Diario de León

El estado emocional en la ciudad

«Nadie sale campeón solo»

Juan José Martínez, psiquiatra, cree que el carácter leonés puede ser clave              

El psiquiatra leonés Juan José Martínez Jambrina. BENITO ORDÓÑEZ

El psiquiatra leonés Juan José Martínez Jambrina. BENITO ORDÓÑEZ

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Qué va a ser de las ciudades y su idiosincrasia cuando esto pase? ¿Mantendrán sus señas de identidad?  ¿Incluso sus propias características les influirán como herramientas para salir del túnel? ¿Afectará a todas por igual? León, ¿cómo se verá afectado? El psiquiatra leonés Juan José Martínez Jambrina, director del Área de Gestión Clínica de Salud Mental, Área Sanitaria III, de Avilés, proyecta ideas que se basan en la moderación y la apuesta por la unidad social frente a inevitables tentaciones liberadoras de emociones. Cree que en ese sentido la tradicional frialdad leonesa puede poner a salvo a la ciudad ante excesos mentales. 

Por eso, desde la prudencia, cree que, como dice el dicho: cada ciudad es un mundo, aunque este problema sea de los que unifica: «Desde luego no es nada fácil sacar conclusiones y habrá que esperar a que todo termine y se apaguen los alienantes focos de la inmediatez mediática que todo lo sesgan. Bueno, supongo que iremos pasando por distintas fases. En primer lugar habrá que pasar el duelo. El duelo por los que se han ido, por sus familiares, por los afectados, por la ruina económica», relata, y añade: «Esto llevará tiempo. A este país le costó años dejar atrás el 11-M, que es el acontecimiento traumático reciente más importante que recuerdo. Y la crisis económica nos tuvo sufriendo entre ofendidos y humillados casi 8 años. De cómo se gestione ese tiempo de duelo, que será largo, podremos tener una sociedad mejor que la de antes de este cataclismo, que para algo bueno tiene que servirnos», afirma.

Su discurso, así, no cambia porque lo basa en un primer tramo del camino, tan importante, en el que debe imperar la prudencia, la  calma, el sentido común y la unión ante la adversidad.

Por aquello de que a su talante científico suma cierto carácter futbolero, acérimo culturalista para ser exactos, pone un ejemplo cercano: «Los argentinos, tan expertos en manejar dolores del alma, ya han acuñado un spot basado en el fútbol que se titula: Nadie sale campeón solo. Y esto es así. Ahora, mientras dure el confinamiento, estamos casi todos unidos porque compartimos un enemigo común. Pero el día que esto se acabe volverán los individualismos y las supercherías habituales porque van a tener un terreno abonado para ello», dice, dejando también sus gotas de escepticismo.

LA REALIDAD

La realidad actual hace añorar hasta el jaleo de los niños por los calles, parques y restaurantes. Martínez Jambrina, en cambio, prefiere primero el análisis:

«Aún no sé cómo saldremos de esta porque aún no sé muy bien cómo hemos llegado a esto. Estamos viviendo una experiencia única, nunca se había vivido antes esta situación, esta especie de experimento que es el gran confinamiento. Tenemos aún dudas sobre qué es lo que está pasando, sobre cómo se muere la gente, cómo se contagia este virus. Así que ponerse a pensar en calles y plazuelas llenas de niños se me antoja difícil. Todo se ha vuelto muy extraño. Pero, en fin, supongo que si nos basamos en experiencias similares como las dos grandes posguerras mundiales, pues desde luego que el día que podamos volver a caminar libres por el Húmedo, en grupos y comer raciones del mismo plato sentiremos, como diría Philippe Delerm, algo parecido a esa felicidad que solo se siente tras el primer trago de cerveza y solo tras el primero. Si hay niños disfrutando por las plazas sabremos que hay futuro por ahí suelto, que la vida vuelve a ser tranquila y monótona, que la vida sigue igual que cuando la dejamos aparcada un mes atrás».

Al oírle es tan inevitable sentir nostalgia de un pasado tan cercano, como pensar en si a él su condición de psiquiatra le sirve. Si toda su formación le vale (damos por hecho que sí) para encontrar herramientas mentales o le pasa como la canción de Rubén Blades, que cuando se baja del escenario «soy un humano cualquiera»... Y como ahora es hasta recomendable la licencia para cambiar, el leonés, desde la admiración y su punto melómano contradice al genio panameño: «Rubén Blades es un gran músico pero en eso no está acertado. Claro, en el escenario está trabajando pero cuando se baja no deja de ser un gran artista, esa piel no puede quitársela nunca. En mi caso la psiquiatría no me da ayudas especiales que no tuviera antes de esto. Pero sí que reconozco que, como la mayoría de los médicos que tratamos con pacientes, el contacto continuado con el dolor, con el sufrimiento emocional, de alguna manera te insonoriza por dentro, lo cual en estas situaciones es útil porque sufres un poco menos entre tanta tragedia. Esto, aunque cueste creerlo, te permite atender mejor a los demás y tomar decisiones con mayor equilibrio.

Ese ‘endurecer la piel’ que va en la canción Resistiré del Dúo Dinámico, creo que ya lo tenía puesto antes del virus. Como dice en broma un compañero: ‘Para ser un buen psiquiatra hay que ser un poco mala persona’. Lo dice en ese sentido, en lograr esa dureza sentimental. Esa es la mayor ventaja que le veo al gremio», remarca.

Es también una situación que pide a gritos la vuelta a la maldita rutina, nunca tan bendita como ahora. Y este experto en psiquiatría que abarca lo social tanto como lo individual, resulta que es un consumado corredor por la playa avilesina. Ahí, para el balón del todo: «¡Ufff! Eso es terrible. El encierro es pavoroso. La privación de libertad es durísima. La libertad, como el dinero, no lo resuelve todo pero ayuda muchísimo a ser feliz, si es que esto es posible. El ejercicio físico es una herramienta preventiva y terapéutica para tantas cosas que se extraña mucho si lo practicas a diario. Pero con solo pensar que se nos están muriendo a puñados aquellos que asfaltaron las calles por las que corremos, aquellos que levantaron las ciudades por las que quemamos las zapatillas y que con nuestra actitud colaboramos a que mueran menos personas, merece la pena aguantar este tormento», reflexiona con puntería.

Es por ello que hay que ir a pensar las ciudades o repensarlas. Y lo normal es cuestionarse qué será de León. «Lo primero que espero es que la ciudad que nos llegue sea lo menos emocional posible. Las emociones así a chorro no son buenas. Si nos dejamos llevar por ellas, si las emociones desvirtúan a los hechos, a las razones, seguiremos yendo por mal camino. Las emociones agrupan a la gente, los grupos unidos emocionalmente son una piña, dan una identidad, pero fragmentan a la sociedad, generan grupos enfrentados: una sociedad regida por lo emocional es una sociedad de hooligans, de tiffosi, de hinchas piperos. Y no, necesitamos volver a pensar, pero pensar despacio como dice Kahnemann. Las prisas no son buenas y pensar rápido, según los expertos lleva un 90% de errores a la hora de tomar decisiones», introduce primero como valor inicial. Pero no olvida su tierra leonesa: «Creo que nuestro León está un poco a salvo. La gente suele ser bastante fría. Como dice Andrés Trapiello: ‘En León hay muy pocos gestos públicos de cariño porque pensamos que la palabra amor es francesa’. Creo que somos un poco así. Las emociones son muy importantes en la vida y sobre manera, en el cine, la literatura, el fútbol, o sea, en la ficción. Pero para poder pensar con frialdad son un estorbo. León, tierra de grandes escritores, está llena de recios realistas. En eso vamos ganando», asevera y da esperanzas.

Puede pensarse, a tenor de los datos, que la despoblación igual ha jugado a favor, incluso más allá de la posibilidad de contagios. Pero se agradece que alguien con más capacidad de análisis dé un paso clave para el futuro, y recurra a la educación como sostén: «No sabría decirlo. Está claro que no vivir en una ciudad muy poblada parece evitar contagios. Pero a la hora de la reconstrucción, de afrontar la larga oscuridad que nos aguarda al final de este túnel va a ser clave la trama de afectos. Por lo que dicen los informes, el sector educativo en León funciona bastante bien. Usted y yo lo sabemos de primera mano. Y si la educación funciona la sociedad funcionará, no me cabe duda. Entre estos valores también hay que contar con la religiosidad, aunque yo no sea creyente. León es una ciudad con mucha gente religiosa y eso les va a ayudar a pasar el trago», explica. 

«Lo rural por el mero hecho de ser rural no merece mayor respeto que lo urbano. Pero tampoco se merece el ostracismo y el olvido de estos últimos 30 años. Aquí sí que creo que habrá cambios»., asegura.

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