Diario de León

Día 33

Malos tiempos para la lógica

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Hay riesgo de aburrimiento. Se nota en los aplausos de las 8. Se entiende. Pero: prohibido aburrirse. Yo seguiré aplaudiendo a las 8. Y no entro en conclusiones de otro tipo porque entonces viene lo de Gil de Biedma de que de todas las historias de la Historia sin duda la más triste es la de España, porque termina mal. Que viene a ser lo mismo que la comida familiar que empieza bien y termina como el rosario de la aurora. Es decir, la habilidad de algunos para estropear lo bonito. Y que veo que ya lo están haciendo, siempre guiándonos por cierto para que nuestro criterio sea el suyo. Yo prefiero entrar en asuntos más peliculeros... Sígueme.

Como estamos mucho tiempo en casa, o estamos todo el tiempo en casa (nos movemos en ese raquítico arco), una de las opciones es estar atentos, también mucho tiempo, a la pantalla que es la ventana. Aquí el Gran Hermano eres tú. Es decir, sin queja, que eres el protagonista. La otra opción es ser José Luis Moreno, cuando supervisaba en off sus programas de variedades. Esa voz de fondo, qué tremenda... Y aunque las calles estén desiertas, si se mira por la ventana se ve que se repiten cosas. A mi me persigue la policía. Me persigue conmigo en casa. La verdad es que es cómodo... Lo veo, porque pasan. Si tengo que salir, nada. Pero si estoy en casa, ahora mismo por ejemplo, ya ha pasado la Policía Nacional un par de veces. Y ayer, la Policía Local. Incluso, despacio, vigilándome. También había un control donde el Conde Luna y yo pasé de peatón. A ver: de qué se me acusa. Pero no me pararon. Se me debía notar que estaba trabajando. Puede que todo sea la ilusión óptica de ver la vida desde la barrera. Porque siempre he pensado que a mi, si se cae la casa me pilla fuera. Yo creo que ya lo tenía hasta negociado. Decía Enrique Morente: «Como fuera de casa, no se está en ningún sitio».

Pero, como vivimos malos tiempos para la lógica, que me lo dijo Óscar Castaño en conversación desde la calle a mi balcón (mis amigos y yo damos ese nivel incluso en posturas incómodas), igual pasa que la policía no me vigila a mi sino a la calle vacía. Eso era. No buscan ladrones. Quieren que no esté nadie en la calle. Hicimos un trato. Y hay que cumplirlo. Un día veremos que merece la pena. Hay que agradecerles que sean piezas clave de ese plan posible: menos calle ahora será más calle en un futuro. Y hay que llegar impecables a ese momento que también es nuevo tanto como escenario como lenguaje y que será el ansiado momento de desescalar. Hecho que se antoja espectacular también cuando nos empecemos a enterar de dónde y a qué demonios habíamos escalado.

Lo del aburrimiento me apena por los que se marcaron rutinas desde el principio y se les ve con cara de que esto cada vez tiene menos gracia. Un músico en el balcón, el que se monta su espacio de gimnasio en casa, el que se ejercita también desde el hogar, y ya hay días que practica a horas despendoladas... Aunque también pienso que está el mundo como para aburrirse. Qué bendición. Llevamos muchas semanas de sobresalto en sobresalto. Pero conviene seguir, porque el día pasó. Ayer ya es hoy y eso no nos lo quita nadie.

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