Diario de León

Las otras caras del Covid-19

Pacientes de leucemia: "Es nuestro día a día"

MÁS DE 500 CHOCOLATES SOLIDARIOS PARA LA LUCHA CONTRA LA LEUCEMIA EN UN ACTO PROMOVIDO POR MOTEROS SOLIDARIOS Y CHOCOLATES SANTOCILDES . MARCIANO PEREZ

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Efe

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Si el confinamiento puede empezar a parecer eterno, no es nada comparado con pasar más de un mes en una cámara de aislamiento de hospital de escasos metros cuadrados luchando contra la leucemia, como rememoran Azahar y Álvaro, encerrados de nuevo por el coronavirus pero, esta vez, en casa.

La irrupción virulenta del coronavirus ha obligado a replantear tratamientos de enfermedades malignas de la sangre, como la leucemia o el linfoma de Hodgkin -que sufre el actor Dani Rovira-, y también ha trastocado la vida de aquellos que han superado el cáncer, tras una extenuante lucha y largos confinamientos, pero que siguen siendo muy vulnerables a las infecciones.

"He aprendido a coger paciencia porque, con la leucemia, el encierro es parte de tu día a día", relata Azahar Villanueva en una entrevista telefónica desde su domicilio en Madrid.

Allí vive con su hijo de siete años, Jesús, prácticamente confinada desde el pasado octubre -solo salía para llevarle al colegio- con el fin de protegerse, pues su cuerpo tiene las defensas "dormidas" después de un trasplante de médula ósea de un donante anónimo localizado por la Fundación Josep Carreras.

Los pacientes de hemopatías malignas, sobre todo después de haber recibido un trasplante, requieren de medidas extremas de cuidado para evitar infecciones porque están inmunodeprimidos, por lo que el actual confinamiento solo es un encierro adicional al que ya estaban realizando.

El trasplante aplicado a Azahar el pasado septiembre para tratar una leucemia linfoblástica aguda ha funcionado, pero el camino no ha sido fácil: tres confinamientos de unos 30 días cada uno en pequeñas habitaciones completamente aisladas de los hospitales madrileños Severo Ochoa y Gregorio Marañón.

Optimistas

En estas condiciones cumplió los 29 años, sin poder ver a su hijo y con "la incertidumbre" de si iba a "salir adelante"; los 30 los ha celebrado recientemente, también confinada, pero esta vez en casa y con Jesús a su lado.

"Por lo menos, ahora me puedo mover de una habitación a la otra de casa y hacer la comida cuando quiera, sin que me moleste digerirla por la quimio", resalta Azahar.

Así que "la gente se queja por vicio", pues "dentro de lo malo no es tan malo y hay más ayudas por el Covid-19 que a los que han sufrido cáncer", critica la joven, que perdió su empleo y tiene serias dificultades para llegar a fin de mes.

Hace nueve años, Álvaro Fuster superó una leucemia mieloblástica aguda gracias a un trasplante también de un donante anónimo, pero esa lucha "larga y dura" -llegó a estar 40 días en una cámara de aislamiento del hospital barcelonés de Vall d'Hebron- le cambió la vida y le ayuda para este nuevo encierro.

"No lo quiero comparar con lo que estamos pasando ahora porque empieza a ser duro y muy preocupante, pero ya que estoy bien en casa me lo tomo como una oportunidad de parar, un parón que te da la vida", afirma a Efe este barcelonés de 50 años, que admite que lo está aprovechando para pasar tiempo con sus hijos.

Aunque la leucemia le queda lejos, Álvaro sufre un rechazo crónico debido al trasplante, por lo que mantiene la costumbre de protegerse con mascarilla cuando va al doctor o a lugares muy concurridos, incluso antes de la llegada del coronavirus, unas prácticas que tienen muy interiorizadas quienes han sufrido una leucemia.

"Tienen asumido un rigor militar en las pautas de higiene", resalta Josep Maria Ribera, investigador del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y doctor del Instituto de Catalán de Oncología (ICO) de Badalona (Barcelona).

El doctor explica que el coronavirus también ha alterado los tratamientos, por la situación de colapso de las ucis, en las que siempre cabe la posibilidad de que pueda acabar ingresando un paciente después de un trasplante de médula.

En este contexto, se aconseja retrasar el trasplante "lo máximo que permita el estado de salud del enfermo", afirma Ribera, que concluye: "Es la opción más sensata y la que protege más al paciente de efectos no deseados".

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