Diario de León

Manuel Jular Santamarta. pintor

«La vida no admite Photoshop»

Jular siempre va con los tiempos y en la era digital el Photoshop es su nueva brocha. Es un pintor 2.0. Dirigente del PCE clandestino en León, coló a la dictadura un burro con la bandera republicana en las alforjas en un cartel de San Froilán. Se jubiló como director de arte en el sector editorial hace 11 años y volvió a su ciudad natal. Ácido con la pintura y socarrón con el verbo, es agitador de café y en las redes sociales. Ahora ‘se expone’ en Ármaga con ‘El calendario Antelami y algunas imágenes más’

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ANA GAITERO | LEÓN
León

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Manuel Jular nació en León un día de enero de 1939 bajo el signo de Acuario cuando aún las balas se se cruzaban entre las dos Españas y los niños jugaban en las calles. Estudiaba en los Maristas cuando se estrenó con los pinceles en el estudio de Monteserín, por el que pasaron Tío Alberto, Redondo y «casi todos menos Zurdo». Fue prófugo de su quinta. Finalmente hizo el servicio en Mallorca, donde también conoció la cárcel. En los 60 saltó del Sindicato de Estudiantes Universitarios (SEU) al PCE clandestino. Empezó Medicina y Arquitectura, pero lo suyo fue y es la pintura.

—Y nunca fue a Bellas Artes...

—No, la pintura para mí era un hobby, reivindico mi autodidactismo.

—Su vocación, al fin y al cabo.

—No estoy nada seguro, es lo único que he seguido haciendo a pesar de todos los saltos. Pintura, publicidad, maquetar periódicos o revistas... Una profesión.

—¿Qué no aprendió de Monteserín?

—A comer, porque zampaba como un cosaco. Monteserín era maragato, había estado en el extranjero, de una generación muy romántica (pintura histórica). Era un viejo muy interesante. Fundamentalmente, casi no aprendí porque era de aquellos profesores que te dan la mano y terminan arreglando los cuadros. No se pelea...

—¿Tenía ganas de pelear cuando organizó con Alejandro Vargas la primera exposición de arte abstracto en León?

—La hicimos al terminar la mili, que yo hice en Mallorca, un lugar muy especial para mí. Teníamos una hija y media...

—Ya estaba en camino...

—Cristina

—¿Cómo se les ocurrió?

—¿Cuálo?

—La exposición...

—Alejandro estaba mucho más formado. Había hecho la escuela y había estado en Francia. Allí no veía más que arte abstracto. Él tiraba de mí aunque éramos muy distintos porque yo era muy de libro. Era todo un puñetero invento. Buscábamos un arte que no tuviera ni siquiera subconsciente figurativo. Que no tire el paisaje, ni la figura... Algo que sea verdaderamente abstracto es una cosa complicada. Después, toda la vida he estado repintando, alejándome de lo figurativo y nunca he sabido muy bien qué era.

—Y de aquellos abstractos a los pentimentos con Photoshop. ¿Es usted más moderno o futurista que el Musac?

—Relativamente, soy relativamente más moderno. Estaba entre lo figurativo y lo abstracto. Las dos cosas tiraban de mí. Los Julares, digamos legítimos, son una especie de cosa inexistente que está cargada de significados y significantes. Una especie de popurrí, que han terminado siendo reconocibles. Nunca me he preocupado de una igualdad de forma. Voluntad de forma sí he tenido. La carga de pensamiento siempre ha estado de una manera u otra. Empecé a hacer pruebas con los programas de ordenador y encontré unas ciertas garantías. Se podían perder texturas pero aparecían otros elementos que garantizaban el camino del cuadro hacia un final. Era sabido que iba a tener algún problema.

—¿De qué tipo?

—De rechazo.

—¿Rechazo?

—No tanto de rechazo como de un nivel de comprensión acorde con el resultado que hay detrás de algo hecho con ordenador. A mí me parece muy interesante.

Su medio de expresión ahora.

—Me interesa del todo. Lo defendería a capa y espada. Otra No hay razón para estar dandole a la brocha.

—¿La pintura ha muerto?

—Muy al contrario, en este momento todo vale. Y funciona cuando funciona. Se puede saber quién pinta o no pinta lo haga de una manera u otra. Un pintor como Karlos Viuda, haga lo que haga se sabrá que pinta. Otros, con las mejores brochas, no sacarán nada.

—¿Y qué pintan las mujeres en la pintura? Usted es un artista sociable, ha participado en muchos grupos o colectivos artísticos. Esto se da mucho entre los hombres artistas. Pero apenas se ven mujeres.

—Hay tan pocas, tan pocas, que no sobrepasan lo que hubo en el Renacimiento o el Romanticismo. En España pocas mujeres llegan a un cierto nivel. Sin embargo en las escuelas hay montones de ellas. No sé cuál es la razón. No creo que haya ninguna diferencia, con excepción de algo que es lo que detiene a la mujer en todos los terrenos. No me atrevo a calificarlo.

—Atrévase.

—Se puede acusar a la sociedad en pleno de no aceptar su trabajo y la indefensión en la que se encuentra para casi todo. En el caso concreto de la pintura no debería pasar, pero hay pocas. Aquí mismo, en León ahora puede haber 15-20 chicas trabajando con elementos gráficos: Charo Acera, Julia D. Velázquez, Esther Santás...

—El rol...

—El rol siempre está sobrecargado. Por muy santos que seamos, cuando llega el momento de una fregada o de una cocinada al final alguien trabaja más es la señora de casa. Si encima trabaja fuera, está sobrecargada. En la creatividad se necesita mucho tiempo. No sale solo de las manos. Hay que pensar mucho y reivindicar el espacio de pensamiento. Para pintar hay que mirar más que incluso pintar.

—Política y arte van de la mano en usted.

—Sí, aparte de la obra gráfica (carteles, cómics, viñetas...) en la pintura también he pintado abiertamente los signos de esos tiempos. Y creo que ha dado pie a cuadros interesantes, en los que la significación era muy directa. Cuadros testigo: Las heridas del Cid, el Caballero de la Mano en el pecho haciéndole putadas, pues me cae muy gordo, no él, sino la postura imperial que retrata, esa época tan tremenda de la inquisición. Una mano con una garra estrujando una paloma de la paz. Hubo épocas en la que era muy explícito, más o menos cuando se creó el ‘cucusclán’, el Club Cultural de Amigos de la Naturaleza. En ese momento íntentamos hacer una agrupación de pintores en León porque éramos muchos. Salimos los pintores contra la central nuclear de Valencia de Don Juan... Hacíamos cosas colectivas.

—Querían respirar...

—Había que hacerlo, aunque teníamos el policía de turno, Rullán, que lo llamábamos el poeta (publicó un montón de libros) que iba a las reuniones como representante de Gobernación.

—¿EL CCAN nació con una intencionalidad política?

—Política no, nació bajo la teoría de ser un club como los de la Unesco, que defendían los derechos humanos y la naturaleza en el caso de León. Detrás de ello apareció como siempre el elemento agitador del PCE, porque podía haber una cierta cobertura para cosas que no se podían hacer de otra manera. Tuvo una vida muy interesante.

—¿Sigue siendo comunista?

—¿Quién, yo?

—Sí

—Ya no sé lo que es eso. Sin militar ser comunista tiene poco sentido. Digamos que me gusta casi todo lo que significa menos aquello en lo que el comunismo ha conculcado la libertad, que es tanto como cualquier otro grupo político.

—¿Hay algo de lo que se arrepienta de su etapa militante?

—Sí, debería haber sido mucho más duro con algunos de los elementos que vinieron, yo y otros que pensaban igual, pues les regalamos un partido que tenía mucho más entronque en la gente del que unos más tarde dejó el propio Santiago Carrillo. Si no hubiéramos dado tantas facilidades a la dirección del exterior, para ocupar el partido de dentro hubiéramos tenido mejor relación con la gente.

—¿Cómo vivía en León en los años de la dictadura, siendo militante clandestino y a la vez un pintor reconocido con encargos de la burguesía local?

—Siempre vendí poco...

—Conde Luna, la Venatoria, el Banco Herrero...

—Eso pasaba gracias a los amigos y conocidos. Y decían esto es de Vela, Zurdo, de Manolo.. y los pocos que andábamos por aquí. Tengo afecto a Cándido Itxaurbe, que era de la poca gente que entonces hacía decoración y por eso salían esas obras. Algunas salían de puto milagro.

—¿A qué se refiere?

—Había su discusión: ¿Para qué le dais de comer a éste?, decían algunos. Estábamos clareados entre otras cosas porque estuve en el 71 en la cárcel, pero algunas de esas obras son anteriores.

—¿Le seduce Podemos?

—Me preocupa mucho que no me gusta del todo y que tengo una desconfianza que les engloba. Ayer he vuelto a oír hablar a este hombre de la ley electoral, porque se les olvida, siendo una de las canalladas más antidemocráticas que hay en este momento y que es necesario reformar para que cada voto sea igual. Tampoco me gusta mucho su actitud respecto a la izquierda unida. Hay que unirse. Del único por el que no siento demasiada desconfianza, tampoco me cae mal Anguita, es Alberto Garzón.

—Aparte del cuadro que ha transformado para la exposición de Ármaga, ¿Qué recuerdos tiene de la cárcel?

—La cárcel duró muy pocos días. No llegó a ser más que una experiencia. Fue una liberación de la comisaría. Durante los treinta y tantos días pude hacer cosas. Con la excepción de que me cortaron el pelo y me quitaron la barba. Me detuvieron el día de los Inocentes en Mallorca.

—Una fecha señalada, sin duda.

—Si me pongo a analizar, no padecí la cárcel: ni apreturas, ni frío. Éramos señoritos dentro de cómo estaba otra gente.

—El calendario Antelami ¿es preocupación por el tiempo?

—Tiene que ver con la estructura mítica del mundo. La relación entre las astronomías y el trabajo cotidiana. El calendario es un capricho. Me siento mucho más forzado por mí mismo en toda la pintura no figurativa. El calendario no está separado demasiado de las cosas que había estado haciendo con el Museo Imaginario de la Grecia Antigua y Roma y del Museo de León. Y es rigurosamente cierto que siempre tuve envidia de Monseñor y sus calendarios, que vendía y vendía.

—Arropado con más obra.

—Es lo que hago, el pensamiento continuo: espirales, fundidos, cruces... Los Julares de siempre. Algunos están hasta repintados. Conservan la imitación de la textura.

—¿Cómo ve la ciudad diez años después de su retorno?

—Hay gente muy maja, muy capacitada para todo lo artístico. Las redes sociales han dado mucho. Pero veo una tremenda vejez incluso en la política. Se parecen poco a coleta morada, al Rivera puede que se parezcan pero no por la edad. Lo de la economía es terrible. Resulta difícil saber de qué vive la gente, si vive... El caso es que la ciudad está maja y bonita.

—¿Y la política cultural?

—Eso es de una ambigüedad absoluta. Coexistimos con un Premio Nobel como Gamoneda, que lo será algún día, y todo lo que aportan los leoneses de fuera, pero en otros inventos la cosa es tremenda. En la pintura no se cumple el 1% cultural ni cuando se decora un portal. La música clásica está dejada de la mano de Dios. En el 2002 el Auditorio daba conciertos a manta, ahora hay que ir fuera. Con las otras músicas ocurre otro tanto. El año que vine estuvimos haciendo la enciclopedia de la música Kike y yo, que la sacó el Diario con la Diputación con Javier García Prieto. Hay muchas cosas por ahí: Espacio Vías...

—Muchos espacios...

—Es como mucha nuez, pero vacía. Es una tendencia antigua en León: hacer cáscaras vacías. Sin dinero no se puede hacer nada, por mucho que se quiera.

—¿El hundimiento de la Caja ha contribuido también? ¿Fue promotora de la cultura o un espejismo?

—Espejismo, no. Pero tampoco el dinero para la cultura fue exagerado. Decía un escritor de Cistierna, Cadenas, sobre la Casa de León: Un día unos cuantos leoneses pusieron una peseta e hicieron la Casa de León. Probablemente, en la cultura, la obra cultural de la Caja ponía algunas pesetas. Otra cosa son otras cosas. Sin embargo, el dinero a Victorino, a los Valle y luego a Llamas...

—Le encantan los heterónimos. Me parece muy pessoaiano...

—Es probable que yo sea el producto de una gran confusión. Como no tengo que hacer méritos para que me den ningún premio grande de España, y la pintura no tiene Nobel, creo que aún reescribiendo continuamente en el fondo soy un absoluto fracaso. Un pintor de pueblo con alguna chispa como el Villarreal o la Cultural cuando llegó a primera.

—¿Qué les diría a sus hijas que no les haya dicho nunca?

—Eso está difícil. Me han aguantado tanto... Hemos tenido pocos momentos en los que hayamos estado muy juntos. Y soy poco sentimental. Ellas mismas alguna vez me han llamado progenitor por no decir padre.

—¿Ha sido dura la paternidad?

—Soy lo que se llamaría un mal padre.

—¿Le toca el corazón?

—Empiezo a ser mayor y algunas de esas cosas se piensan. Se vuelve atrás, pero la vida no admite el Photoshop.

—¿Qué haría con el nacionalismo?

—Ponerlo en lo federal. Con una Castilla y León fuerte no importa nada dar a los catalanes unos dosis altas de autonomía. El problema está que para tener una Castilla y León fuerte hay que contar con que León no la quiere. Pero solucionar eso por la vía del nacionalismo a lo falangista, España una grande y libre, no tiene remedio. O falsificando la democracia mandando por decreto ley como hace este caballero con la mayoría que, por cierto, le dimos.

—Burló a la dictadura con la tricolor en un burro, ¿ahora es más difícil burlar al poder?

—El adversario político parece complejo aunque no lo es. Pero es difícil entablar discusiones. Hay que ganar elecciones.

—¿A quién desea suerte el 20-D?

—IU tiene el mensaje más limpio y valiente. Me gustaría que no perdiera el contacto con la gente. Y que Podemos tuviese muchos votos y sobrepase inventos de segunda marca como el señor Rivera.

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