Diario de León

LEÓN LUCHA POR LA MINERÍA. EN LA MONTAÑA CENTRAL

‘Testiculina’ montañesa

Los mineros de la cuenca Gordón-Torío, apoyados por mujeres y mayores de Ciñera, lanzan una ofensiva contra los antidisturbios hasta conseguir su repliegue.

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romero
León

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El día amanece rígido en la cuenca minera de la montaña central leonesa. Los mineros reunidos en una madrugadora asamblea llevan el rostro cargado de inquietud. Los líderes sindicales no traen buenas noticias. Parece que el conflicto se enquista en una negociación imposible porque el ministro de Industria no deja nada que negociar. No hay consigna, pero la voluntad general es la de luchar hasta el final por el futuro de las familias que viven del carbón. Así que en cuestión de minutos todos están organizados para iniciar una nueva jornada de protestas, que hoy se prevén duras por la contundencia de la actuación policial del día anterior dentro del casco urbano de Ciñera. Esta pequeña población minera, tomada como símbolo de la revuelta en la cuenca Gordón-Torío, es nuevamente el lugar elegido para iniciar el corte de la carretera nacional 630 y la comunicación por ferrocarril entre Asturias y la meseta.

A las 10:43, y en un solo minuto, la principal carretera de unión con el Principado se transformó en una playa de obstáculos que impidieron el paso de vehículos durante cinco horas. Unos lanzan el balasto del ferrocarril sobre el asfalto; otros doblan los quitamiedos hasta cerrar por completo la calzada; varios grupos ayudan a trasladar contenedores de basura desde el pueblo, que después llenarán de piedras para hacerlos más pesados; finalmente, neumáticos y ramas ardiendo levantan una columna de humo que presagia momentos negros. Eso en la carretera. Dentro del pueblo, las calles han sido preparadas en actitud defensiva: hay montones de piedras en cada rincón y las puertas de las casas están abiertas de par en par. Se trata de evitar la dramática situación vivida el pasado miércoles, cuando decenas de vecinos, entre ellos menores, presenciaron una carga policial sin precedentes. «Fue terrible», recuerda Marián Cañizares, hermana, hija y nieta de mineros. A su lado, inmersa entre una multitud de hombres encapuchados, se encuentra Rosi, esposa también de minero: «Cuando marcharon los antidisturbios, el pueblo quedó como Kosovo». No fueron las únicas en ponerse en pide de guerra ayer. Muchas otras mujeres del pueblo y vecinos mayores también se echaron a la calle en apoyo a sus mineros, demostrando que la testiculina no es una sustancia exclusivamente cojoniana .

A las 12:18 minutos llegan los antidisturbios de la Guardia Civil. Los mineros responden con toques de piedra sobre los quitamiedos. Suena a tambores de guerra. Dos agentes protegidos por un escudo avanzan lentamente, solos, con un megáfono desde el que piden dispersión. Son recibidos con una lluvia de piedras, botellines y voladores. «Hoy os váis a enterar», grita con desgarro una mujer. Y vaya si se enteraron. A un lado y al otro del río. Tenían orden de apaciguar sin carga, lo que les dejó prácticamente acorralados junto a uno de los túneles del ferrocarril. Efectuaron salvas de sonido y descargaron botes de gas, pero no lograron disuadir a la masa. Finalmente se replegaron hacia sus vehículos. Los ataques se saldaron con varios agentes magullados.

La retirada de los guardias civiles provocó un sonoro aplauso en todo el pueblo bajo el grito unánime y repetido de «¡Esto es Ciñera!». Por lo general, que la Guardia Civil cediera fue interpretado como un primer triunfo en esta batalla sin fin. «Vamos 1-0», comenta uno de los mineros, ya liberado del pasamontañas que ha protegido su identidad durante toda la mañana. «Esta por la de ayer». Para otro, el momento merece un primer cigarro después de meses. Y para Manolo, uno de los vecinos más viejos de Ciñera, el bravo enfretamento de sus mineros tiene ganado un gran titular en la prensa que diga: «La gente de Ciñera acojonó a los antidisturbios».

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