Diario de León
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León

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Oye, que han llegado así, sin camión de mudanza ni nada. Aunque ahora que lo pienso, a lo mejor ya estaban antes que yo y nos los había visto. A algunos sí, la verdad, que nos conocemos y hasta me saludan. Son majos. Pero bueno, es verdad que como ahora no hay casi nadie por la calle, más o menos, pues te sorprende. Se pasean por mitad de la carretera, cruzan de acera sin mirar ni nada, estos no guardan confinamiento, me digo yo para adentro un poco acusatoria. Que no debería, porque yo hago lo mismo. Lo de cruzar. Que a veces pienso, ya sería fatalidad, más, mucho más que la llegada del Virus, que el único coche que pasa por aquí me vaya a atropellar.

Hay uno, todo de negro, que se pasea con una insolencia que te dan ganas de salir al balcón y hacer como esos que ‘apatrullan’ la ciudad desde las ventanas, como dice Sofía Morán. De puritita envidia que da.

La calle es suya, si Fraga levantara la cabeza. Bueno, dejémoslo estar donde está en paz. Yo creo que hasta les doy pena. Y bueno, un poco de comida. Como han cerrado el bar de la esquina… Si, yo también lo echo de menos. Más que otras cosas, ya ves. Lo digo por el café de la mañana.

Total, que bajo con mi perro y ya la tenemos montada. Vienen en procesión detrás de mi. Y mira que les digo que también han cerrado la Semana Santa, como el bar. Ay, dónde tendría que estar yo hoy, jueves de Penúltima. Pues nada, siguen. Detrás de mi, ellos. Mi perro, detrás de ellos. Que por ganas no es, pero es que te da cosa hasta gritar, no vayas a despertar a Covid. Total, que ahora de paseo somos una multitud. Que temo que hasta venga la poli.

No sé nada de ellos. Solo que vuelan. Qué queréis, soy urbanita, entiendo de naturaleza pues básicamente lo que entiende un urbanita de naturaleza, espera que piense, ah sí, que bueno, que me veía todos los capítulos de Félix Rodríguez de la Fuente y, oye, que además con ser seis y medio me llega, tampoco hay que empeñarse en diez.

Pues sí, vale, y qué si creo que la leche viene del tetrabrik y el azúcar en sobrecitos. Pero si lo más cerca que he estado de un oso en toda mi vida ha sido de Winnie de Poo. Dicen que hasta el refranero ha cambiado. Que ahora es ‘en abril, contagios mil’, ‘la primavera, la fiebre altera’, ‘hasta el 40 de mayo, no visites al yayo’, ‘aunque la mona se vista de seda, en casa se queda’. Ay, que va a ser verdad. Lo de la mona, porque lo de que se queda en casa, eso seguro. Hasta mayo. Ay como sea hasta el 40. Ahora que tenemos la calle en silencio, me gusta lo que dicen mis vecinos. Hasta creo que se ríen. Yo creo que sí, que se desc... vamos, que se mueren de la risa. De nosotros, creo. Como si les pillara diciendo ‘mira estos idiotas, enjaulados’. A lo mejor pasa que cuando nosotros nos retiramos, ellos ocupan nuestro lugar. Una especie de reequilibrio. Algo tendremos que aprender como especie.

A lo mejor, ahora que estamos confinados, ellos han dejado de estarlo. En nuestros parques, en las afueras de nuestras ciudades, en nuestros montes, nuestros ríos y nuestros bosques. ¿He escrito nuestros? Coño, de verdad que no aprendo. Veo a bambi por Alcalde Miguel Castaño, a los patos entrando en Ordoño y al gato de mi barrio de ronda nocturna y pienso qué les pasará cuando volvamos a la vida. Qué nos pasará cuando volvamos a la vida. Hasta mañana. Cuidaos mucho.

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