientes industrias textiles que proliferaron tras el fracaso de Tilsa. Falsas cooperativas.

La fábrica fue una oportunidad laboral para cientos de mujeres leonesas y también para hombres como este futbolista que fue ‘fichado’ en San Cayetano. «Yo tenía 17 años. Recuerdo que hicieron un llamamiento ofreciendo trabajo y me apunté», cuenta. «Cuando pasamos a la fábrica nueva fue como subirse a un globo. Era impresionante», recuerda Vicenta Lorenzana. Recuerda a los tejedores Ernesto, Manolo, Vicente... «Nos enseñaron a trabajar con aquello», relata.

«La gente que trabajamos allí fuimos afortunados, aparte de tener que trabajar lo pasábamos bien», añade. Incluso «se formaron muchos matrimonios», recuerda.

Vicente González y Adela se conocieron en la vieja fábrica de la calle La Serna. «Yo empaquetaba», recuerda la mujer. No llegó a trabajar en la nueva factoría porque «mi familia se trasladó a Madrid y mi padre no me dejó seguir más que unos meses», apostilla. Todavía conserva prendas de punto de aquella época.

Tilsa era una fábrica especializada en punto instalada en una «ciudad de paso, camino de conquistadores y ruta de peregrinos», tal y como se decía en el primer catálogo que editaron con la llegada de diseñadores y técnicos catalanes. «Aquellas instalaciones no las tiene ni un banco. Por dentro era todo de cristal, no había tabiques y la calefacción era por aire», apunta.

Era una fábrica modélica, aparte de la moderna maquinaria. «Tenía una cantina-comedor, aunque allí lo más que tomábamos era un refresco porque llevábamos el bocadillo de casa, no es como ahora», explica Vicenta.

También contaba con un equipo de fútbol, que llegó a ser campeón de la liga de empresas. En su alineación estaba Ovalle. Por entonces le ficharon para el Sabero, tercera división y de ahí dio el salto a la Cultural. «En 1969 lo dejé porque me dijeron que tenía que elegir entre el fútbol y la fábrica», comenta.

«Empecé con una máquina manual, a destajo. Ganaba entre 300 y 450 pesetas a la semana, pero había que currar mucho para ganar ese dinero», agrega. Ovalle compatibilizaba el fútbol con el trabajo en la fábrica. Tenía el turno de noche, en el que sólo trabajaban hombres, para poder ir a los entrenamientos y a los partidos.

Llegó a ser encargado y mecánico. «La fábrica fue una oportunidad. De encontrarme sin trabajo a tener una posibilidad porque no sabía que me iba a sonreír el fútbol. Jugaba en el juvenil de San Cayetano, pero fue el equipo textil el que me abrió las puertas al fútbol. Fui el máximo goleador y se fijó en mí Armando Álvarez Cano, entrenador del Sabero».

Recuerda a muchos de sus compañeros, algunos convertidos en empresarios con el tiempo como Ángel González y Lesmes, otros fueron a trabajar a Miguélez cuando cerró la fábrica. Ovalle tiene buena memoria para los nombres: Fernando Zabala, que era de Mondragón y venía de trabajar en otra empresa, vino de director; José María Riba, de diseñador; Antonio Escoriza, de Igualada, de encargado...

Tampoco olvida las máquinas. Hace memoria de algunas_ «Había una circular que era para los paños de hacer vestidos de punto. Las pequeñas eran Brother y las Beynley tejían 16 paños a la vez, la Cotton tenía seis fronturas». Había máquinas manuales de varias galgas, en función del grosor de la prenda.

En la producción de paños, la mayoría eran hombres, aunque también había mujeres, como Vicenta Lorenzana que fue ayudante de Vicente González en la Cotton. Vestían de azul. Las batas rosas eran para la mujeres que trabajaban en la confección y en la plancha. Cuentan que el salario era igual para ellos que para ellas... ¿Será verdad?

Tilsa, la fábrica nueva, estuvo en activo desde 1967 hasta 1976, pero los tres últimos años en una situación muy precaria y prácticamente de autogestión, asumiendo directivos y trabajadores, especialmente los representantes sindicales, el papel de ‘empresarios’ sin tener capital.

«Intentamos hacer una cooperativa, pero de aquella no estábamos preparados», comenta Vicente González. Ni tampoco se lo permitieron. La fábrica fue uno de los grandes proyectos del Banco Industrial de León, de cuyo capital surgieron empresas aún activas como Vile (Vinos de León) y la Vidriera Leonesa.

También Michaisa fue hija de esta entidad financiera auspiciada por el capital carbonero de los Valle y en el que estuvo como presidente Carlos Arias Navarro, antes de ser nombrado presidente del Gobierno de Franco. Y refugio de algún directivo cuando quebró. Vicente González acabó en una portería de viviendas, donde se jubiló hace un año.

De la noche a la mañana la fábrica fue vendida a un empresario argentino, de apellido Poggi, que resultó ser un liquidador. «Salimos a recibirle con banderas, pero resultó ser un mirlo blanco que estafó hasta al Obispado de Astorga», cuenta Vicente.

Todo se torció. Se rompieron en mil pedazos los sueños que vendían los tres catálogos que diseñó Josep María Riba y cuyas fotos pertenecen al Premio Nacional de Fotografía 2012, Eugeni Forcano, con las mejores modelos del momento. «El paisaje me gustó mucho y me encontré con la gente del pueblo, la realidad de un país», declaró a Diario de León el fotógrafo ese mismo año, poco antes de ser galardonado. Le trajo a León José Maria Riba, de Canet de Mar como Forcano. Dirigió la fábrica nueva en su primera etapa. Fue el impulsor de los modernos catálogos inspirados en la naturaleza y la riqueza monumental de León, así como en la propia fábrica. Riba diseñó el logotipo con una clara inspiración leonesa: Un león encima del acrónomo de Textil Industrial Leonesa (en blanco y gris) con tres réplicas en el bermellón característico de la bandera.

Las revistas fueron una auténtica promoción de León y de la fábrica de punto más importante del país en aquellos años. «Llegamos a fabricar para El Corte Inglés y para Italia; la fábrica iba viento en popa, se trabajaba a tope», recuerda el hombre que acabó de encargado de la sección de automáticas de Cotton. «Desde una especie de ordenador, un simple cartón, mandábamos la orden a la máquina», añade.

Con la llegada del nuevo propietario se marcharon los directivos de la primera ola y también Riba. Se hizo cargo de la gerencia José María Alsina, ingeniero textil una especialidad que ha desaparecido del mapa de titulaciones. Venía de Tarrasa: «Fuimos número 1 en géneros de punto y teníamos unas operarias que quitaban el hipo en cuanto a calidad en el trabajo», recuerda.

A Alsina le tocó lidiar la última etapa. «Estuvimos solos, tres años prácticamente en autogestión». Tilsa fue la última empresa en cerrar de todas las que adquirió el grupo argentino. El ingeniero catalán se casó con una ponferradina afincada en León y tras una aventura empresarial después de Tilsa, el matrimonio se fue a Barcelona.

En 1976, poco antes de cerrar definitivamente, la empresa había reducido la plantilla a la mitad. «La supervivencia de Tilsa, en peligro», subraya un titular en la portada de Diario de León del 12 mayo. «Afectada por la crisis que atraviesa el sector textil en todo el país y por las dificultades de tesorería que tienen su origen en el affaire Poggi —grupo al que pertenecía la empresa leonesa Tilsa— no ha podido pagar este mes a los casi doscientos trabajadores de su plantilla», señala el texto.

Las gestiones para «evitar su desaparición» no llegaron a buen puerto. Los trabajadores tuvieron que solicitar la regulación de empleo. Nadie les daba tajo en sus puestos. La empresa estaba asfixiada y prácticamente ningún banco, salvo el Mercantil Industrial, Coca y algo el Cantábrico, respondieron a sus peticiones de ayuda. «Durante 25 meses hemos estado solos, desasistidos por todos —con las excepciones hechas— desamparados, aburridos y hasta ignorados por las personas que moralmente deberían habernos apoyado».

«Lo lamentable es que podíamos seguir, dada la aceptación de nuestros tejidos», declaró José María Alsina en una rueda de prensa a la que acudió flanqueado por otros directivos y la representante sindical Cristina Castaño. «La empresa como tal no existe y hemos tenido que asumir directamente el funcionamiento de Tilsa», dice la noticia de La Hora Leonesa .

Desde su fundación, en 1967, el peor año fue 1971 y el mejor 1975. La decisión de reducir el capital social de 60 a tres millones de pesetas para ir a una emisión de acciones por importe de 57 millones puso a Tilsa en manos del grupo Poggi que lo encuadraban en torno a un centenar de sociedad, desde mineras a financieras. El empresario argentino fue detenido en Francia por falsificación de pasaportes.

«No viví la etapa final, que fue lo peor», reconoce Vicenta Lorenzana. Tampoco el futbolista Manuel Ovalle guarda memoria de aquellos últimos meses aunque sabe que fueron difíciles. «Escoriza, que fue como mi padre, marchó en el año 71 cuando entró Poggi», apostilla.

Vicenta dejó el empleo después de casada, cuando estaba a punto de dar a luz a su primer hijo. «Había que madrugar mucho y mi marido trabajaba en Antibióticos, pensamos que nos podíamos arreglar bien», apunta.

Tuvo tres hijos y dos hijas. Vicenta Lorenzana es la madre de Juanín, el jugador de balonmano que más goles tiene anotados en su palmarés deportivo. Hasta que se casó todo lo que ganaba lo entregaba en casa. «Me quedaba con 50 pesetas. Dar el dinero en casa era lo normal», explica.

Quien vivió muy de cerca el proceso final fue Vicente González, como jurado sindical de la empresa. «Era la transición, pero los sindicatos todavía eran como patronales. Yo fui muy criticado, pero me gusta ir por la línea recta. Nos siguió hasta la policía», comenta.

Recuerda que le correspondían 19.000 pesetas de indemnización, pero la cuantía se vio multiplicada de la noche a la mañana, hasta 540.000 pesetas: «Estábamos en manifestación coincidiendo con la huelga de la construcción. Aquella misma tarde, me llamó el delegado de Trabajo y me dijo: Acaban de ganar ustedes 68 millones para su indemnización».

Los mayores de 45 años tenían un 50% más de indemnización, pero lo curioso es que les pagaban el equivalente a los 45 días por año antes de que estuviera reconocido este derecho. «Creo que nos adelantaron la ley de los 45 días por año que en el resto de España tardó en aplicarse», relata.

Pasaron los años y todo se olvidó. «Entre tres trabajadores resolvimos la inmdenización de Tilsa. Pero en definitiva, unos engordaron el bolsillo y los trabajadores a freír mondas», recalca.

De entre las personas que les tendieron la mano destaca a Manuel González, que en la democracia pasó de ser dirigente del PCE a militante y alcalde de Partido Popular en San Andrés del Rabanedo. También recuerda a un magistrado de su pueblo, Lugán. «Saturnino Gutiérrez nos echó una mano y nos ayudaron mucho los abogados del despacho de Atocha que sufrieron el famoso atentado». Vicente rememora con pesar que «15 días antes estuve hablando con uno de los asesinados».

Este hombre polifacético que pinta, escribe, hace escultura y es amante de las antigüedades también evoca el triste final de la fábrica con imágenes de la debacle de la ‘modélica’ fábrica de punto: «Salían camiones de lana, furgonetas con motores, muebles... Personalmente, jamás saqué ni un rollo de cinta aislante teniendo acceso a todo. Justicia no se hizo ninguna», lamenta.

El 23 de octubre de 1977, el periódico ABC publica un anuncio del Juzgado de Primera Instancia número 1 de León, del que era titular el magistrado luganés. Sale a subasta la maquinaria que queda en la fábrica como consecuencia de la quiebra de Tilsa, a saber: Una bobinadora de 12 husos, una máquina de tejer Fouquet, un telar Cotton, dos tricotosa automáticas Dubied y otra Stoll para fabricación de cuellos menguados. En total, 3.225.000 pesetas. No daba ni para pagar una mínima de las indemnizaciones.

«Quedamos como peleles y nos taparon la boca con las indemnizaciones», concluye al cabo de 35 años desde que el buque insignia de la industria textil en León quedó a la deriva.

Poco después llegaban las elecciones a Cortes constituyentes, el PCE fue legalizado y el PSOE se reconstituyó. En León apareció un político de Albacete, Baldomero Lozano, para encabezar las listas del partido al Congreso de los Diputados. «Me propuso hablar en un mitin en la plaza de Toros con Felipe González: Le contesté que si quería que contara la verdad, que me pagara».

Al echar la vista atrás y ver la caída de Tilsa ve un mal presagio de lo que está sucediendo en Antibióticos. «Era la gran empresa de la ciudad, con Antibióticos y la Vidriera Leonesa y ya nadie se acuerda de Tilsa». Espera que la historia no se repita.

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