Diario de León

Nadie tras la barra

Mientras no haya bares

Los hosteleros leoneses avisan de que reducir el aforo hará que muchos «no levanten la trapa», auguran que «la purga» se llevará a los más débiles y reclaman un plan que les auxilie

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León

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No era un buen día. Jullyana Martín lo avisó: un viernes 13 «da mala suerte». Pero «después de cinco años» junto a su pareja, Felipe Miranda, habían empezado «hace tres» a buscar un sitio. Miraron «en Pinilla, en Suero de Quiñones... por toda la ciudad». Hasta que apareció un traspaso que «todos» les auguraron que les iba «a ir bien» en la plaza de San Martino: frente a un instituto, al lado de la colegiata de San Isidoro, con mucho espacio de terraza... Pidieron «la cuenta» en los establecimientos de hostelería en los que trabajaban como camareros, juntaron «entre 10.000 y 12.000 euros para la reforma» y fijaron la fecha de la inauguración. «Después de tanto tiempo, cuando ya lo teníamos...», deslizan. Cuando ya lo tenían, la cuarentena provocada por el coronavirus hizo que tuvieran que cerrar el bar antes incluso de haberlo abierto.

El Montañés sigue cerrado seis semanas después: uno más entre los casi 4.000 negocios de hostelería que hay en la provincia leonesa con la trapa bajada. La suben a media mañana los dos jóvenes mientras calculan que podrán «aguantar así dos meses como mucho». Dentro huele todavía a pintura y todo luce en su sitio como si se fuera abrir ya: la mercancía colocada, las cámaras llenas, los grifos de la cerveza listos, las mesas alineadas... A la vista está el resultado del dinero que había ahorrado, la ayuda del padre de Felipe y el finiquito que le han dado a Jullyana porque él se quedó sin cobrarlo. Aun les queda un pequeño colchón de la rescisión laboral antes de tener que encomendarse al auxilio familiar porque tienen que afrontar «el agua, la luz, la gestoría, el pequeño crédito» que habían pedido, la letra del coche. «Y menos mal que el dueño del local nos cobró tan sólo marzo, y nos dijo que abril no porque no estábamos abiertos», conceden los jóvenes brasileños.

Felipe y Jullyana tenían programado abrir el bar cuando se decretó el cierre por el coronavirus

El gesto les enciende incluso el optimismo. «Ya metido en este fregado, ir para atrás sería de estúpidos, aunque para coger aire vamos a tener que esperar por lo menos un año», concede Felipe. Tenían previsto «rodar un poco», con la entrada en plantilla de la madre de ella en la cocina, para que «en Semana Santa la primera impresión de la gente fuera buena». No podrán «cerrar ningún día». «De vacaciones ya estamos ahora», ataja Jullyana, que confiesa que lo primero que hizo fue «llorar». «Yo sí», responde el joven cuando se le pregunta si cree que saldrán adelante. «Yo no creo», apostilla ella, quien después de años de trabajar en bares para los demás admite que al menos lo que hagan será para sí mismos. «Mientras podamos comer», dejan en el aire a la vez que agarran juntos la trapa y la cierra a la espera de poder abrirla de verdad.

Toño Gómez, ayer por la mañana en el Carta Blanca, ubicado en el Húmedo. MARCIANO PÉREZ

LA NOCHE, «TODOS A UNA»

En la otra esquina del casco histórico entorna la suya Toño Gómez para pasar por debajo. Aunque sea de día, el interior del Carta Blanca queda en penumbra como si estuviera en su horario nocturno. «Si dijera que no lo veo fatal, mentiría», concede el hostelero, sentado en el chéster del fondo del local. Pero no es un pesimista. Incluso ve la crisis como «un buen momento para que todos los empresarios del ocio nocturno» fueran «a una». Aunque no esconde que «lo principal son los plazos porque es fundamental que nadie de los compañeros se quede por el camino». «El ocio se basa en general ambiente y mientras más allá en una calle mejor», resuelve.

Los proveedores insisten en el daño para el tejido empresarial y piden que se implique el consistorio

La idea mueve un discurso en el que avisa de que «no se pueden hacer barbaridades» como abrir y ponerse «a regalar la bebida, con promociones de tres por uno, de cuatro por dos, al seis por tres». «Aquí somos mucho de eso y así nos va. El empresario que hace esto está cavando su tumba porque solo mueve el dinero que no le quedan las manos. Al final, arrastra al resto al hoyo», explica Toño Gómez, quien aboga por «fijar un precio mínimo para las copas mediante un pacto de caballeros entre los hosteleros, como ya se está hablando en otros sitios».

Aunque antes de encarar todavía ese horizonte, el empresario reseña que «lo más complicado va a ser generar confianza la clientela». La hostelería tendrá que «implementar medidas». Aunque no ve «lo de las mamparas en los bares de copas», Gómez sí que incide en que ya trabaja para colocar «dispensadores de gel y de jabón» y poner «máquinas de ozono» para la higienización de sus locales. El dispositivo añadirá además un elemento que cambiará por completo el escenario del ocio nocturno, en el que el portero, junto con las labores de seguridad y control, contará con «un termómetro sin contacto para medir la temperatura de las personas que quieran entrar». La prevención ayudaría a que se flexibilizase las máxima de la distancia social. «Cómo no se va a rozar la gente en los locales nocturnos, si a lo que viene entre otras cosas es a eso», apunta.

Pero las medidas esbozadas por el Gobierno hablan de una reducción sustancial del aforo. Frente a las «350 personas» que entraban hasta ahora, el hostelero calcula que le dejen «30 arriba en el Delicatessen y 30 abajo en el Carta Blanca». Hasta ahora eran «14 personas entre seguridad, pinchadiscos, camareros y gente de promoción», pero su previsión es «abrir con seis: dos camareros abajo, dos camareros arriba uno de seguridad y un pincha». «Luego se verá cómo se puede incorporar a los demás, pero de primeras es inviable», afirma Gómez, quien además acumula «otro problema» porque es «promotor de conciertos». En Espacio Vías, «de momento», ya tenido que aplazar las citas de «La casa azul, Él y Ella y El Columpio Asesino», que le tienen «ahí parados 15.000 euros en cachés». «Si a final de año no abro lo voy a llevar mal», estima el empresario, quien traslada que «para poder salvar, ahora está la cosa en llegar acuerdos con los propietarios». «En una temporada igual a ellos también les toque ganar menos, pero si se quedan sin arrendatario lo va a tener muy difícil para volver alquilar», augura.

RETO A LOS RENTISTAS

La apuesta por negociar con los dueños de los locales la presenta también Bernardo Martínez. Tiene «cinco bares: Vía principales, Colegio de Médicos, Mesón del burgo, Morán, y el Viña H, además del hostel La Muralla Leonesa y las barras del Palacio de los Deportes». «En total, son 22 empleados más los tres autónomos de la familia», resume, a la vez que anota que «hay que pagar agua, luz, alcantarillado, cuotas y la renta de los locales, de las cuales la mínima son 1.500 euros y la que más 6.000». «Qué más da que me aplacen los impuestos. Si no tengo para pagar este mes, tampoco lo tendré para el próximo», concede el hostelero, quien recalca que además «los trabajadores no han cobrado todavía ni un euro del Erte, cuando la mayoría viven al día».

Las cuentas no le salen. «El 30% de los ingresos son la Semana Santa, el 10 % las fiestas de San Juan y el otro 25 % el verano. «¿Qué nos queda?», plantea Martínez. El escenario va a generar «una purga para los que ya venían mal, que debían alquileres, cuotas a la Seguridad Social o a Hacienda y que encima no van a poder acceder a nada, aunque luego hay que devolverlo y con intereses». «Si sólo me dejan abrir con la mitad de la aforo no levanto la trapa en ninguno de los locales, salvo que las rentas sean también a medio gas y se ayude más con la incorporación de los trabajadores, que hay que reincorporarles a todos durante al menos seis meses. Antes de arruinarme, yo lo dejo», expone.

Dentro de la «incertidumbre, de momento hay que andar y ver», aconseja Javier Gómez. Pero si se asienta el plan de reducir el aforo, el dueño del Camarote Madrid y el Camarote Romántico advierte que tendrá que «sopesar no abrirlo y esperar porque el negocio tiene muchos gastos». «Para trabajar un 20 % no interesa ni el bar ni el hotel. Soy más partidario de aguantar hasta que todo vuelva a su ser que abrir a medias», aventura el profesional leonés.

Para que vuelva a su ser, el hostelero tiene «confianza en que haya un tratamiento o una vacuna» porque de lo contrario «va a ser muy difícil». «Si no lo hay, el comienzo va a ser durísimo. Nadie va a querer ir a los bares y se tomarán la cervecita y el pescadito en casa porque tendrán miedo de contagiarse», describe Gómez, convencido de que el impacto llegará también a «los que venían de Madrid y se quedaban a dormir y a comer», dado que «ahora intentarán no dormir aquí ni comer tampoco y volver en el tren rápido». «Somos los más perjudicados junto con los proveedores», afianza.

LA CADENA DE DISTRIBUCIÓN

El perjuicio lo registra Ángel Álvarez con un Erte en el que «70 de los 74» trabajadores de Cerlesa «están en casa». Los que quedan trabajan para «mantenimiento y control del stock» con el empeño de ver si pueden «devolver los vencimientos de las caducidades». En el almacén acumula «3 millones de los que cerca de medio millón son productos afectados», fija el dueño de la marca. El empresario cuenta con que «en el horizonte más optimista estaríamos hablando de mediados de junio pero con una restricciones de aforo del 50 % y en ningún caso con más de 50 personas, además de que se cancelan todos los eventos musicales y fiestas». «En la hostelería, que es el motor de los recursos principales de León, es un año que ya casi damos por perdido», lamenta. El esfuerzo ahora debe centrarse en ««intentar cerrar la anualidad con unas mínimas perdidas y eso se logra adaptando los gastos a los ingresos», aunque hay que contar con que «lo malo es que se basa todo en incertidumbre hasta que no haya un fármaco que pueda curar la enfermedad». «Para poder hacer el negocio que dejamos en febrero tendrán que pasar entre tres y cuatro año», refiere.

Por «el día de mañana» se preocupa ya Carlos Pastrana. El dueño de Reycer y Leondis reconoce que el problema es que «no se sabe cómo se va arrancar porque cada día cambia todo». «Nosotros ya tenemos, con Mahou y San Miguel, un plan para ayudar a los hosteleros con la cerveza y el agua para que reduzcan sus costes, además de la plataforma de crowfunding Ahora más que nunca para que los clientes puedan hacer donaciones y compra anticipada», detalla el distribuidor. Aunque ahora, insiste, «es el momento de que las administraciones se impliquen, entre ellas el Ayuntamiento, que por ejemplo podría dedicar la mitad de los 300.000 euros que no gastará en las fiestas en unos cupones para que toda la gente pudiera ir a la hostelería leonesa cuando se abra». «Deben volcarse con los hosteleros, que son los que mantienen el motor de esta ciudad», defiende sin bares a los que servir.

El panorama remite al augurio que hacía Juan Tallón en su libro Mientras haya bares , cuando avisó de que «un pueblo que pierde la capacidad para convocar una reunión alrededor de la barra de un bar es un pueblo muerto». En León, mientras no haya bares «mal panorama se nos viene encima», apostilla Toño Gómez.

 

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