Diario de León

Elecciones Generales 10N

No hay bandera más grande

Abascal convierte a Vox en la tercera fuerza parlamentaria

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Pablo M. Zarracina | Madrid
León

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Este domingo Vox dejó de ser una amenaza que se desinflaba en las noches electorales para convertirse en el tercer partido del Congreso. No hay duda de que han aprovechado la primera campaña a la que concurrían como partido con representación parlamentaria. Santiago Abascal fue a 'El hormiguero' y lo hizo bien: consiguió no aplastar a ninguna hormiga de peluche por encontrarla antiespañola. Del mismo modo, en su primer debate electoral televisivo apareció sin corbata y mostró un tono menos agresivo de lo habitual. A cambio, manejó con aplomo datos falsos y consiguió meter en la campaña el debate torticero sobre inmigración y delincuencia.

Que sus rivales se lo permitiesen responde a una situación dramática: a la mitad de ellos le convenía explotar el potencial de Vox como amenaza, mientras que a la otra mitad le convenía pasar por alto el escándalo de que hubiesen convertido a un partido frecuentemente inconstitucional en un socio evidente y natural. Vox ha obtenido así una mezcla de impunidad y protagonismo. Y lo ha hecho gratis: Abascal es, con mucho, el líder nacional que menos se ha expuesto en la campaña.

Al mismo tiempo, Vox ha acelerado a fondo por el peligroso carril 'trumpista', no solo vetando a medios de comunicación en los actos de campaña sino llegando a responsabilizar a esos mismos medios de una agresión sufrida por su candidata en Bizkaia. También realizando concentraciones electorales frente a un centro de menores extranjeros. O acentuando la deriva populista que lleva a la ultraderecha de las zonas residenciales a los barrios obreros.

Será digno de verse cómo estos días se indignan mucho quienes se dieron el capricho de no sacar adelante un Gobierno tras las anteriores elecciones.

Vox, la tercera fuerza del país, comenzó la campaña anunciando la fabricación "la bandera más grande de la historia de España". Medía un kilómetro cuadrado y pesaba 130 kilos. La estrenaron en Colón, pero no han podido moverla mucho. Es que se necesitan doscientas personas para extenderla y tres cuartos de hora para doblarla. En ese mitin la gente estaba tan ocupada sosteniendo la bandera gigante -por patriotismo, pero también por no morir sepultados bajo una tela de 130 kilos- que no tenían manos para ovacionar los discursos. "¡El que no tenga la bandera que aplauda!", organizaba desde el estrado un animoso 'speaker'. Pocas cosas nos pasan, de verdad.

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