Diario de León

TRAGEDIA MEDIOAMBIENTAL EN LEÓN | LA ACTIVIDAD LOCAL SE RESIENTE

«Nos han quemado la vida»

<br />Las imágenes corresponden al mismo punto del pinar de Tabuyo. La de arriba fue tomada el lunes y la siguiente, con el paisaje calcinado, un día después.


Las imágenes corresponden al mismo punto del pinar de Tabuyo. La de arriba fue tomada el lunes y la siguiente, con el paisaje calcinado, un día después.

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León

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A primera hora la mañana, la señora Elisa cogió a un yerno en cada brazo y se desplazó hasta el modesto huerto que posee en medio del monte de Torneros de Jamuz. Las llamas sólo respetaron un par de frutales y algunas verduras. El resto de su propiedad quedó reducida a cenizas. Ni el carro de tirar sirve para tirar porque tan sólo ha sobrevivido una especie de esqueleto de hierro. Francisco y Pepe están de vacaciones. Son mediterráneos, pero como dos más del pueblo, quizá empujados por la convincente suegra, salieron al campo para ayudar en lo que se pudiera. Y ayer tocaba recomponer el cercado del huerto para evitar que los jabalíes se coman lo poco que no han tocado las llamas. «Se echa en falta el olor a monte», comenta Pepe mientras clava estacas con el martillo. «Y la vista, claro», añade su cuñado Francisco.

Por suerte, esta pequeña propiedad no es el medio de sustento familiar, como el de tantos otros vecinos afectados de manera directa por el fuego. Se trata, principalmente, de todos aquellos que tienen negocios locales vinculados al monte, que son casi todas las nuevas alternativas económicas de las que vive la zona. Entre estos yacimientos se encuentra la apicultura. Andrés Fuentes es con toda probabilidad el mayor productor de miel en Tabuyo del Monte. Hasta ayer por la tarde no pudo subir al bosque quemado para comprobar el alcance de los daños, pero a simple vista parece que ha perdido cinco colmenares. «Estamos hablando de 600 colmenas», recalca. Y 600 colmenas a una producción media de 15 kilos de miel por año son 9.000 kilos. Eso multiplicado por los tres años que tendrá que esperar hasta que las abejas vuelvan a colonizar los enjambres y a producir miel de calidad suman un total de 27.000 kilos de producción perdida. Y sin contar todo el material que se ha perdido en las colmenas y la cera. En Tabuyo del Monte hay media docena de vecinos que trabajan este campo. Pero son bastantes más si se cuentan todos los que poseen colmenares en los extensos pinares de la Valdería y la Valduerna.

El momento de su primera visita a la zona damnificada fue muy doloroso. Andrés, fundador motu proprio del único museo de la apicultura que hay en León,  comprobó que la mayor parte de sus colmenas han desaparecido, como si se hubiesen volatilizado. Incluso el alambre que las protege resultó fundido con las altas temperaturas que envolvieron el terreno durante las horas de máxima actividad del incendio. Fuentes consultadas ayer por este periódico en el ámbito de la botánica forestal indicaron que durante un fuego intenso en un bosque de coníferas, como el de los últimos cuatro días, se pueden alcanzar temperaturas de 1.000 grados centígrados dentro de la masa en ignición. La temperatura bajaría hasta los 500-700 grados durante la quema de matorrales arbustivos y a 200 grados centígrados en áreas de pastizales. En cualquier caso, son temperaturas lo suficientemente altas como para modificar las propiedades del suelo y los ciclos de la vida animal. «Era mi negocio, pero no pienso tirar la toalla. Mi ambición es volver a empezar y recuperar las colmenas de aquí a tres años», comenta en tono optimista Andrés Fuentes, quien, casualmente, fue el único apicultor de Tabuyo que pudo salir adelante tras el incendio provocado por los militares en 1998.

Algo similar ha ocurrido con la explotación de los pinos resineros. Se habían convertido en un nuevo yacimiento de empleo, pero los sueños se han truncado. Aunque sólo a medias. «No lo pienso dar por perdido», advierte Nacho Bajo, uno de los más perjudicados por el incendio. Como él, en Tabuyo hay otros seis resineros. El pasado año hicieron pruebas en diez sitios distintos del pinar y obtuvieron resultados excelentes. «La mayoría somos de aquí y lo vemos como una salida al penoso mercado laboral». El de resinero es un trabajo duro, físico, pero la tradición de la zona en este campo y las ilusiones de una nueva generación de productores ha recuperado una actividad en desuso desde 1989. «Todavía no sé cuánto he perdido», comenta de manera sincera, puesto que se ha pasado el día y la noche colaborando en la extinción del fuego. «Lo que sé es que saldremos adelante; aprovecharemos todos los recursos naturales que tengamos y encontraremos la solución a este desastre», afirma.

La otra gran actividad afectada por el incendio es la producción micológica. Las pérdidas serán millonarias en este sector, puesto que la regeneración del monte para que vuelva a producir boletus edulis, el hongo típico de la zona, requiere de medio siglo a 80 años. Entre los más afectados están las cooperativistas de Del monte de Tabuyo, integrada exclusivamente por mujeres y dedicada a la producción y elaboración de productos derivados de los hongos y las frambuesas. Que parte del monte se  haya salvado es motivo suficiente para que estas mujeres vean el futuro con optimismo «para reconducir las cosas en positivo», declaró a Efe Marisa Rodríguez, una de las promotoras.

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