Diario de León

Llegan a Campo del Agua las primeras vacas trashumantes de la pandemia

Pastos alquilados en los Ancares. Más de 250 de vacas procedentes de Galicia, pertenecientes a una quincena de ganaderos de la provincia de Lugo, pastan en estos días de pandemia en la provincia de León, en montes de los Ancares bercianos. Llegaron a pie, cruzando 24 kilómetros de valles y montañas, con picos de 1.800 metros de altura. Este ganado come hoy en las 5.000 hectáreas que les alquiló la comunidad de montes de Campo del Agua (Villafranca del Bierzo). Son los últimos trashumantes.

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Ponferrada

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Sobre Campo del Agua caen plomizos rayos de sol. Huele a pastos frescos de aire limpio de alta montaña. Los cencerros de las vacas componen una melodía anárquica que se escucha desde la lejanía. Llegar a esta remota aldea de pallozas, —declarada en 2002 Bien de Interés Cultural, con categoría de Conjunto Etnológico— supone caminar dos horas desde Porcarizas, si no se dispone de todoterreno para subir.

El calor y la humedad aplanan el cuerpo contra el suelo al atravesar con 25 grados los prados, trufados de ortigas y zarzas. Todo encamado en un fondo de valle del río Porcarizas. Alcanzado en perpendicular el camino de la Mirada Circular que promociona el Consejo Comarcal del Bierzo, llegar a Campo del Agua es fácil porque la vista se entretiene contemplando matas de robles, escobales y jaras en flor, un imponente bosque de acebos y cantroxos o tomillos borriqueros.

La paz es absoluta en esta aldea de Los Ancares. M. FÉLIX

Al llegar al alto, nada más doblar la última curva que dibuja una suave loma montañosa, aparece de sopetón Campo del Agua. Allí están las primeras vacas trashumantes de esta pandemia, ajenas por completo al coronavirus y pastando felices entre pallozas y casonas ancestrales de gruesas paredes de piedra, restauradas por los herederos de otros tiempos difíciles de mayor necesidad.

En medio de Campo del Agua pastan decenas de cabezas de ganado vacuno. Llegaron a pie hace apenas unos días. Las vacas son propiedad de 16 ganaderos gallegos, de varios pueblos del Ayuntamiento de Cervantes.

Primero hasta Piornedo

Partieron de aldeas como las de Moreira y Donís. Desde esta última localidad, las reses caminaron dos días —en dos etapas de 9 y 15 kilómetros— para recorrer por el monte los aproximadamente 24 kilómetros que separan el pueblo de Donís (Galicia) del de Campo del Agua (Castilla y León).

Primero recorrieron una senda hasta los montes de Piornedo, y al día siguiente enfilaron —como robustas cabras de alta montaña— hacia la cresta del Corno Maldito, que está por encima de los 1.850 metros de altitud.

Un ganadero gallego alquila desde hace años las 5.000 hectáreas de pasto a la comunidad de montes de Campo del Agua. Y ese mismo ganadero se lo cede a otros, al colectivo de 16 propietarios de reses que pagan y prefieren que su ganadería pase la primavera y el verano en estos pastos de los Ancares bercianos.

Con ayuda de drones

Son los últimos trashumantes y se han modernizado. Incluso han intentado llevar las reses por el monte con ayuda de drones. Pero lo tienen claro: donde esté el pastor de toda la vida, que se retire la tecnología. Aunque, eso sí, se hacen ayudar de los nuevos artilugios tecnológicos para hacer más fácil la travesía.

Hoy, en Campo del Agua, las vacas que atravesaron a pie la cadena montañosa del puerto de Ancares (Candín) —lugar que se hizo famoso por una etapa de la Vuelta Ciclista a España— están solas. Sus dueños regresaron a casa y no volverán a por ellas si no es por causa de fuerza mayor, relacionada con nacimientos complicados de terneros y control para que la fauna depredadora, que también vive por estas altitudes, no hagan de las suyas.

Atrás quedó el duro invierno de frío y nieve. Los pastos están imponentes y las cabezas de ganado vacuno procedente de Galicia disfrutan de un forraje de primera, con un paisaje y un aire puro que para sí quisieran los animales criados en cautividad.

Estos días las temperaturas son inusuales. Los pájaros cantan desbocados y su jolgorio sólo es achicado por sonidos graves y agudos de cencerros de ese mismo ganado que campa libre.

Desde que empezó la pandemia y se firmó el decreto estatal de confinamiento, Campo del Agua ha estado vacía de personas. Ahora, con la entrada en la fase 1 de desescalada y al poder moverse por todos los municipios del Bierzo, el único habitante que existe en la aldea es Abilio Poncelas, que dejó Cacabelos para pasar unos días en la casa de sus padres y abuelos, arreglada entre varios hermanos.

La maleza que crece por estos montes de alta montaña —tantas veces castigados por los incendios forestales, hasta el punto de que en 1989 ardieron las 20 pallozas restauradas— está controlada a rajatabla por la ganadería. Las vacas evitan que la hierva crezca sin medida y mantienen limpio el ecosistema. Actúan como un engranaje más del mecanismo de la naturaleza.

Dos pallozas

En Campo del Agua llama la atención el deterioro de una de sus grandes pallozas. Su techumbre está sin el centeno que evita que llueva dentro. Los «teitadores» escasean, al igual que el centeno, que tienen que sembrar y luego cosechar a mano para que sea efectivo como techumbre. Las ayudas públicas no acaban de llegar, pero los empadronados cedieron suelo para que la Junta construya allí un par de pallozas y promocionar la zona.

La ancestral palloza convive con la modernidad. MANUEL FÉLIX

Dejando atrás Campo del Agua en dirección a Aira da Pedra y Burbia, el camino de tierra enlaza con otros dos barrios: Regueiral y Valiñas. Aquí se ven reconstrucciones más modernas. Se hace de noche. La perra pastor alemán que me guió desde Porcarizas quiere regresar a casa.

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