Diario de León

ellas toman la palabra

Las leonesas ponen un pie en los altares

Un estudio urge a la iglesia católica de León a empoderar al laicado, que abre las puertas de las celebraciones dominicales a mujeres, para afrontar el cambio y un horizonte con menos de 60 sacerdotes en 2030 .

Chelo Fernández en uno de los momentos de la celebración de la palabra. MARCIANO PÉREZ

Chelo Fernández en uno de los momentos de la celebración de la palabra. MARCIANO PÉREZ

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ana gaitero | león

Primero fueron las monjas y ahora las laicas. La Iglesia católica ha abierto un resquicio a las mujeres sin llegar a reconocer el sacerdocio femenino. El envejecimiento de los curas y la escasez de vocaciones han permitido que pongan un pie en los altares.

Pero no besarlos, ni consagrar, tareas exclusivas del cura, obispo o papa. Las mujeres sólo pueden pisar el altar en el padrenuestro y durante la comunión. Pueden rezar, dirigir las lecturas, hablar a la feligresía y dar la comunión. Pocas ocasiones tienen pero podrían bautizar y también atender rezos de días tan señalados como Todos los Santos.

Los diáconos y los hombres laicos, también. Pero un hombre siempre puede optar al sacerdocio, la mujer no.

La celebración dominical de la palabra cubre el espacio de la misa, sin ser eucaristía y en estos tiempos en que «la mies es mucha y los obreros pocos» las mujeres empiezan a ocupar espacios pastorales vetados al sexo femenino en la iglesia católica desde hace siglos.

Un estudio del sociólogo Prisciliano Cordero del Castillo alienta el «empoderamiento» del laicado en la pastoral y como soporte de ayuda al sacerdote en una sociedad que vive un cambio cultural y religioso sin precedentes y cuyo horizonte demográfico augura que la diñocesis de León tan solo contará con 121 sacerdotes en activo en 2020, unos 70 en 2025 y posiblemente menos de 60 en 2030.

«La creciente escasez de sacerdotes en edad activa hará necesaria una nueva planificación pastoral en la que tengan cabida todos los recursos con que cuenta la diócesis: sacerdotes, religiosos y, de forma especial, los laicos», señala Cordero.

En León una veintena de mujeres salen cada domingo a celebrar la palabra en sustitución de las misas en los pueblos donde el cura no llega. Las pioneras fueron las religiosas —actualmente quedan 13 de 30 que había en 1999— y los diáconos (hay cuatro en la diócesis de León). En los últimos años se han incorporado a esta nueva modalidad de pastoral 4 mujeres y 8 hombres laicos.

Chelo Fernández, de Otero de las Dueñas, es una de ellas. Celebra la palabra en las parroquias que le asignan en función de las necesidades. Este año despide la misión en Villasecino, a donde acuden también feligreses del cercano pueblo de Truébano de Babia, asimilado a la parroquia. Sale de casa a las doce del mediodía para ofrecer el servicio a la una de la tarde. La nieve está en los altos y se escapan chispas de agua fría que anuncian la proximidad del largo invierno en la montaña. «En verano hay más gente y es cuando más hace falta, durante el invierno se arreglan entre el cura y el diácono», comenta.

La iglesia de Villasecino acoge también a los feligreses de Truébano de Babia. MARCIANO PÉREZ

«NO ES UNA MISA»

Aníbal, el presidente de la Junta Vecinal desde hace dos décadas, es el encargado de tocar las campanas. El público, compuesto fundamentalmente por mujeres, ya espera a la puerta de la iglesia, un edificio del siglo XVII con un campanario típico del barroco montañés. La gente llena los bancos de la mitad del templo. El mal tiempo no ha desanimado a la feligresía a asistir a la celebración dominical. «La gente tiene una fe arraigada de tradición y también de convencimiento», dice Fernández de los babianos.

«No es una misa», matiza. Sólo el sacerdote puede consagrar. Ni diáconos, ni seglares, sean hombres o mujeres, pueden organizar el sagrado sacramento. Por eso no en la celebración no hace el rito de las ofrendas sino una acción de gracias.

El ritual comienza con el saludo de la celebrante y prosigue con las lecturas, en las que participan un hombre y una mujer. En la homilía, Chelo Fernández utiliza un lenguaje cercano para explicar el mensaje de la resurrección. Habla del tamaño de los campos de fútbol en el cielo ... Para concluir que, en realidad, allí nadie preguntará por el fútbol.

A falta de consagración, «en este momento en que tantos sacerdotes están ofreciendo la eucaristía, el pan y el vino, nosotros vamos a ofrecer también algo». Una mujer se anima... Luego se dirige al sagrario y recoge la copa con las sagradas formas. La gente se pone en fila para tomar la comunión. Para terminar, un canto a la virgen.

Aníbal toca las campanas para convocar a los fieles. MARCIANO PÉREZ

A la salida de la iglesia la gente aprovecha para saludarse y conversar un rato antes de volver a casa. Pero, ¿Les ha gustado? Una vecina dice que sí. «Las mujeres son muy decididas y entregadas, si no esto no sigue porque no hay quien lo haga», apostilla. Otra mujer concede que la oficiante «habló muy bien y es encantadora, aunque estamos enseñados a que sea un sacerdote».

Alguien hace notar que la celebrante tendrá «autorización del obispo», y tiene razón, y también dice que personas como Chelo Fernández tienen que ser «gente muy católica, no cualquiera». Es cierto. Las personas autorizadas para las celebraciones dominicales de la palabra en ausencia de presbítero cuentan con la venia del mitrado, son recomendadas por sacerdotes o gente influyente de la iglesia y, además, han pasado un período de formación. Algunas participan en los grupos de lectura creyente, acuden al centro de estudios teológicos o en ambas cosas a la vez.

«CON TAL DE ABRIR LA IGLESIA»

Hay feligreses que no ponen el listón tan alto: «Con tal de abrir la iglesia...», dice otra mujer. La hora de la misa es, más allá del rito religioso, un momento de convivencia y conversación para las pocas personas que van quedando en el pueblo. Veinte vecinos en el invierno, cuenta Aníbal de memoria.

«Había necesidad de ayudar en los pueblos de Babia y voluntariamente dije que sí», explica Chelo Fernández. En la comarca hay otro laico y el diácono, Eugenio, que ayudan al sacerdote.

La experiencia ha sido muy positiva para esta mujer cuya ocupación principal en este momento es cuidar de su madre. «Al principio era una sorpresa, a medida que lo he ido viviendo me doy cuenta de que la más beneficiada soy yo. Uno se ve tan limitado o más que las personas a las que vas a atender a los pueblos».

La entrada de personal laico en la labor de la iglesia se realiza desde otros frentes. El Movimiento Rural Cristiano, ahora presidido por la leonesa Remedios Carbajo, agrupa a colectivos de toda la geografía española. «En los pueblos hay mucha gente mayor y un poco sola, aunque son problemas que también se dan en las ciudades porque la natalidad es un problema generalizado», comenta esta vecina de Cimanes de la Vega, que fue una de las primeras alcaldesas de León en la era democrática. «Somos misioneros» para «evangelizar a la gente, preocupándonos de los pueblos y de sus problemas, tanto a nivel de educación como de cosas municipales», indica.

Carbajo cree que «tendrán que pasar muchos años antes de que las mujeres sean ordenadas sacerdotes. La jerarquía es muy fuerte», admite. Mientras «hay que ir rejuveneciendo la iglesia, como dice el papa» que está desempolvando» el espíritu de abrirse a la sociedad que lanzó hace ya 50 años el Concilio Vaticano II.

Cordero del Castillo no toca el tema de la mujer en el sacerdocio en su reflexión sobre el nuevo rol de los curas, aunque apunta que «será necesario abordar el tema del sacerdocio y sus exigencias, y buscar nuevas alternativas, que exigirán una profunda revisión de la teología y de la pastoral, si se quiere atender debidamente a las necesidades de la diócesis».

De Truébano a Villasecino para la celebración. MARCIANO PÉREZ

CURAS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Los tiempos han cambiado. «La diócesis de León, hasta no hace muchos años fue cuna de innumerables vocaciones sacerdotales y religiosas, que llenaron seminarios y que se extendieron por la Iglesia universal como misioneros, hoy registra la misma escasez de vocaciones que el resto de las diócesis de España y la misma preocupación por buscar soluciones», apunta Cordero.

Su estudio desvela que desde 1966, año de la primera promoción de sacerdotes del Concilio Vaticano II, se han perdido en la provincia un total de 671 curas. Aquel año, el censo de sacerdotes era de 825 efectivos.

En los últimos diez años se han producido 12 ordenaciones y 78 defunciones. En términos estadísticos, 1,2 ordenaciones al año y 7,8 fallecimeintos. Con estas cifras, el papel tradicional del sacerdocio está en la picota por cuestiones meramente demográficas.

En la diócesis de León tan solo hay tres curas menores de 30 años, se cuentan 11 de 30 a 39 años, mientras que 99 tienen más de 80 años y 85 de 70 a 79. De los 271 sacerdotes incardinados están en activo 154. Su media de edad es de 65,24 años. Si se incluye a los que ya no están activos el envejecimiento alcanza los 71,90 años. La pirámide de edad del sacerdocio es tan pequeña en la base y tan abultada en la cúspide que tiene «un grave riesgo de supervivencia», explica Prisciliano Cordero.

El predominio de los sacerdotes mayores hará que aumente también la tendencia hacia el conservadurismo y que resulte más difícil dar respuestas a los problemas que vayan apareciendo en nuestra sociedad plural, laica y en continuo cambio», indica.

El sociólogo plantea el doble reto que tiene la iglesia en León. Por un lado atender a una sociedad rural, envejecida y todavía sacra y, en parte urbana y laica. Pero el desafío del sacerdocio va más allá de la edad.

La formación y la tradición cultural tienen su importancia para afrontar una sociedad en cambio: «El clero español tiene una buena formación teológica y canónica» pero, según los estudiosos, la mayor parte de sus miembros adolecen de una «pobreza espiritual e intelectual».

Dice J. Linz, que al proceder de clases bajas y del mundo rural «son reverentes con los que tienen poder y dinero». Asimismo, el estilo jerárquico y el ambiente cerrado que respiraron en los seminarios «les incapacita para entender el mundo moderno».

Una de las propuestas de Cordero del Castillo es reforzar el papel del laicado en las labores pastorales. Jesús Fernández, el leonés obispo auxiliar de Santiago de Compostela, ha sido el impulsor en León de la formación de personas laicas para las celebraciones de la palabra en ausencia de presbítero.

A partir de la experiencia desarrollada en la diócesis de León, en 2013, poco antes de irse a Galicia, publicó un libro que sirve de manual práctico para realizar esta urgencia pastoral a la vez que reflexiona sobre sus ventajas y riesgos: Vivir la eucaristía: celebraciones dominicales en ausencia de presbítero.

La realidad demográfica del sacerdocio es uno de los acicates de estas celebraciones, aunque también hay una preocupación por las causas que hay detrás de la falta de participación de los cristianos en las celebraciones de la iglesia.

La sociedad se ha hecho laica y lo sacro ya no tiene la presencia pública de hace medio siglo y el propio envejecimiento de los curas hace que predominen las posiciones más conservadoras. Hay también una crisis de autoridad. «Intentar seguir controlándolo todo y dando respuestas a todo es un esfuerzo inútil, como dice Emile Pin», apunta Cordero.

La gente acepta las celebraciones de la palabra, aunque en los primeros tiempos, allá por los años 80 en Valencia de Don Juan, había quien marchaba escapada de la iglesia «cuando veía llegar el coche de las monjas», comenta un cura del sur de León. Por esa comarca tres religiosas atienden actualmente a pueblos como Matadeón de los Oteros cuando no puede ir el cura.

Las Carmelitas Misioneras de Santa Lucía de Gordón se sumaron a las religiosas pioneras a finales de los 90. Ahora atienden de forma rotativa con el sacerdote los pueblos desde Villómar hasta Quintana del Monte y dirigen dos grupos de lectura creyente, dan catequesis los sábados, visitan a los feligreses enfermos... «Hay muchos entierros y vamos porque son tan mayores que necesitan un poco de aliento», indica sor María Josefa, una de las Carmelitas Misioneras.

«MEJOR QUE NADA»

«Al principio son reacios, pero luego les gusta», admite Remedios Carbajo. Todo el mundo entiende que prefieran al sacerdote porque tiene funciones son exclusivas. «Una celebración es mejor que nada, pero con la eucaristía, que es un sacramento, no se puede ni comparar. Lo ideal sería que hubiera más sacerdotes para decir la misa como Dios manda», opina Sara Castro González, una leonesa que desde hace 40 años participa en las comunidades neocatecumenales, las más conservadores de la iglesia católica. Aboga por la promoción de las vocaciones y ve con esperanza las últimas incorporaciones a los seminarios diocesano y misionero de León.

Mientras tanto, Sara es una de las seglares que se ha prestado a celebrar la palabra en ausencia de prebítero. Tiene 71 años y es funcionaria jubilada. «Empecé con hace cuatro años con don Jesús.», recuerda. Sus motivos: «Haber descubierto a la iglesia como madre, porque es la que me ha ayudado a encontrarme con Jesucristo. Ahora tengo más tiempo libre y vi fenomenal dedicarlo a esta misión», comenta.

Empezó hace cuatro años en la zona de La Robla, «en los pueblos de Juan Jesús», y ahora está destinada en las parroquias de Valdearcos, Villacelama y Villanueva de las Manzanas, «los pueblos de don Domingo». Cura y celebrante se alternan para que los pueblos tengan su eucaristía si no todos los domingos al menos de forma periódica.

«Me he dado cuenta de la necesidad que tiene la gente de que se hable del amor de Díos. Es una buena noticia y es necesario predicar para anunciarla. Ya que no se puede la misa es importante la celebración y dar la comunión. No podemos pretender que el cura vaya a 10 pueblos», recalca.

Hoy se celebra el Día de la Iglesia Diocesana con el lema «Somos una gran familia contigo» y el mensaje clave de que «no hay fórmulas mágicas» para que funcionen las parroquias. «Es necsaria la participación de todo el mundo», dice el anuncio de la Conferencia Episcopal. ¿Cómo?

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